«Los hombres que comienzan por luchar contra la Iglesia por el bien de la libertad y la humanidad terminan arrojando la libertad y la humanidad con tal de poder luchar contra la Iglesia» (G.K. Chesterton)
Chesterton siempre tan acertado. Mucho nos tememos que se cumpla en las similitudes de demolición de los dos centros religiosos. En el primero no acertaron. Tememos que en el segundo caso, no fallen.
Bombardeo sobre El Pilar
Tras las primeras noticias del levantamiento militar, los sindicatos intentaron que el Gobierno Civil de Zaragoza facilitara armas a la población para frenar a los golpistas. No sé logró y el golpe, una vez triunfó en la ciudad, se extendió por la zona. Mientras tanto, las fuerzas de seguridad del Estado detuvieron a nivel nacional a 180 falangistas sospechosos de participar de la trama. En Teruel fue detenido Manuel Pamplona, jefe provincial de Falange Española (FE); y algunos otros falangistas en Alcañiz, como Jesús Muro, jefe territorial de Aragón de FE.
La caída de Zaragoza en manos de los nacionales por su situación estratégica fue clave para que no fuera abortado el golpe. El terreno se fue incrementando, ocupando el centro y oeste de Aragón. Todo cambió con la irrupción de las columnas llegadas desde Cataluña y Valencia, que recuperaron casi la mitad del territorio aragonés. Ya el 21 y 23 de julio salieron desde Barcelona algunos grupos de militantes de la CNT y voluntarios para recuperar Zaragoza. Las primeras grandes columnas organizadas por las fuerzas anarquistas salieron de Barcelona el día 24, entre las que destacan la de Durruti, Ortiz, Carlos Marx, POUM, y la de Ascaso. A la vez saldrán de Valencia hacia Teruel las columnas de Torres-Benedito, Eixea-Uribes, y la de Hierro. A partir de este momento Aragón quedó partido en dos con una similar extensión: la zona rebelde, la occidental, suponía algo más del 60% de la población, con las tres capitales de Zaragoza, Huesca y Teruel y la casi totalidad de la industria; y la zona republicana, la oriental, con algo menos del 40% de la población y las cuencas mineras, siendo su capital de Caspe.
Esta era la situación de la zona, cuando el 3 de agosto, apenas quince días del comienzo de la guerra civil, un Fokker trimotor F VII EC-PPA de las Líneas Aéreas Postales Españolas militarizado por la República, con base en el Aeropuerto del Prat de Barcelona, se aproximó en ruta oriente-occidente y lanzó cuatro bombas sobre la Basílica de Nuestra Señora del Pilar en Zaragoza.
El avión volaba a baja altura, a unos 150 metros, pero no se disponía de fuerzas antiaéreas en ese momento, de modo que el piloto pudo sobrevolar tranquilamente el templo y la plaza del Pilar esperando el mejor momento para lanzar su carga. El Fokker dio varias veces unas pasadas, llegando incluso a rozar las torres del templo, como llegó a comentar algún testigo.
La primera de las bombas cayó en la misma plaza del Pilar, frente a la calle Alfonso, donde quedó incrustada de pie en el pavimento, haciendo saltar los adoquines, y creando en el suelo la caprichosa forma de una cruz. Hoy una placa de mármol todavía rememora la fecha y el lugar exacto donde cayó el proyectil. La segunda de las bombas, quizás destinada a destruir el paso del Puente de Piedra, cayó en el río Ebro y las aguas se la tragaron para siempre. Las otras dos, impactaron directamente sobre la cubierta de la mismísima Basílica. Ninguna de las bombas estalló, pero causaron daños en un lateral de la cúpula que Goya había pintado en el coreto. La otra fue directamente contra la Santa Capilla en la que dejó un agujero que puede observarse hoy en día. Ambos proyectiles están expuestos, colgados en uno de los pilares cercanos a la capilla de la Virgen
Muchas explicaciones se dieron al hecho de que no explotaran. Unos daban razones técnicas como el Director del Parque de Artillería de Zaragoza, quien en su informe afirmó que las bombas llevaban espoleta pero estaban mal montadas y, por si fuera poco, estaban diseñadas para explotar sólo si se lanzaban por encima de los 500 metros, y no desde 150 como lo hizo el piloto, hecho que algunos achacan a su inexperiencia (la aviación daba sus primeros pasos), otros, sin embargo, querían creer que no quiso realizar tal atrocidad.
El pueblo, siempre, desde el primer momento, creyó en un milagro por intercesión de la Virgen y demostró su agradecimiento con una impresionante movilización ciudadana de repulsa contra el bombardeo dirigido contra Ella. Es importante señalar que dicha manifestación se produjo pocas horas después, la misma tarde siguiente a la madrugada del suceso, sin que ningún periódico pudiera estimularles a ello porque las ediciones de los mismos no salieron hasta horas más tarde, ya el 4 de agosto.
El Valle de los Caídos
Y como la historia se repite, sin situación de guerra pero con el temor de que, tal como vienen amenazando los últimos gobiernos socialistas, especialmente este último con la formación de un nuevo frente popular con veleidades anarquistas, cumplan por fin su deseo de hace años de desacralizar la basílica, echar a los benedictinos y demoler la Cruz.
Es un descarado afán de la masonería. Niegan que tengan interés por la política, pero tenemos ejemplos de su intervención en todas las revoluciones que en el mundo han sido. En nuestra vecina Portugal han decidido la obligatoriedad de todos los políticos de declarar su pertenencia a cualquier sociedad secrete, incluida la masonería. Los masones se han puesto nerviosos. En España estaríamos encantados con una medida similar, pero claro, solo sería factible si el jefe del chiringuito español fuera independiente de la secta. Resulta curioso que en una época en la que se solicita la transparencia a todos los niveles institucionales la masonería consiga continuar en el secretismo y el ocultamiento absolutamente necesario para conseguir sus propósitos.
El Gobierno reitera que no contempla retirar la cruz del Valle de los Caídos y que negociará con la Iglesia el futuro de la Abadía. No habla de la prestigiosa escolanía, ni de la Basílica en sí. En ella se reza por todos los caídos en la guerra. No hace distinción de los muertos de uno u otro bando en el fragor de la batalla, ni de aquellos que sus antecesores ideológicos asesinaron por ser religiosos, haber ido a Misa antes de que fuera prohibido por la II República o simplemente, por obviar la prohibición de guardar libros religiosos, rosarios o imágenes. No, los monjes benedictinos rezan por todos, ya que, como recuerda alguna lápida en la pared, son Caídos por Dios y por España, sin distinción de ideologías, ni de derechas ni de izquierdas, porque todos murieron por ella.
Desconfiamos de las palabras, tantas veces falaces y engañosas del Gobierno. Por otra parte, la Iglesia tampoco se ha mostrado ardiente defensora de los derechos de los fieles, ni de los suyos propios. Tampoco lo hizo con la exhumación de Franco, que salvó a la Iglesia, como reconoció el Papa Pío XII que le premió con el Gran Collar de la «Suprema Orden de Cristo», condecoración que a pesar de los vaivenes vaticanistas y las posibles presiones políticas, no ha sido retirada.
El cardenal Omella, presidente de la Conferencia Episcopal, se entrevistó el día 3 de agosto con el nuevo ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Félix Bolaños, pero a pesar de una hora de reunión no ha trascendido nada de lo tratado, aunque dicen que se ha celebrado con “cordialidad y cercanía”, hecho que dábamos por seguro porque nunca supusimos que perdieran su savoir faire y que actuaran como el peruano Castillo.
Tratándose del día que era, el Príncipe de la Iglesia le habrá recordado al importante miembro del gobierno, la barbaridad ocurrida en el Pilar el mismo día hace 85 años, y habrá advertido muy seriamente que se abstengan de realizar algo similar en el Valle……¿Lo dudan? Quizás, porque Vds. tienen suficientes pruebas de que en España en estos últimos años, el poder político se ha impuesto sin ningún respeto sobre la sociedad, esta sociedad actual tan conformista que, hablando de dudar, dudo que saliera a protestar, de forma tan espontánea y masiva como aquel 3 de agosto de 1936 para defender los valores que tradicionalmente habían venido practicando, de modo que entre el poder y los que lo acatan con docilidad, se cumplirá la máxima de Chesterton:…..“Los hombres terminan arrojando la libertad y la humanidad con tal de poder luchar contra la Iglesia«.
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