ANTEAYER nos impresionaba el absoluto vacío de las calles pamplonesas, vacías incluso de la minoría que hoy comienza a reaccionar contra la vacuna impuesta a los niños (mejor sería decir los hijos) sin permiso paterno.
Pues bien, HOY nos ha impresionado la mucha gente que, después de año y medio de mentirosa pandemia (no por eso negamos que el coronavirus exista y haya que protegerse de él), comienza a espabilar manifestándose en la plaza del Castillo de Pamplona.
Hablo de impresiones, porque hemos comprobado de nuevo que el lenguaje del corazón funciona muy bien en la dinámica de masas.
La concentración realizada en Pamplona contra la vacuna Covid en los niños y su imposición, ha estado bien. Lo decimos teniendo en cuenta la tremenda diversidad de los asistentes, el que se haya realizado en pleno agosto veraniego por necesidades de guión previniendo el nuevo curso, el calor tórrido de verano, y la novedad del caso. Se ha cumplido el objetivo aunque, como diré, de forma algo desviada.
El Acto ha sido simultáneo en más de una docena de ciudades españolas, focalizándose como “buque insignia” en la ciudad condal de Barcelona. Ha durado una hora. Ha sido un Acto dinámico, ya declarativo justificando las razones, ya participativo gracias a un buen puñado de intervinientes llenos de activismo izquierdista.
Otro día explicaré por qué el Acto ha sido una NOVEDAD para quien esto escribe. La inmediatez y brevedad del periodismo hace que otro día desarrollemos las muchas consideraciones que se pueden hacer. Ahora sólo hacemos un apunte.
¿El objeto de la convocatoria?: la “MANIFESTACIÓN contra la vacunación en niños y la manipulación de los medios masivos de comunicación”. ¿El lema?: “Todos los padres UNIDOS”. Al pie de la convocatoria: “¡Salud con seguridad para nuestros hijos! ¡Son niños, no cobayas!”.
Aquí hay varios temas: el coronavirus en sí mismo y las medidas generales contra él, la vacunación en los niños en sí misma, y la obligatoriedad de ésta vacunación con o sin permiso paterno. La manifestación ha sido contra la vacunación de los niños y su obligatoriedad.
Había gente muy diversa, desde la que insiste en el derecho irrenunciable y primario de los padres a la educación y cuidado de sus hijos, hasta la postura o tesis libertaria o anarcoide que centra la atención en la libertad absoluta sobre el propio cuerpo y la oposición a cualquier tipo de autoridad pública. Que personas de ambas posturas estuviesen juntas, muestra la gravedad de la situación. Muestra que en este 2021 estamos abocados entre el ser o no ser.
La convocatoria era abierta a todos, y, aunque se dijo que se planteaba como Acto no político, ni de parte, sino social y abierto, las participaciones espontáneas se escoraron desgraciadamente a favor de la tesis libertaria. Incluso una señora se marchó diciendo: “¡Hemos venido al tema de las vacunas!”.
Los animadores de Bizitza Plataforma mostraron dominar el arte de convocatoria de masas. Pusieron los puntos sobre las íes, denunciando con cierta agresividad -no puede ser de otro modo-, a las instituciones del Gobierno de España y Navarra, a los políticos y sindicatos -todos ellos paniaguados-, a parte de los médicos y personal sanitario -que carecerían de libertad ante quien coloca, manda y paga de los sectores público y privado-, a los periodistas y medios de comunicación -que siguen consignas perrunas-, a la TV como instrumento de lavar el cerebro… y eso sin excepción alguna, referidos a España y Navarra
La sensación creada ha sido de un profundo rechazo al engaño, la mentira, al ocultamiento, la manipulación, el poder dictatorial, el borreguismo, el dominio de cuatro oligarcas sobre los Estados de todos los países -nosotros diremos el mundialismo y Gobierno mundial-. Casi nada y nos alegramos de que se den cuenta de ello y lo digan. Eso mismo, aunque con matices, los tradicionalistas lo hemos denunciado de la democracia liberal, que además no es representativa.
Es decir, si el conservadurismo ha tenido siempre un problema, ahora el problema lo tienen los de izquierdas contrarios a vacunar a los niños, que se han quedado sin Gobierno, sin partidos, sin sindicalistas, sin periodistas… sin nada de todo lo mucho que ha alcanzado cuando han estado directa o indirectamente al servicio de los que ahora ellos critican con tanta razón, los cinco oligarcas del mundo y sus cada vez más comparsas.
Nuestro mundo da vueltas sin encontrar sosiego, pues lo que antes decíamos los tradicionalistas a los conservadores y la izquierda, ahora lo dicen gentes de izquierda -¿por desengaño o con astucia?- al funcionamiento del actual sistema, que ven convertido en el sistema mismo. Es un espectáculo muy grato escucharles. Ahora bien, ojo que su protesta no sea aparente, para pescar en aguas revueltas o desviar la sana reacción social. Que no sea para poner tronos a las premisas y cadalsos a las consecuencias. También -y ojalá- pueden ser gente desengañada, lo que sería muy propio del estilo hispano, y ojalá pasen del desengaño a posiciones desideologizadas. Está claro que, en esta encrucijada, los tradicionalistas no podemos perder la ocasión para hacer el bien y evitar la politización izquierdista de una reacción popular que comienza. Hay que estar presentes y tomar la palabra: pero nunca estando solos en la asamblea.
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