Este es el grito desesperado de cinco mujeres afganas que, ante la toma de poder de los talibanes, han salido valientemente a protestar sosteniendo carteles en los que, en dos, puede leerse el mensaje en inglés de «hay mujeres afganas». En un vídeo del acontecimiento a través de Twitter aparecen rodeadas de talibanes armados. Temen las afganas la anulación de la mujer con la imposición, como ya han anunciado, de su ley islámica más radical.
Un poco de historia:
Los talibanes son esos seres terribles capaces de destruir su propio patrimonio como ocurrió con los budas de Badmiyan ordenada en 2001 por el entonces mollah Mohamed Omar quien, siguiendo las reglas de su religión, ordenó mediante un decreto la destrucción de todas las estatuas, incluidas aquellas de las épocas preislámicas y los derechos de mujeres y niñas.
Al esfuerzo internacional por contener sus atrocidades, contribuyó España. Más de 27.000 profesionales, miembros de las Fuerzas Armadas, la Guardia Civil y la Policía Nacional participaron durante 19 años en la misión internacional, impulsada por la OTAN y avalada por Naciones Unidas. La misión, la más larga y costosa para nuestra nación alcanzó 3.500 millones de euros, −la del séptimo país más comprometido−y lo que más duele: 105 españoles que dieron su vida porque en ese país se viviera en democracia y que, al parecer, no ha servido para mejorar la vida en Afganistán.
“Nuestro esfuerzo no puede quedar en nada ni los afganos pueden verse abandonados”, coinciden a coro los militares. Pues si, quedan totalmente abandonados y por todos. Salieron como alma que lleva el diablo, primero, el propio presidente de Afganistán, a continuación los americanos. El 12 de agosto EE.UU. y Reino Unido enviaron tropas para evacuar a su personal ante el avance del talibán; España, muy diligentemente, lo ha hecho seis días más tarde y, de momento, de las 800 personas que tenía para evacuar, parece que en este primer avión solo han llegado 55, el resto, vaga por el aeropuerto o están escondidos con miedo de que se les persiga por “colaboracionistas” al haber trabajado con los españoles.
Mientras, la opinión pública española asiste atónita a la desaparición ante la mayor crisis geopolítica de los últimos tiempos del presidente del Gobierno que a dia 18 de agosto sigue de vacaciones sin inmutarse ni participar en la conferencia internacional convocada al efecto. Así que el balance es que además del Presidente, el Ministerio de Defensa, Ministerio del Interior, miles de asesores y dos aviones militares, solo servirán para, al final, tal como temen los militares, dejar abandonados a sus colaboradores afganos.
Tal como nos temimos, lo de la Alianza de Civilizaciones que tanto predicó Zapatero, no va con los talibanes. Han llegado lanzando protestas de no tomar venganza y de que garantizarán los derechos de las mujeres, eso sí, dentro de la ley islámica, es decir, aplicarán la sharia, así que volverán a ser “el reino del terror”, con violación de los derechos humanos de las mujeres y las niñas. La ley islámica considera a las mujeres, ciudadanas de importancia menor, sometidas a la voluntad del hombre y objeto de provocación para el mismo. Es por ello que las féminas deben esconder su cuerpo, e incluso su rostro de cualquier extraño con velos completos como el burka. No pueden hablar en público y su risa no debe ser escuchada por ningún desconocido.
Durante el régimen talibán en Afganistán a finales de los 90, las mujeres sufrieron tratos vejatorios y graves violaciones a sus derechos y a su integridad, tanto física como psicológica. No podían salir de su casa si no iban acompañadas de su mahram (hombre de parentesco cercano, como padre, hermano o marido); no podían trabajar y la atención médica que podían recibir era muy precaria, ya que un médico varón no podía explorar el cuerpo de una mujer. Se reservaban pocos puestos para mujeres médicos y enfermeras, incapaces de atender al gran número de féminas que necesitaban atención sanitaria.
Las mujeres inclumplían la ley si enseñaban el rostro o los tobillos, utilizaban cosméticos, salían de casa solas o trataban de estudiar, y, por supuesto, si cometían adulterio. En estos casos eran sometidas a duros castigos físicos que, en muchas ocasiones, acababan con su vida, como por ejemplo el caso de una chica llamada Rukhshana, de la provincia de Ghor, que acusada de adulterio en 2015, se escapó de casa. Huía de un matrimonio forzado, cuenta la periodista afgana, Joya. El chico que la acompañaba recibió 100 latigazos por ‘insolencia’ por el mismo delito, pero Rukhshana fue lapidada hasta la muerte.
Si la persona no les merece ningún respeto, la palabra femenina menos, no tiene ningún valor ante el tribunal; los crímenes que establece la ‘Sharía’ solo pueden ser probados por hombres. Así, si una mujer presencia un crimen, no puede ejercer de testigo. De hacerlo, podría ser sometida a latigazos.
Zahra Joya, de 28 años, es periodista. Su camino para lograrl estuvo lleno de dificultades. De niña, durante el régimen talibán de los años 90, se vio obligada a vestirse de chico para poder ir a la escuela. «Los talibanes habían cerrado todas las escuelas de niñas y sólo podían ir los niños. Yo me empeñé en estudiar, así que me vestí de chico y adopté el nombre de ‘Mohammad’ y me matriculé en la escuela». Consiguió el título y siguió con su lucha: «Había muy pocas mujeres periodistas en Kabul y, a menudo, era la única mujer periodista en una redacción. «Apenas había reporteras que cubrieran actos políticos o ruedas de prensa, a pesar de tratarse de historias que nos afectan mucho».
Creó una web: Rukhshana Media llamada así en recuerdo de aquella joven lapidada. En ella escriben varias reporteras que cubren los derechos de las mujeres mientras se estrechaba el cerco de los talibanes contra ellas. Ahora teme que cierren la web y que por ser mujer y periodista en Afganistán tendrá que vivir escondida porque “los talibanes vienen a por mí”. Las mujeres periodistas corren un mayor riesgo de ser asesinadas debido a los temas que cubren y a que desempeñan un papel público que según la sharia no les está permitido. En diciembre, una periodista de televisión y defensora de los derechos de la mujer fue asesinada a tiros junto con su chófer. A medida que los talibanes ganaban terreno en el país, las periodistas se veian obligadas a trabajar en secreto, y bajo distintos seudónimos para ocultar su identidad.
Y es que las mujeres bajo los talibanes han dejado de ser personas, no son seres humanos, solo son un fardo, un paquete, una masa, una sombra…Cuerpos indistinguibles porque debajo de la cárcel que representa el burka, han perdido su personalidad, su individualidad, sólo vienen a ser un talego, son bultos. Debajo del burka no se sabe quien está, por eso las cinco valientes gritan “Hay mujeres afganas”. En una entrevista en una televisión europea una joven afgana decía que bajo el burka ella se sentía como un pajarillo en una jaula. “No le importamos a nadie”, otra joven se lamenta. “Moriremos lentamente en la Historia”. Millones de mujeres y niñas afganas claman contra el abandono de una comunidad internacional que las ha dejado solas ante la misoginia de los talibanes.
Exacto: abandono, indecisión, cobardía, la actitud de los políticos recuerda la “política de apaciguamiento” de Arthur Neville Chamberlain ante los preliminares de la II Guerra Mundial. Mucho interés por el diálogo, la paz…para llegar a una brutal guerra poco después. ¿Ocurrirá así en Afganistán? Las riquezas en litio, tan codiciado por China, así lo hace temer.
Y mientras tanto, en España el flamante Ministerio de Igualdad y todo el grupo feminista se preocupan de que las niñas no deben ir de color rosa, de obligar a decir matria por patria, para así desvirtuar el significado de esta palabra; del heteropatriarcado, el aborto, la transexualidad y últimamente, prohibir los toros en Gijón porque dos toros llevaban por nombre “Feminista” y “Nigeriano” y según la alcaldesa, con ello “se han saltado varias rayas”, pero parece que ninguna con los abusos a menores de centros comunitarios.
“La Alianza de Civilizaciones, el “no a la guerra” de la plebe de la ceja fue el primer estertor del papanatismo chupi-guay. «Las feministas que querían cambiar el mundo enseñando las tetas en las iglesias han estado todo este siglo defendiendo el burka como elección libre de las musulmanas frente a la islamofobia de los fachas». «Los satanes de la yihad disparan hoy sin oposición porque los espantajos del buenismo que felicitan el Ramadán y no la Nochebuena creen que nuestros militares sobran y que las bombas se combaten con petaladas y nubes de algodón dulce». Y ahora se mesan los cabellos y piden las sales, que vienen los talibanes”
Por último las incongruencias de la flamante ministra de Igualdad, la feminista Montero que ha decidido interrumpir sus vacaciones y dedicarle unos minutos al drama de las mujeres afganas. «Las mujeres afganas llevan décadas viendo sus derechos fundamentales vulnerados», ha tuiteado la ministra. Pero lo más grave es cómo desprecia el papel fundamental que han jugado las fuerzas militares en la defensa de los derechos de la mujer en Afganistán: «Una violación de Derechos Humanos que ahora se ve duramente agravada. Ninguna intervención militar ha servido para evitarlo». Conviene recordarle que 105 militares españoles dejaron su vida en el empeño y debería mostrarles más respeto.
¿Y qué solución propone para proteger a las mujeres?: «Establecer vías de entrada legales y seguras y agilizar la acogida es indispensable para proteger a las mujeres y niñas afganas». Una solución válida si no fuera porque resulta prácticamente imposible su traslado a la vida real con los talibanes en el poder. ¿Cómo van a conseguir salir las mujeres de Afganistán de forma «legal y segura» si no se atreven ni a salir a la calle por miedo a los talibanes? Una salida muy propia del grupo, como la del líder de IU –A, Toni Valero, que compara a Plácido Domingo con los talibanes tras ser ovacionado en Marbella al cantar con Marta Sánchez el himno de España. ¿Dónde vamos con esta España?
A ningún lado positivo, claro, pero nos queda la esperanza en hombres como el embajador español Gabriel Ferrán que ha decidido quedarse (“siguiendo la máxima de que el capitán debe de ser el último en abandonar el barco”), y los 17 GEOS que tienen la misión de crear pasillos de seguridad dentro de la zona del aeropuerto de Kabul hasta completar la evacuación de los colaboradores afganos. Mantener esa “cápsula de seguridad” del jefe de la legación al frente de la coordinación del plan de evacuación les exige prestar jornadas maratonianas para cumplir con su labor de facilitar que los colaboradores que figuran en la lista, pasen el anillo de seguridad de militares USA que son quienes mantienen la seguridad dentro del aeródromo. El problema para los afganos que hayan quedado fuera del recinto y, sobre todo si residen lejos del aeropuerto, es poder llegar hasta él puesto que toda su zona exterior está dominada por los talibanes, los cuales ya han causado momentos de tensión y al menos una docena de fallecidos por disparos y avalanchas. La delegación española pretende completar la evacuación de todo el personal bajo la supervisión directa del embajador y de los policías, antes de abandonar Afganistán a bordo del último avión.
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