La Monarquía es una forma de Gobierno, sí, de Gobierno, y de las más antiguas que existen. Con el tiempo esta institución ha ido perdiendo sus atribuciones en Europa, de tal manera que a día de hoy a un simple representante se le llama rey.
No obstante, el rey no debe limitarse a tener un mero papel representativo y si lo hace, es que no es rey. A día de hoy, España tiene oficialmente un monarca que lo mismo firma unos indultos a unos separatistas que la ley de la eutanasia sin el menor reparo. No hay ningún tipo de exposición pública, no hay ninguna opinión, no hay nada. España hoy día tiene un jefe de Estado que es absolutamente inoperante. Es que no hay ninguna utilidad, más allá de la pura fachada, la pose, la impostura.
Además, parece ser que el debate monarquía- república nunca finalizará en España y hay también quien se dice orgullosamente no ser monárquico, sino “juancarlista” y ahora “felipista”, es decir, entendiendo la Corona como un medio, como una circunstancia y no como una realidad que pueda consolidarse en el tiempo. Todo ello procede del falso papel, del falso nombre que se le ha dado y se le viene dando a la monarquía en España desde el siglo XIX con la entrada del liberalismo.
Las naciones contaminadas por el espíritu liberal como Francia o Inglaterra le fueron progresivamente quitando prerrogativas a la monarquía, hasta llegar en el caso de Francia a acabar con ella. Por supuesto, esa contaminación llegó a España en el papel de las monarquías constitucionales, primero les quitaron a los monarcas los poderes legislativos, para luego dejarles tan solo los ejecutivos. Finalmente, llegamos a la situación de hoy: Una república coronada; con el rey como jefe de Estado sin ningún tipo de poder o de autoridad. La legitimidad real de la monarquía, como ya señaló Bossuet en su obra Política de las Sagradas Escrituras, es el de la elección divina, es decir, que el rey es rey porque ha sido designado por Dios para ello. Se puede estar a favor o en contra de esto, pero esta es la realidad y el fundamento básico de la monarquía; y lo coherente es que si el monarca ha sido elegido por Dios para representar a la nación, también sea capaz de gobernarla, pero aquellos que simplemente se quedan de brazos cruzados firmando leyes injustas o avalando con su rúbrica gobiernos funestos jamás podrán ser llamados reyes legítimos y en su caso, deberán ser tratados como lo que son: usurpadores.
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