«Somos quienes éramos. Estamos donde estábamos. En primer término, católicos, apostólicos, romanos…..; por encima de todas las cosas, Dios y la Iglesia, cuyas doctrinas y mandatos acatamos ciegamente”(Fructuoso Pérez Márquez, mártir)
Es sabido que la implantación del Estado liberal en España estuvo acompañada de manifestaciones anticlericales a lo largo de todo el siglo XIX. No obstante, fue sin duda la II República el momento de mayor eclosión del anticlericalismo en la Historia de España. Desde el primer momento, se produjeron varios incidentes anticlericales (quema de conventos e iglesias, asaltos, amenazas…) que se generalizaron tras la sublevación militar.
Se agudizó el anticlericalismo y consecuentemente la persecución y en muchos casos eliminación física de las personas relacionadas con la Iglesia Católica, y la supresión masiva de los símbolos que recordaban a esta religión, en muchas ocasiones tesoros artísticos imposibles de recuperar. Más dolorosas fueron las muchas vidas truncadas en toda la España republicana como las que hoy recordamos de un solo lugar martirial de Almería, La Garrofa. En otro momento hablaremos de los que causaron en el “barranco del Chisme”, los pozos de Tabernas y el Tahal o en el mismo cementerio de la capital; en total, 465 asesinados, que NO muertos en acción de guerra.
Así fueron los hechos. El 21 de julio de 1936, soldados del Batallón de Ametralladoras nº 2, carabineros, guardias civiles y unos treinta civiles vinculados a grupos derechistas, iniciaron la insurrección militar en la capital de la provincia, pero el gobernador civil Juan Ruiz- Peinado Vallejo, de I.R. facilitó la actuación del frentepopulismo permitiendo a las organizaciones obreras concentrar a obreros del Bajo Andarax y del norte de la provincia y situarlos estratégicamente en las principales calles y edificios de la ciudad. Esto, unido a la indecisión del gobernador militar el teniente coronel Juan Huerta Topete, permitió que la lucha se equilibrara hasta la llegada del destructor Lepanto con el capitán de fragata Valentín Fuentes López al frente, quien amenazó con bombardear el cuartel desde el buque.
Huerta Topete mandó entonces izar bandera blanca en la Alcazaba. La Comandancia de la Guardia Civil, último reducto sublevado, se rindió un par de horas después. A partir de ese momento, el protagonismo lo adquirieron los sindicatos y partidos obreros y la provincia de Almería quedó en el bando republicano toda la guerra civil. En aquellos primeros días se detuvo a centenares de personas relacionadas con los partidos de la derecha, como Lorenzo Gallardo Gallardo, José López Quesada y Rafael Calatrava Ros, componentes destacados de Acción Popular en Almería. Miembros de otros partidos derechistas como la Comunión Tradicionalista, Falange Española y el Partido Agrario también fueron detenidos y, por supuesto, todos los religiosos que pudieron ser localizados en los pueblos y en la capital de la provincia.
La máxima expresión de poder la detentó el Comité Central Antifascista formado por socialistas, comunistas y anarquistas y los comités municipales más las patrullas procedentes de Málaga y levante, y con ellos la arbitrariedad y la violencia se generalizó muy pronto hasta el punto que el gobernador Ruiz-Peinado Vallejo, sintiéndose incapaz de controlar la situación, marchó a Madrid para entrevistarse con los representantes del Gabinete Giral a fin de solicitar medios para hacer realidad la reconquista del poder por parte del estado republicano. No obtuvo ni medios ni control alguno, solo que fue sustituido con carácter interino por otro republicano también de I.R. Juan Carretero Tonda, quien durante su interinidad, tampoco demostró una gestión eficaz, de modo que siempre ha quedado la duda de si esa inacción en controlar tanto desmán, no fue quizá con consentimiento del gobierno central.
Frente a la idea de que la represión fue espontánea y no organizada, lo que ocurrió en Almería demuestra lo contrario. Al menos, consta que las sacas que se cometieron a partir de 1938, eran supervisadas directamente por el entonces Gobernador Civil de la provincia, el socialista Eustaquio Cañas Espinosa, quien, desde el primer momento, estuvo decidido a cumplir uno de sus principales objetivos: relanzar la persecución contra la quinta columna, a la que los dirigentes del Frente Popular almeriense juzgaban muy activa. Según los testigos, el gobernador en persona asistía a estos actos previos a los asesinatos con “visibles muestras de regocijo”
Desde los centros políticos de todos los municipios, los prisioneros fueron trasladados a la Prisión Provincial que, en pocos días quedó saturada. Para seguir recibiendo presos se habilitó como cárcel el convento de las Adoratrices, incautado por los republicanos al comienzo de la guerra, pero la medida resultó insuficiente y pocos días después, las bodegas de los barcos mercantes Capitán Segarra y Astoy Mendi fueron utilizadas como celdas. Posteriormente utilizaron locales de una antigua fábrica de azúcar –el Ingenio− y la planta superior del Colegio de la Salle, convertido en Cuartel de Milicias, para poder encarcelar tan gran número de presos.
La madrugada del 15 de agosto el Comité de Presos, teóricamente subordinado al Comité Central, ordenó la saca de 27 presos del barco Astoy Mendi que, con nocturnidad y alevosía, fueron conducidos a la cala de La Garrofa, para, una vez lastrados y arrastrados por barcas, perecieran ahogados y desaparecieran en el fondo del mar sin dejar rastro. Su desconocimiento del efecto de las mareas y los cambios periódicos que ejercen en el nivel del mar, les hizo no percatarse de que algunos cuerpos podrían ser devueltos a tierra, como así sucedió en las playas del Zapillo en la desembocadura del río Andarax.
Para recordar la memoria de los asesinados, el 20 de noviembre de 1954, siendo Gobernador Civil Ramón Castilla Pérez, se inauguró frente a la playa un mausoleo en honor de las víctimas, con una lápida donde aparecían sus nombres, una cruz que coronaba el monumento y se añadió también una lápida de mármol de 50 centímetros por 60, con la estampa de la Virgen del Mar, Patrona de Almería, realizada por José Sáez.
Actualmente, el conjunto monumental presenta un estado de deterioro evidente. La placa de exaltación a la Virgen del Mar desapareció hace tiempo así como los emblemas de hierro que se utilizaban en el ejército nacional. Fue arrancada también la lápida con el nombre de los 27 caídos en la que constaba: «Siendo víctimas del odio los nuestros no cayeron por odio sino por amor”.
Al tiempo que arrancaban partes sustanciales de este monumento, se pedía la restauración del dedicado a los mártires de la Libertad también llamado «Monumento a los Coloraos» que se encuentra situado en el centro histórico de la ciudad, en el interior de la plaza de la Constitución, conocida popularmente como «Plaza Vieja». Esos “coloraos”, fueron un grupo de veintidós combatientes de ideología liberal, que el seis de agosto de 1824, procedentes de Gibraltar en un bergantín británico llamado Federico y ataviados con el uniforme rojo de la Marina Real británica, (de ahí el nombre de “coloraos”), con el fin de emular el pronunciamiento de Riego, intentaron restablecer la Constitución de 1812. Sin embargo, este pronunciamiento no tuvo éxito y los mercenarios fueron fusilados el día 24 de ese mismo mes, En esta expedición se encontraban también Claude-François Cugnet de Montarlot y Benigno Morales, editor del periódico satírico «El Zurriago», enemigo delator de la represión dentro de la mejor tradición de periodismo polémico y revolucionario.
El Ayuntamiento democrático de Almería dice rendir homenaje a todos los héroes. Reconoce a los que murieron hace 197 años, pero su memoria no le da para reconocer a aquellos que fueron asesinados hace 85. Podemos suponer que la amnesia sea debida a que los autores del martirio fueron grupos de izquierda.
Nosotros sí queremos rendirles homenaje, por eso, les relacionamos para que quede constancia de sus personas porque aunque de muchos desconozcamos sus más elementales rasgos biográficos, tenemos la confianza de que ¡Ante Dios nunca será héroe anónimo!
Relación de mártires de La Garrofa asesinados por republicanos la noche
del 14 al 15 de agosto de 1936:
Dos carlistas:
Fructuoso Pérez Márquez: Fue terciario de la orden de los Dominicos y redactor del diario almeriense La Independencia, fundado en 1908, en el que con los años llegaría a ser director del mismo. Bajo su dirección declara su posición en 1931 ante el nuevo régimen: «somos quienes éramos. Estamos donde estábamos. En primer término, católicos, apostólicos, romanos. Nuestra actuación, con Monarquía o con República, será en adelante lo que ha sido hasta hoy; por encima de todas las cosas, Dios y la Iglesia, cuyas doctrinas y mandatos acatamos ciegamente». En 1934 ingresó en la Comunión Tradicionalista y el periódico pasó a formar parte del grupo editorial carlista Impresora Bética.
A comienzos de la guerra civil fue detenido y encarcelado y el diario, clausurado.
Juan José Vivas–Pérez Bustos: Cursó la carrera de Farmacia en la Universidad de Granada, siguiendo, en todo, el ejemplo de su padre, el reconocido farmacéutico don Juan José. De él aprendió una profunda Fe, encarnada en eficaces obras de amor al prójimo. Su progenitor fundó en Almería una Escuela Reformatorio; dos escuelas del Ave María en el Quemadero y Pescadería; así como el comedor de la Tienda Asilo y el diario católico La Independencia.
Continuó con las fundaciones de su padre, que sufragaba gracias a su negocio farmacéutico y abrió una nueva escuela en el Barrio Alto. Muy preocupado por los ataques laicistas, e impulsado por los Obispos almerienses, continuó siendo el dueño de La Independencia. Odiado por ello, le incautaron la Farmacia y hasta su propia casa de la que echaron a su mujer y sus tres hijos, el pequeño de solo tres meses. Detenido fue enviado al convento de las Adoratrices. Un niño de sus escuelas recordaba: « Cuando le detuvieron le quitaron el rosario que llevaba siempre, por lo que haciendo nudos en una pequeña cuerda se hizo uno en la prisión. » Su delicadeza para con los demás llegó al extremo de tramitar, desde la cárcel, el finiquito a sus empleados. A principios de agosto lo llevaron al barco Capitán Segarra, donde sufrió tortura y fue obligado a limpiar inmundicias.
Murió dirigiéndose a sus verdugos: «He vivido como cristiano y por cristiano me matáis. Para Dios nací y para Dios muero. ¡Viva Cristo Rey! »
Un republicano:
José Guirado Román fue un político y periodista Durante la Dictadura de Primo de Rivera fue alcalde de la localidad de Cuevas del Almanzora. Hombre de posiciones políticas volátiles, con posterioridad se afilió al Partido Republicano Radical en cuyo organigrama ocuparía una importante posición, como presidente provincial. En 1934 fue elegido presidente de la comisión gestora de la Diputación provincial de Almería, cargo que ejercería hasta 1936. En 1935 fundó el diario La Voz del cual también iba a ser propietario y director. En él ejerció como órgano provincial del Partido Radical en Almería Tras el comienzo de la Guerra Civil a pesar de su vinculación republicana, el diario fue clausurado y él detenido y encarcelado hasta ser asesinado en La Garrofa.
Un miembro de la Asociación Católica de Propagandistas::
Luis Belda Soriano de Montoya: Su padre, que trabajaba en la organización del XXII Congreso Eucarístico Internacional, falleció cuando él tenía diez años. Siendo muy joven ingresó en la Asociación de San Vicente de Paul donde colaboró dando conferencias y visitando a los enfermos. Tras una brillante oposición, fue nombrado Abogado del Estado con plaza en Almería. El diez de agosto de 1925 contrajo matrimonio con doña Josefa Alberti Muelle, hermana pequeña del poeta Rafael Alberti, con quien tuvo seis hijos.
Se hicieron muy amigos del Obispo de Almería, fray Bernardo Martínez Noval, participó activamente en la Asociación Católica de Propagandistas y en las Conferencias de san Vicente Paúl, así como en el Consejo Diocesano de Prensa desde el Sínodo de 1929, en la ciudad organizó conferencias para promover la santidad del matrimonio y denunciar el crimen del aborto. Al estallar la violencia anticlerical en 1931, se lanzó a defender a la Virgen del Mar y al Sagrado Corazón de Jesús. El creciente clima de hostilidad religiosa le impulsó a vincularse a Acción Popular, partido promovido por el cardenal Herrera Oria en el que llegaría a ser presidente de la Junta Provincial de Reforma Agraria.
No le sirvió de nada su parentesco con el importante poeta comunista. Entre julio y agosto de 1936 le quitaron su título de abogado y su casa y él detenido y encarcelado en el barco Capitán Segarra hasta la noche del 14 al 15 de agosto. Dos meses después se encontró su cuerpo en la playa del Zapillo.
.Un miembro de Falange Española:
Julián Fernández Bueso: Secretario provincial de Falange
Y los restantes mártires de los que no tenemos constancia ni de su adscripción política ni religiosa:
Angel Alcaraz Carretero, Antonio Bascuñana Giménez, Leonardo Flores Díaz, José Fornieles Navarro, Juan Gallardo del Rey, Antonio Lao Martínez
Juan Jurado Clemente, Miguel Maldonado Matienzo, Alfredo Márquez Martín, José Medina Payán, Francisco Oliveros del Trell, Indalecio Palenzuela Palenzuela, Pastor Puig Peña, Francisco Ruano Úbeda, Diego Ruiz Morata, Juan Sáez Mirón, Eusebio Toranzo Martínez, Andrés Santos Martínez, Francisco González Vera.
Y como al parecer la saca de de mártires de uno por familia les parecía tedioso e insuficiente, decidieron ampliarlo. Así que a la familia Díaz Aguilar le arrebataron de golpe sus tres jóvenes hijos:.
Ricardo, José María y Miguel Díaz Aguilar
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