Aunque el mundo de hoy es bastante aversivo a la religión y a sus ritos, en Canadá, sin embargo, se llevaron a cabo varios ritos que tenían el propósito de «enterrar las cenizas del racismo, la discriminación y los estereotipos con la esperanza de que crezcamos en un país inclusivo donde todos podamos vivir en prosperidad y seguridad».
¿Cómo lo hicieron? Quemándo más de 5000 libros, entre historietas, cómics y novelas, Pocahontas y Tintín entre las víctimas, allá por el año 2019 y usando sus cenizas como abono orgánico, pero que hasta ahora ha salido a la luz pública, según lo dio a conocer una investigación de Radio Canadá. Se tenía previsto quemar otros 200 libros, pero este miércoles recién pasado no se realizó debido al escándalo que ha provocado.
Si uno considera el porqué de estos actos anacrónicos, el más relevante (en boca de los impulsores) es que «transmitían prejuicios negativos sobre los pueblos indígenas». Es decir, ideología indigenista en estado puro. De acuerdo a una de las promotoras de estos hechos, Suzy Kies «los personajes indígenas eran presentados en dichos libros como «poco fiables, holgazanes, borrachos, estúpidos… Cuando se perpetúa este tipo de imagen en la mente de los jóvenes, es difícil deshacerse de ella».
Más allá de la soberana estupidez de quemar libros con lo que supuestamente acabarán por completo con ese racismo, estereotipos y todos los males de los pueblos indígenas, que, por supuesto, no va a solucionar ningún mal, lo determinante es el daño que le ocasionan a los niños y la deformación de sus mentes que producen los sistemas de adoctrinamiento modernos, embebidos de ideología y que se la hacen digerir a los pequeños campantemente.
¿Por qué no se consideran estos actos como una violación a los derechos de los niños? ¿Por qué no se tipifica como abuso de poder o cualquier otra forma de opresión tal y como se hace con las minorías que supuestamente viven oprimidas? Todo esto solo revela el nivel de idiotización, insensatez e irracionalidad de las sociedades contemporáneas y el evidente peligro que reportan las ideologías hegemónicas.
Lo peor del caso es que la quema de estos libros fuera llevada a cabo en centros de enseñanza católicos quienes tenían «planeado realizar más quemas de libros en sus escuelas, pero la pandemia afectó este plan». Es a veces inverosímil cómo muchas instituciones católicas se prestan para este tipo de estupideces creyendo que le hacen un favor a la sociedad por sentirse que están con los que sufren «injusticias». ¡Que el Señor nos agarre confesados!
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