Fulanito está hablando con Menganito en la terraza de un bar, y le dice:
―Oye, ¿sabes que el otro día estuve tomando unas birras aquí con un extraterrestre?
―¡No me digas! ―responde menganito, con rostro estupefacto―. Y, oye, ¿tienes alguna foto o algún vídeo del encuentro?
―¡Negacionista! ―le grita Fulanito, ante aquel requerimiento.
Hay otra versión circulando por ahí, en la que ese tal Fulanito le dice que ha visto un elefante rosa volando. Cuando Menganito le pide algún documento gráfico, el otro le espeta también eso de «¡Negacionista!».
Desde que el mundo es mundo ―no como ahora, que sobrevivimos en un inframundo pestilente y sulfuroso― se ha dado por hecho quien afirma la existencia de algo es quien debe proporcionar pruebas de lo que afirma, en vez de ser los que niegan ese algo quienes tengan que demostrar su no existencia. Con lo cual, en el caso de la gilidemia no se nos puede llamar negacionistas a nosotros, ya que ellos son los AFIRMACIONISTAS.
Como feroz disidente de la circodemia, yo ni niego ni afirmo la existencia del putovirus, solo que, hasta que no se me demuestre que el gilivirus ha sido aislado, purificado, y cultivado siguiendo los postulados de Koch, no puedo creer en su existencia real. Hasta el día de hoy, 93 instituciones científicas que han sido requeridas para que presenten pruebas de que tienen el Wallyvirus asilado han contestado diciendo que no tienen registro de ese hecho, y lo mismo empiezan a decir ya organismos como el CDC: la repanocha.
Como disidente de los afirmacionistas, yo no niego que pueda existir un «síndrome COVID», una enfermedad que cursa con una sintomatología inflamatoria, productora de problemas sanguíneos y respiratorios ―por los coágulos pulmonares, no porque esa enfermedad se transmita por el aire y afecte a las vías respiratorias―, pero lo que está por demostrar es que se síndrome se produzca debido al contagio de un virus que nadie ha visto todavía. Esto es lo que negamos los llamados «negacionistas».
Negacionismo que es la base de la disidencia, que consiste mayormente en decir un rotundo NO a las mentiras, a las componendas, a los contubennios mediáticos, a la kulturbasura, al «brainwashing», a las ideologías luciferinas, al esterkolero globalista.
Este «negacionismo» sobre el basurvirus no es el único que consta en mi extensísimo currículo de negacionista, ya que, desde que descubrí que la cuna del hombre al mecen con mentiras, desde que escalé el Himalaya de mentiras, no he dejado títere con cabeza, y mi tendencia negacionista es ya merecedora de algún reconocimiento «Guinness».
Niego que los niños vengan de París en el pico de una cigüeña volandera.
Niego que existan los Reyes Magos.
Niego que el cambio climático se deba a la acción del hombre.
Niego que el hombre haya llegado a la Luna.
Niego que los egipcios construyeran las pirámides.
Niego que el hombre proceda del mono.
Niego que en España hayamos tenido una democracia auténtica tras la muerte de Franco.
Niego que alguna vez haya existido, en ningún país, algún sistema político que pueda llamarse «democracia».
Niego que los gobiernos estén ahí para procurar el bienestar de sus ciudadanos, ya que están para todo lo contrario.
Niego que los atentados del 11S se debieran a un contubennio del islamismo radikal.
Niego que los atentados del 11M en Madrid fueran perpetrados por la ETA.
Niego que la vakuna sea segura y eficaz… niego que sea una vakuna.
Niego que los PCRs sirvan para algo que no sea perforar el cerebro de los borreguitos y sacar falsos positivos para sembrar el terror en los borregomatrix.
Niego que el satánico 5G sea un adelanto para la humanidad, ya que no es sino un arma mortífera creada para robotizar y esclavizar a la especie humana.
Niego que esas personas embozalada, asustadas, acojonadas que veo deambular patéticamente por todas partes sean españoles de pro, esos valientes acrisolados en el «¡Santiago y cierra España!».
Niego que la Revolución Francesa sea otra cosa que no sea una conspiración masónica cuyo objetivo era el propósito illuminati de acabar con las monarquías y con la Iglesia… nada que ver con los mantras de liberté, igualité, fraternité y esas zarandajas.
Niego que la Segunda República fuera legítima y democrática, ya que fue un intento de convertir España en el segundo régimen comunista de la Historia, después de Rusia.
Niego la leyenda negra de España, gigantesco Himalaya de mentiras urdido por sus enemigos para intentar ganar en el terreno de las ideas lo que no pudieron conseguir en los campos de batalla,
Niego que la Inteligencia Artificial esté encaminada a procurar el bienestar de los seres humanos, sino a proporcionar a las élites un instrumento de esclavización y deshumanización.
Niego que el impresentable montonero Bergoglio sea el verdadero Papa, y que los sacerdotes bergoglianos que ofician misas protestantizadas sean verdaderos ministros del Señor.
Niego absolutamente que esta putrefacta sociedad de consumo, que este supuesto Estado de Bienestar sirva para otra cosa que no sea la más completa deshumanización de las personas.
Me niego a dejar de ser Laureano Benítez Grande-Caballero, un hijo de Dios nacido libre, un ser humano con plenitud de derechos, llamado a la trascendencia y la vida divina.
… Y, bueno, lo diré: la Tierra sigue siendo redonda… de momento.
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