Eugenio Trujillo Villegas – Director: Sociedad Colombiana Tradición y Acción – www.tradicionyaccion-colombia.org
Se acaban de cumplir cinco años del fraude del Plebiscito del 2 de octubre de 2016. Es necesario que Colombia haga un balance real sobre las consecuencias nefastas del Acuerdo de paz firmado con las FARC, que nos va conduciendo lentamente hacia el caos, la ingobernabilidad y la atomización del orden jurídico y constitucional del País.
Todavía resuenan las palabras falsas del ex presidente Santos ante la Asamblea General de la ONU, en Nueva York, cuando afirmó:
“…para anunciar, con toda la fuerza de mi voz y de mi corazón, que la guerra en Colombia ha terminado”.
¡Qué gran mentira! Cumplidos estos cinco años, la realidad sobre el Acuerdo es que las FARC no han cumplido absolutamente nada de lo pactado. Lo que sí ha pasado es que la acción terrorista de las FARC se trasladó de las selvas a las ciudades; que gozan de la más ignominiosa impunidad; que sus actividades de narcotráfico se multiplicaron; que legalizaron su inmensa fortuna criminal; que no indemnizaron a las víctimas; y, por último, que se transformaron en cerca de 80 grupos terroristas aparentemente disidentes, que aterrorizan con sus crímenes a cada una de las regiones de Colombia.
Ahora es prestigioso denunciar esta lamentable realidad, cuando las evidencias del fraude están a la vista de todos. Lo difícil fue hacerlo al comienzo del proceso de paz en el año 2012, cuando Juan Manuel Santos traicionó a quien lo llevó a la presidencia de la República, a todos los que votaron por él, engañando al País y a la comunidad internacional.
Para consolidar su traición usó sin escrúpulos el presupuesto del Estado, compró a la clase política, sobornó al Congreso de la República y a las Altas Cortes de Justicia. Todos ellos apoyaran incondicionalmente su proceso de paz, mientras corrían ríos de dinero del Estado para comprar el respaldo de los medios de comunicación, que casi sin excepción, se convirtieron en los principales propagandistas de la falsa paz.
Fueron muy pocos los que en ese momento tuvieron el valor de enfrentar el engaño. Entre ellos, la Sociedad Colombiana Tradición y Acción, que publicó numerosos manifiestos de página entera en varios periódicos, denunciando esa demoledora maniobra de destrucción. A través de conferencias, foros, publicaciones y numerosos artículos divulgados en el país y en el exterior, esta entidad previó y denunció desde aquel entonces lo que hoy es la pura realidad.
Lo más significativo del Proceso de paz
En realidad, “diálogo” y “paz”, son dos poderosas armas de guerra, que fueron usadas sin escrúpulos para demoler a Colombia y resucitar a la guerrilla marxista. Ésta estaba derrotada por la acción eficiente de las Fuerzas Armadas y totalmente desacreditada por sus crímenes, pero gracias a la claudicación de Santos y su camarilla negociadora, se fortaleció de nuevo, amplió su dominio territorial y extendió sus tentáculos hacia la acción política.
En síntesis, el proceso de paz fue una verdadera operación de guerra psicológica para demoler y conquistar a Colombia.
Entre los muchos engaños que permitieron imponer esta falsa paz, es importante resaltar los más significativos.
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PRIMERO: Por medio de la JEP, un delirante y absurdo tribunal de justicia diseñado por los victimarios, se estableció la más absoluta impunidad para todos los crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos por las FARC. Los perpetradores de decenas de miles de asesinatos, de miles de secuestros, de centenas de atentados terroristas, de abuso y violación de niños, que además fueron reclutados para la lucha armada, fueron indultados por un tribunal elegido por líderes marxistas extranjeros, que ahora pretende enjuiciar a los policías y militares que combatieron la subversión.
SEGUNDO: Le fueron concedidas a las FARC 10 curules gratis en el Congreso de la República y pronto les darán 16 curules más. A pesar de negarlo muchas veces, el presidente Santos y sus negociadores determinaron que las FARC recibirían esas curules completamente gratis y sin haber participado en ningún proceso electoral. Y los escogidos para ocuparlas son los peores criminales de esa organización, para vergüenza y deshonor de Colombia.
TERCERO: En la práctica fueron legalizados los cultivos de coca y también la inmensa fortuna criminal de las FARC. Se prohibió la fumigación aérea de los cultivos de coca con glifosato, por orden de la Corte Constitucional, lo cual es la única forma de exterminarlos.
CUARTO: Se destinó un presupuesto absurdo de US $ 40.000 millones de dólares para la paz, equivalente a 140 billones de pesos, durante 12 años, que hace inviable nuestra economía, ahora afectada por la pandemia.
QUINTO: Santos y todos los negociadores anunciaron que el Acuerdo con las FARC sería sometido a un Plebiscito, y si éste no era aprobado, entonces se acabaría el proceso de paz. En ese Plebiscito ganó el NO, pero entre Santos, el Congreso de la República, la Corte Constitucional y la clase política, decidieron robarse el resultado y amañar la legislación colombiana para imponernos ese espurio e ilegal Acuerdo, en contra del legítimo resultado electoral.
***
Estas son las consecuencias de la falsa paz que nos impusieron. Colombia se va sumergiendo en la violencia y en la inseguridad que ya habían sido superadas y que ahora nos aterrorizan de nuevo.
La destrucción realizada en el País a partir del Paro Nacional del pasado mes de abril es otra de las consecuencias de la falsa paz. La acción guerrillera, disfrazada de “protesta pacífica”, ha realizado un nuevo “Bogotazo”, como el del 9 de abril de 1948, con la diferencia de que no destruyó apenas a Bogotá, sino que generó daños incalculables por toda Colombia.
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