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Historia

Los dos Ramiros víctimas de la barbarie «democrática»

Nos referimos naturalmente a Ramiro de Maeztu y Ramiro Ledesma, que fueron fusilados el 29 de octubre de 1936 en el cementerio de Aravaca (Madrid) hace ahora 85 años por los predicadores de la libertad y de la democracia.

Nos referimos naturalmente a Ramiro de Maeztu y Ramiro Ledesma, que fueron fusilados el 29 de octubre de 1936 en el cementerio de Aravaca (Madrid) hace ahora 85 años por los predicadores de la libertad y de la democracia.

Ramiro de Maeztu Whitney (1875 -1936) fue un destacado escritor, ensayista, novelista, poeta, crítico literario, perteneciente a la Generación del 98. Junto con Azorín y Pio Baroja formaban el «Grupo de los Tres».

De padre vasco y madre inglesa, pasó parte de su juventud en Paris y en La Habana dedicado a oficios diversos hasta que se inició en el periodismo. Autodidacta y de ideas tradicionales pero combativas, se trasladó a Madrid en 1897, un hecho decisivo en su vida literaria, ya que fue cuando inició una colaboración importante con distintos periódicos y revistas, como la revista “Germinal”, “El País”, “Vida Nueva”, “La España Moderna”, “El Socialista”, entre otros, con una orientación socialista reformista. En su juventud estuvo imbuido de una cosmovisión nietzscheana, anticlerical y darwinista social, En esos años también dio inicio a su amistad con intelectuales regeneracionistas, especialmente con Azorín y Pio Baroja, con los cuales formó el conocido como “Grupo de los Tres” y fue un exponente destacado de la llamada Generación del 98. En sus colaboraciones de prensa, agrupadas en buena parte en su libro “Hacia otra España”, examina las causas de la decadencia española, hace una crítica muy dura de la vida nacional y propone una renovación de estilo europeísta.

En 1904 se hunden los negocios de su familia en Cuba, y de 1905 a 1919 residió en Londres, donde trabajó como corresponsal para “La Correspondencia de España”, “Nuevo Mundo” y “Heraldo de Madrid”. En esa época, en 1911,,sigue a Croce y su pensamiento, como Sorel. Viajó por Francia y Alemania, y estuvo como corresponsal durante la Primera Guerra Mundial en Italia (1914–1915). Este periodo representa su fase de admiración a las instituciones británicas, ocupando su atención en numerosas disciplinas (filosofía, política, literatura, etc.) cuya actualidad acercaba al público español. Publica en inglés “Authority, Liberty and Function in the Light of the War” (1916), aparecido en castellano como “La crisis del humanismo”, donde examina los conceptos de autoridad y libertad en la sociedad moderna.

Tras su regreso a España, en 1919, tras escribir “Crisis del humanismo”, comenzó su desconfianza hacia la democracia liberal y fue cuajando su evolución hacia un tradicionalismo hispanista y católico, que se consumó durante el Directorio de Miguel Primo de Rivera, al que aceptó representar como embajador en Argentina (1928). Allí tuvo ocasión de tratar con Zacarías de Vizcarra, el introductor en 1926 de la idea de la hispanidad que Maeztu asumió como propia y después abanderó. En esos años mantuvo su concepto de decadencia, esencial en la actitud intelectual de los hombres del 98, e intensificó su defensa de los valores católicos y de las tradiciones hispánicas. Como hombre del 98, fue amigo de Ortega y Gasset, Unamuno, Pio Baroja, etc

En 1931, y desde los días previos a la proclamación de la II República colaboró en el movimiento y en la revista “Acción Española” (que él propuso denominar “Hispanidad”), basada en el tradicionalismo unitario y católico, y desde donde critica la democracia y la subversión de valores, escribiendo también la presentación de la misma, que se publicó sin firma, y mereció el Premio Luca de Tena otorgado por el diario “ABC”. Desde el número 28 de la revista “Acción Española”, Maeztu figuró formalmente como su director, y lo fue hasta el último número, en junio de 1936.

En esta última fase, en su pensamiento se intensifica su relación con el viejo tronco del pensamiento tradicionalista español (Donoso Cortés, Marcelino Menéndez Pelayo, etc.), y mantiene afinidades con los teóricos del integralismo lusitano. Este ideario en pro de la civilización hispánica y católica, desarrollado en sus artículos en “Acción Española”, fue recogido en su libro “Defensa de la Hispanidad” (1934), que se convirtió en su obra más influyente y en exponente de doctrina, un libro polémico que le llevó a ser considerado como un “apestado” por la prensa de la época. Eugenio Montes, que alabó este libro de Maeztu, recibió de éste una carta en la que le decía: “No vuelva Ud a hacerlo, no me cite, no me mencione. Es Ud muy joven y no tiene derecho a que le cerque el silencio como a mí. Soy un leproso”.

Por lo que respecta a su obra, aunque Maeztu escribió aisladamente poesía, algún cuento, una novela (“La guerra del Transvaal”) y una obra de teatro inédita (“El sindicato de las esmeraldas”), su tarea fue básicamente la de un periodista que pone su prosa al servicio de unas ideas. Algunos de sus artículos fueron recogidos en libros, aunque no todos: “Hacia otra España” (1899), “La crisis del humanismo” (1919), “Defensa de la Hispanidad” (1934) y “Defensa del Espíritu” (póstuma). De este último libro póstumo que empezó a escribir sólo logró terminar la primera versión en la cárcel, antes de su asesinato. En él escribió: “Frente al liberalismo que atomiza al hombre y el marxismo que le quita el alma, redescubrir la dignidad del hombre, la familia y la nación, revestidos de todos los derechos que exijan sus deberes y sin otro derecho que cumplir con su deber”.

Entre sus ensayos de carácter literario: “Don Quijote, Don Juan y La Celestina” (1929) — una meditación acerca de Don Quijote como héroe de una España decadente, de Don Juan como vacío espiritual y de La Celestina como degradación — y “La brevedad de la vida en la poesía lírica española” (1935), pronunciado como discurso de ingreso en la Real Academia Española. Tomista renovador y seguidor de la lógica kantiana.

El pensamiento de Ramiro de Maeztu da primacía a los valores y los principios frente a lo contingente y frente al relativismo liberal y democrático.

Militó en el partido monárquico Renovación Española, desde el que se significó por su oposición al régimen de la II República, del que fue diputado en las Cortes por Guipúzcoa (1933–1935).

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Al inicio de la guerra civil española estaba en Madrid, fue detenido sólo por sus ideas por milicianos republicanos y encerrado en la madrileña cárcel de Ventas el 30 de julio de 1936. Murió fusilado en el cementerio de Aravaca el 29 de octubre de 1936.

Sus últimas palabras fueron: «Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero: ¡Para que vuestros hijos sean mejores que vosotros!».

Ramiro Ledesma Ramos (1905-1936), conocido como intelectual y pensador, fue también un gran activista desde que dio un giro de su vida intelectual a la acción política comenzando como fundador del nacionalsindicalismo y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas (J.O.N.S.) en 1931, director de la revista doctrinal “JONS” (1934), y autor de dos libros ideológicos esenciales para el nacionalsindicalismo español: «Discurso a las juventudes de España» y «¿Fascismo en España?»(1935).

En Ramiro Ledesma se pueden distinguir tres épocas: la literaria, la filosófica y la política. 

Ramiro Ledesma tenía una formación intelectual muy sólida. Nacido en el seno de una familia de maestros, se licenció por la Universidad de Madrid en Filosofía y Letras, y en Ciencias Físicas y Matemáticas. Fue discípulo de José Ortega y Gasset, y profundizó en el estudio del filósofo alemán Martin Heidegger. Además llevó a cabo una intensa labor editorial y colaboró como articulista en revistas como “La Gaceta Literaria”, “Revista de Occidente”, El Debate”, “La Nación”, “Informaciones” y “Heraldo de Madrid”. Escribió de joven su única novela, “El Sello de la Muerte”, así como diversos relatos, ensayos como «El Quijote y nuestro tiempo» o “El escepticismo y la vida”. Tradujo el «Mathematische philosophie» de W. Brand y M. Deutschbein. 

Ramiro recibió influencias de Curzio Malaparte, George Sorel, Martin Heidegger -de quien fue un introductor en España-, Ortega y Gasset, Oswald Spengler, Nietzsche, Ganivet y Fichte, entre otros.

A partir de 1931 dio un giro a su vida para dedicarse por entero a la acción política. Así, el 14 de marzo de 1931, justo un mes antes de que se proclamara la Segunda República española, sacó el semanario “La conquista del Estado” (“semanario de lucha y de información política”) – homónimo del italiano “La conquista dello Stato”, de Curzio Malaparte -, bajo su dirección, que fue precedido de un Manifiesto político en su primer número, y en donde a su vez aparecerían las exigencias de su movimiento con sus consignas bajo el epígrafe de “Pedimos y queremos”. Hasta su clausura, sacó a las calles 23 números entre marzo y octubre de 1931. Desde dicho semanario, articuló las bases del nacionalsindicalismo. A principios de 1931 reunió a nueve colaboradores, todos ellos más o menos de su edad, quienes tenían en común su juventud y formación universitaria. Firmaron su primer Manifiesto a la luz de las velas en una oficina situada en la Gran Vía madrileña, donde se estableció la redacción de este semanario. Ernesto Giménez Caballero le dio su apoyo desde el principio y colaboró en varios números. En el citado semanario se publicaron varios textos del “Mein kampf” de A. Hitler. 

En un número de este semanario dirá: “La tierra es de la nación. El campesino que la cultiva tiene derecho a su usufructo. El régimen de la propiedad agraria hasta hoy imperante ha sido un robo consentido y perpetrado por la monarquía y sus hordas feudales”.

Durante algún tiempo, Ramiro Ledesma, tras haber pasado por la experiencia de escribir algunas novelas filosóficas dramáticas, llegó a estar cada vez más interesado por el «problema de España» que había preocupado y asustado a otros intelectuales españoles. Inicialmente se enfocó en la cultura hispánica a nivel mundial. Sostenía que el declive de España no se debía a un problema de carácter interno de la nación sino a sus derrotas externas. Por entonces había terminado de escribir los manuscritos de un libro titulado “Filosofía del Imperio” y estudiando las posibilidades de su publicación.

Puede leer:  1951. Una visita Real: Manises, capital del legitimismo

Finalmente concluyó que España no podría volver a su grandeza de antaño mirando hacia atrás, y que por el contrario necesitaba de una idea nueva y fuerte, una revolución de unidad y liderazgo central y con un programa económico revolucionario que volviera a integrar a las masas con la firme disposición de afirmar la fuerza de voluntad, la violencia y la conquista de un nuevo lugar en el mundo. Lo que España necesitaba, en suma, era algo parecido al fascismo, fenómeno entonces nuevo en Europa. 

Con el tiempo, Ramiro articuló las bases del nacionalsindicalismo, doctrina estatista y revolucionaria partidaria de la planificación económica calificada como «sindicalismo nacional» o «fascismo de izquierdas». Sus tesis están influidas a un tiempo por la línea ideológica de revolucionarios heterodoxos franceses e italianos como Georges Sorel y por algunos aspectos, prácticamente estéticos del anarcosindicalismo al que consideraba el único foco político en España que no recibía órdenes de poderes internacionalistas y que mantenía un sindicalismo revolucionario y apolítico.

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El cuarto número de “La conquista del Estado” salió con la proclama: «¡Viva la Italia fascista! ¡Viva la Rusia soviética! ¡Viva la Alemania de Hitler! ¡Viva la España que haremos! ¡Abajo las democracias burguesas y parlamentarias!

“La Conquista del Estado” subrayaba que «el individuo ha muerto» y que su meta era «el Estado colectivista», y confiaba en ganarse a sectores de la izquierda y del sindicalismo revolucionario para un patriotismo revolucionario en lo social. El ganarse a sus filas a los anarcosindicalistas era un objetivo largamente ansiado por Ramiro desde el principio, y que duró hasta el final, pero que nunca logró, y mucho menos después con el franquismo.

Su programa causaría gran revuelo entre los círculos socialistas y anarquistas españoles.

Así, en el número 14 de ‘La Conquista del Estado’, aparece una página entera dedicada al Congreso Extraordinario de la CNT, en la cual afirma Ramiro: «Hemos de estar junto a la CNT en estos momentos de inmediata batalla sindical, en estos instantes de ponderación de fuerzas sociales. Así creemos cumplir con nuestro deber de artífices de la conciencia y de la próxima y genuina cultura de España».

Ramiro hace años después, desde las páginas del número 3 del semanario “La Patria Libre”, en 1935, un llamamiento «al grupo disidente de la CNT, a los treinta, al Partido Sindicalista que preside Ángel Pestaña, a los posibles sectores marxistas que hayan aprendido la lección de octubre, a Joaquín Maurín y a sus camaradas del Bloque Obrero y Campesino», a los que les dice: «Romped todas las amarras con las ilusiones internacionalistas, con las ilusiones liberal-burguesas, con la libertad parlamentaria. Debéis saber en el fondo que esas son las banderas de los privilegiados, de los grandes terratenientes y de los banqueros. Pues toda esa gente es internacional porque su dinero y sus negocios lo son. Es liberal, porque la libertad les permite edificar feudalmente sus grandes poderes contra el Estado nacional del pueblo. Es parlamentarista porque la mecánica electoral es materia blanda para los grandes resortes electorales que ellos manejan: la prensa, la radio, los mítines y la propaganda cara».

Por último, en el último semanario que dirigió Ramiro, “Nuestra Revolución”, del que solo pudo salir el primer número el 11 de julio de 1936, entre sus artículos, podemos ver uno extenso dedicado nuevamente a la CNT titulado: “Ante la realidad nacional. Las fuerzas motrices de la transformación española: la C.N.T”.

Fue un llamamiento de dar forma a un frente unido contra el sistema, y a él acudieron numerosos dirigentes y militantes de base de la CNT y de partidos de la izquierda, entre ellos, Francisco Guillén Salaya, Nicasio Álvarez de Sotomayor, Manuel Mateo, Olalla, Pascual Llorente, Enrique Matorras, José Guerrero Fuensalida, Luis Ciudad,,…, entre otros. Todos ellos entendieron las consignas jonsistas de unir lo nacional y lo social, y juntos alzaron la bandera de la revolución proletaria nacional.

Para la difusión de sus ideas se sirvió de los 23 números del semanario «La Conquista del Estado». Inmediatamente después, y tras la creación de las JONS (Juntas Ofensivas nacional Sindicalistas) y ya con Onésimo Redondo, Ledesma se acercó a la Falange, que le condujo al triunvirato en la nueva organización unificada, FE de las JONS, por fusión de ambas formaciones políticas, junto a los dirigentes de Falange, José Antonio Primo de Rivera y Julio Ruiz de Alda, en febrero de 1934. La unificación entre dichas organizaciones surgió de la iniciativa del propio Ledesma, quien asistió al que se ha considerado como el acto fundacional de Falange Española en el Teatro de la Comedia de Madrid el 29 de octubre de 1933.

Sin embargo, Ledesma Ramos se escindió de la formación en enero de 1935, rompiendo con la Falange, interpretándose su salida desde los antiguos jonsistas como fruto de su disconformidad con la evolución de la Falange, próxima al señoritismo y al reformismo burgués y alejada de la vía revolucionaria proletaria que decían defender sus partidarios. Por su parte, la ortodoxia falangista considera que el verdadero motivo se hallaba en su desacuerdo en la no respuesta violenta de Falange a los numerosos ataques recibidos, principalmente por parte de las Juventudes Socialistas. Ambas interpretaciones tienen bastante razón. 

En cualquier caso, tras su ruptura con la Falange, Ramiro llevó a cabo un intento fallido de reactivación de las JONS como grupo independiente y se mantuvo claramente alejado de Falange, pese a que se ha dicho que prestó de nuevo su ayuda a título personal a José Antonio en la primavera de 1936 cuando éste fue recluido en prisión por las autoridades republicanas en marzo de 1936.

El 11 de julio de 1936, editó el primer y único número de su última iniciativa periodística, el semanario “Nuestra Revolución”, desde donde lanza la consigna: “Por la continuidad de nuestra nación. Contra sus enemigos y los de todo el pueblo”.

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Ledesma Ramos creó el semanario “Nuestra Revolución” con la intención de convertirlo en un canal para comunicar sus ideas: ante la crisis social que atravesaba España, sostenía que era necesario desencadenar una revolución nacional protagonizada por las masas. Para ello juzgaba necesario seducir a los disidentes de la CNT, quienes comandaban a un sector del proletariado urbano que podía organizarse para combatir a la colonización capitalista (por ese motivo también intentó ganarse el apoyo de los comunistas disidentes que desoían a las directivas del Komintern).

El primer y único número de este semanario vio la luz el 11 de julio de 1936, pese a la resistencia del taller gráfico “El Financiero”. Además de los textos de Ledesma Ramos analizando la cuestión social en su país y exhortando a la rebelión, hubo otros artículos sobre política nacional e internacional firmados por José María Cordero, Ignacio Ramos y Raúl Carballal, entre otros colaboradores, formando un equipo de redacción de nueve colaboradores en total.

Ramiro había comenzado a preparar el segundo número de “Nuestra Revolución” cuando le llegó la noticia de que José Calvo Sotelo había sido asesinado la noche del 13 de julio. A partir de ese momento entendió que se avecinaba un conflicto de gran envergadura, por lo que desistió de la idea de continuar con su última iniciativa periodística.

Tras estallar la guerra civil española, Ramiro fue detenido el 1 de agosto de 1936 y encarcelado en la cárcel de las Ventas, de donde fue sacado, junto con Ramiro de Maeztu, para ser fusilados en el cementerio de Aravaca la madrugada del 29 de octubre de 1936.

Tal vez la mejor definición de la muerte de Ramiro Ledesma, la diera Ortega y Gasset, antiguo maestro suyo, cuando se enteró de ella en París y dijo: «No han matado a un hombre, han matado a un entendimiento».

Después, durante el franquismo, su programa ideológico quedó condenado al ostracismo e inaplicado por el régimen franquista.

Ramiro de Maeztu y Ramiro Ledesma tenían sus diferencias ideológicas, pero fueron dos genios hispánicos, y ambos fueron mártires de la Idea que nos guía frente a la estupidez y la barbarie.

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