Hoy se cumplen 85 años de las Matanzas de Paracuellos. Uno de los episodios más tremendos de la guerra civil española, en la que los rojos asesinaron a sangre fría a varios miles de españoles, brutalmente silenciados bajo un mar de cruces, y encomendados a la gran cruz blanca que mira al cielo desde el cerro de San Miguel.
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En el contexto de confusiones y tensiones que vivía Madrid a los cuatro meses del comienzo de la Cruzada de Liberación Nacional, con la marcha del Gobierno a Valencia, tuvo lugar uno de los episodios más trágicos de acaecidos en la zona roja marxista. Las matanzas que ocurrieron el Paracuellos del Jarama, un pueblecito de los alrededores de la Capital de España.
A primeros de noviembre de 1936 en Madrid ya se dejó oír el ruido de la batalla, los nacionales estaban casi a sus puertas, y Azaña que asistía en un cine madrileño para ver la película soviética “los Marinos del Kronstadt”, fue interrumpido a mitad de la proyección para informarle de que las tropas de África tenían a Madrid al alcance de la mano. Se quedo denudado, e inmediatamente decidió abandonar la capital con destino a Barcelona.
Mientras tanto en Madrid, que vivía un ambiente de epopeya revolucionaria y se arengaba la población para mantener su moral con consignas como “¡No pasarán!” Y afirmaciones como “¡Madrid será la tumba del fascismo!”, “¡Hay que defender Madrid contra Petogrado!”, arengaban sus líderes marxistas.
Su caída, sin embargo, parecía ser cuestión de horas, y ante tal situación el Gobierno, encabezado por Francisco Largo Caballero, puso pies en polvorosa hacia Valencia, ante la cólera de los combatientes que la consideraban la huida como una traición. Dejando previamente confiada la defensa de la ciudad al General Miaja.
A mediados de noviembre el avance nacionalista seguía imparable. Se combatía en los suburbios. La lucha era espantosa. Las bajas fueron enormes en ambos bandos. Se luchaba por un edificio, por un piso.
Los ejércitos nacionales que atacan Madrid estaban compuestos por cuatro columnas, y ante el temor por la advertencia del General Mola de que una quinta columna operaría desde el interior de la ciudad, refiriéndose a los simpatizantes ocultos que tenía la causa nacional, la propaganda roja los denominó con el término “quinta columnista”, alertando permanentemente a que se les denunciara por ser sinónimo de saboteadores, conspiradores y espías. Razón por lo que en Madrid se recrudeció la persecución del enemigo interior.
Muchos de los combatientes estaban llenos del fervor de la “Revolución de Octubre”. Otros encuadrados en los diferentes partidos de izquierdas acrecentados con numerosos delincuentes comunes salidos de las prisiones crearon sus cárceles particulares, las tenidas chechas, en las que al amparo de los llamados tribunales populares comenzaron las capturas y los asesinatos en los famosos “paseos” de religiosos, militares y católicos, bajo la acusación de ser enemigos de la República y de la libertad. Estos pedazos de carne a los que se lloraba en secreto, eran llamados los fachas, los fascistas, los falangistas y carlistas, los besugos, cosecha que cada mañana dejaba en Madrid la “brigada del amanecer”, que dirigía Agapito García Atadell y que provocaba terror, no solo en la población antifrentepopulista, sino también a los adictos al régimen.
El Gobierno de Largo Caballero no solo se toleraban los crímenes, sino que los coordinaban y aceptaban sus acciones proporcionando el estado y dirección de los que ellos llamaban enemigos de la República.
La matanza de los presos y civiles desafectos al Frente Popular no fue algo puntual realizada por grupos de incontrolados, fue parte de un plan perfectamente premeditado. La prensa de izquierdas venía reclamando desde agosto el fusilamiento de los presos políticos. Los asesinatos que continuamente se cometían en Madrid, los cadáveres que aparecían tirados en cunetas, calles y parques, tras “los paseos”, llevaron a muchos diplomáticos extranjeros a intervenir para intentar salvar la vida de inocentes condenados irreversiblemente a muerte; pero las grandes matanzas estaban por empezar.
Los asesinatos se habían producido en lento pero constante goteo, pero en noviembre esto cambió, las primeras matanzas se produjeron en el cementerio de Aravaca con los presos de las prisiones: Modelo, San Antón y Ventas, que comenzaron a ser sistemáticamente legales.
En Aravaca fue asesinado el líder falangista Ramiro Ledesma, el intelectual Ramiro de Maeztu, al que se le atribuye la siguiente frase: “Vosotros no sabéis porqué matáis, yo si se por qué muero, porque vuestros hijos sean mejores que vosotros”.
Las líneas telefónicas estaban cortadas y se ha descubierto que los quinto columnistas mandaban mensajes a Franco por el simple método de llamar por teléfono a la parte de Carabanchel ocupadas por los nacionales y dar la información.
Con los nacionales a sus puertas y las cárceles atestadas de presos políticos y militares, las autoridades rojas comandadas por el recientemente nombrado Consejero de Orden Público Santiago Carrillo, responsable de facto de la seguridad de los miles de prisioneros encerrados y con el consentimiento tácito del Ministro de la Gobernación, Ángel Galarza, con el fin de que, si los nacionales lograsen entrar en Madrid, se encontrasen las cárceles vacías y no pudiesen liberar a los militares y civiles miembros de organizaciones derechistas, para evitar que se unieran a la quinta columna, así como sacerdotes y religiosos presos en las grandes cárceles: La Modelo, Porlier, San Antón y Ventas, y no pudieran incorporarlos a su bando, razón por la que se ordenó fueran evacuados de forma inmediata hacia Valencia, lejos del frente.
Manuel Muñoz Martínez, director general de Seguridad, ordenó, antes de abandonar la Capital, que se preparase el traslado de los detenidos. Los funcionarios de la Dirección General de Seguridad examinaron las fichas de los presos desde el día 5 de noviembre y confeccionaron la lista de los traslados; una primera saca tuvo lugar el día 7 de noviembre de 1936.
La evacuación se anunció que sería hacia Valencia, al penal de San Miguel de los Reyes, pero sobre la marcha se decide asesinar a los presos. El convoy partió hacia Alcalá de Henares, pero al llegar al cruce de la carretera de Barajas se desvió hacia el pueblo de Paracuellos del Jarama donde se iniciaron las masacres.
En los días siguientes, éstas se continúan allí mismo, extendiéndose incluso a Torrejón de Ardoz. Hay constancia documental de que la Junta de Defensa de Madrid conocía todo lo ocurrido, al menos oficialmente, y algunos de sus miembros sugirieron que estos traslados se realicen con más seguridad. Las matanzas continuaron hasta el 10 de noviembre, en que el anarquista Melchor Rodríguez García fue nombrado Delegado de Prisiones e intentó detener las sacas de presos de las cárceles madrileñas, pero ante las presiones e interferencia de los comunistas dimitió cuatro días después. Y nuevamente retomó el cargo de la situación el comunista Santiago Carrillo, lo que hizo posible que se reanudara la situación de terror en las cárceles, se continuaran las sacas y los fusilamientos hasta el 4 de diciembre, fecha en que retomó el puesto el anarquista, cuando ya habían sido asesinados 8.354 mártires, y logró detener las sacas, por cuya decidida actitud, incluso suponiéndole graves riesgos personales con los comunistas Jose Cazorla y Santiago Carrillo, logró cesar las sacas. Por todo ello fue conocido por las gentes de la derecha como “El ángel rojo”. A él se atribuye la famosa máxima: “Se puede morir por las ideas, pero nunca matar por ellas”.
No se sabe el número exacto de los mártires enterrados en Paracuellos. Existen diferentes estudios , pero ante la disparidad de los resultados solo afirmo que estos fusilamientos han sido la mayor matanza producida durante nuestra Cruzada de Liberación Nacional.
Solamente me resta pedir una oración por las almas de todos los inocentes martirizados por los marxistas y la canalla roja en aquella época, para que gocen de la visión de Dios y para que intercedan ante Dios Nuestro Señor, a fin de que nos impulse a todos los españoles a una fidelidad mayor a Jesucristo y a un amor sin medida a España.
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