La vergüenza continúa siendo una virtud desconocida para este Gobierno que es capaz de iniciar una persecución contra todo lo que ni siquiera algún día pensamos que fuese malo o dañino.

La ocurrencia del ministro Garzón que siempre aparece con alguna tontuna es la de prohibir los anuncios de golosinas y caramelos. Sí, señores. La luz por las nubes, la inflación galopante o el precio de la gasolina son cosas menores comparadas con los caramelos.

Cuando uno pensaba que la última cruzada fue, simplemente, aquella película de Indiana Jones que protagonizó Harrison Ford, llega nuestro querido ministro e inicia una nueva, la Cruzada de las Golosinas.

¿Sinceramente piensan que van a acabar o a reducir la obesidad infantil prohibiendo anuncios de caramelos? Sí, la respuesta es sí, lo piensan, creen que eliminar la publicidad del Kinder Bueno hará que los niños no coman Kinder Bueno.

A ver si nos enteramos, la obesidad infantil y mundial, señores políticos, no tiene nada que ver con la publicidad. El problema está en la falta de tiempo que tienen los padres y madres para poder realizar comidas sanas y nutritivas a sus niños. Con jornadas maratonianas y sueldos de miseria pocos padres tienen tiempo y dinero para poder preparar platos ricos y de calidad para sus hijos, o para ellos mismos.

Los precocinados, los gazpachos de bote, las latas de fabada y tanta porquería que hoy se vende están haciendo que las personas cada vez coman cosas más saladas y grasientas, generando en los niños un desprecio real a la comida. Esto tiene su consecuencia, la de que los niños, al final, acaben tirándose de cabeza hacia los phoskitos que lo único que les acaba gustando.

Si de verdad queremos que nuestros hijos coman bien, debemos empezar por ver qué sociedad estamos construyendo. Igual una en la que los padres están fuera de casa 12 horas, no cocinan y no controlan lo que sus niños comen o dejan de comer no es lo mejor, pero en fin, el progreso…

COMPARTE: