Los debates entre simpatizantes autodenominados de izquierda o derecha, es como un debate entre aficionados al wisky o al vodka: no se dan cuenta que sus preferencias políticas tienen la misma cepa y generan los mismos efectos. Porque, al buscar el origen de esa división política malsana, las entroncaremos a la Revolución Francesa, la revolución moderna que da pie al largo proceso de secularización que han vivido nuestras sociedades. El árbol genealógico de la derecha y la izquierda es la distinción coloquial entre llaneros y montañeses. Y en ese orden: los del llano estaban sentados a la derecha de la Asamblea Constituyente y los de la montaña, a la izquierda. Bien pudimos haber utilizado, para nuestros debates ideológicos contemporáneos, en lugar de las ubicaciones espaciales; las descripciones geográficas. Habría sido mucho más pintoresco imaginar un debate entre el llano y la montaña.
Pero es más sencillo pensar en derecha y en izquierda porque estamos más familiarizados cotidianamente con estas ubicaciones, que con las llanuras del Orinoco o con las estepas de la Siberia. Han tenido la suerte de quedarse en el imaginario colectivo porque son de fácil memoria. No obstante la facilidad con que las recordamos, también es sencillo estirar las palabras izquierda y derecha hasta que acaban por decirnos nada en específico. Por eso, trataremos de ensayar otras clasificaciones que articulen de una mejor manera, las ideas y las creencias que están vigentes en la tramoya política
El psicólogo cognitivo Steven Pinker, en su obra The Blank Slate, recoge las categorías políticas: Visión Trágica y Visión Utópica que han desarrollado algunos filósofos y ecónomos. La primera se asocia a pensadores como Thomas Hobbes, Adam Smith, Edmund Burke, y a ecónomos como Friederich Hayek o Milton Friedman y a filósofos como Isaiah Berlin o Karl Popper. Por su parte, «la Visión Utópica se asocia también con Rousseau, Godwin, Condorcet, Thomas Paine, el jurista Earl Warren, el economista John Kenneth Galbraith y, en menor medida, con el filósofo político Ronald Dworkin» (Pinker, 2002, pág. 310).
Las creencias de la Visión Trágica se resumen de la siguiente manera: no debemos interferir para modificar lo que en la naturaleza del ser humano, es incorregible. Solo debemos preservar todas las instituciones, costumbres y normas que le han garantizado a las sociedades humanas, el sustento material y su continuidad en el tiempo histórico. Estas creencias las sostienen los conservadores y los liberales «clásicos», sobre todo, en la economía, ya que para el individualismo liberal, el hombre es egoísta por naturaleza y no hay razón para corregir su tendencia. En realidad, (afirmarían) lo que debemos hacer es darle al hombre, lo que el hombre quiera porque corregir al ser humano no es una empresa de la que se obtengan buenos resultados. El hombre es incorregible.
Por otra parte, las creencias de la Visión Utópica, son las siguientes: debemos intervenir para modificar lo que en la sociedad es injusto y opresivo, si tenemos que transformar o totalmente destruir las instituciones, las costumbres, y las normas, entonces es lo que tenemos que hacer. Esto lo sostienen los revolucionarios marxistas, los progresistas y los movimientos sociales radicales como el feminismo de género. Para los visionarios utópicos la sociedad y el hombre son deconstruibles y reconstruibles. Tienden a la ingeniería social.
Un visionario trágico es pesimista y desconfía de los cambios radicales. Son inflexibles y tienden al autoritarismo. El de visión utópica es optimista porque cree que todo se puede transformar. Es además; condescendiente: lo constatamos en las agendas «inclusivas» que dominan el mundo. En las cuotas de género que impulsan las feministas, en las políticas de tolerancia a la «diversidad sexual», en la financiación de los tratamientos hormonales para «cambiar de sexo», en la legalización del aborto, la eutanasia, etc., porque para los utópicos, tanto el hombre como la sociedad; son maleables y por lo tanto, siempre se puede intervenir para crear nuevas realidades humanas, políticas, sociales o económicas.
Ahora bien, en este ejercicio de clasificación ¿Dónde se encuentran los movimientos católicos? Las posiciones católicas tradicionales sobre el hombre, la sociedad, la política o la economía, están a varios kilómetros de distancia de trágicos y utópicos. La visión católica es una Visión Metafísica. Porque el hombre, de acuerdo a la enseñanza cristiana, está herido por el pecado original. Pero no está totalmente corrompido (como pensaba Lutero) y por lo tanto, mediante el ejercicio de las virtudes naturales, pero sobre todo, de las sobrenaturales, el ser humano se perfecciona. Y para los dominios políticos, sociales, económicos y empresariales, el magisterio de la Iglesia que comenzara el Papa León XIII, contiene suficientes lineamientos como para que las sociedades humanas florezcan y se desarrollen con justicia y equidad, respetando el orden establecido por Dios. Pero lo más importante de la visión católica, es la primacía de las cosas espirituales sobre las temporales tal y como lo dejara establecido Nuestro Señor Jesucristo: <<Buscad, pues, primero el reino de Dios y su justicia, y todo eso (lo temporal) se os dará por añadidura>> (Mt. 6, 33).
Así, pues. A pesar de lo familiar que nos resultan las ubicaciones espaciales izquierda-derecha, en política, son categorías insuficientes. Parece necesario superar esa falsa dicotomía, porque a fin de cuentas, tienen el mismo origen malsano. Por lo que, de acuerdo a algunos filósofos y ecónomos, las ideas y creencias políticas pueden clasificarse del siguiente modo: los que creen que el ser humano es incorregible y que solamente se deben preservar las instituciones que dan continuidad a las sociedades, tienen una Visión Trágica del hombre y la sociedad. Por otra parte, los movimientos, partidos políticos, activistas o intelectuales que creen que la sociedad y el hombre son deconstruibles y reconstruibles, tienen una Visión Utópica de esas realidades. Pero las posiciones católicas no coinciden ni con unos ni con otros. Una visión católica, es decir, una Visión Metafísica del ser humano, de la economía, de la política y de la sociedad, recupera la primacía de lo espiritual sobre lo material, de lo divino sobre lo humano; y sobre todo: del reinado de Dios sobre el reinado del hombre.
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