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Análisis

La razón humana y los sesgos cognitivos.

Cuando razonamos establecemos relaciones entre hechos o ideas que nos llevarán a unas conclusiones específicas que podrán ser verdaderas o falsas.

Imagen Pixabay

Nunca hemos visto a un colectivo de vacas, bueyes o equinos protestando en las calles. Un evento de esa naturaleza no solamente sería desopilante sino que también sería extraordinario. Por suerte nunca lo veremos y ningún periodista lo reportará porque solamente los hombres racionales que conocen la diferencia entre lo justo de lo injusto y lo legal de lo ilegal son los únicos que pueden llevar adelante este tipo de acciones. Únicamente los seres que piensan, que juzgan y reflexionan sobre la realidad, sobre uno mismo o sobre los demás están en condiciones de manifestarse públicamente. Pero, no obstante lo dicho, hagámonos esta pregunta ¿De qué hablamos cuando de razón humana hablamos? En este artículo explicaremos lo que entendemos por razón humana, explicaremos cómo es que usualmente pensamos y cómo ciertos fallos mentales afectan la claridad de nuestros razonamientos.

Empecemos. Los filósofos han entendido el concepto razón de dos maneras. Como facultad y como fundamento. En efecto, la razón humana nos permite reflexionar sobre el mundo, la vida, nosotros mismos o los demás y de comunicar lo pensado por medio del lenguaje escrito o hablado que funciona como app social porque transmite ideas de una mente a otra y se replican como si fueran epidemias. Los memes son un buen ejemplo de lo que decimos… Pero también la racionalidad entendida como fundamento nos permite apoyar una hipótesis o proposición, valiéndonos de argumentos lógicos o evidencias pertinentes. Gracias a esta facultad podemos fundamentar o justificar las cosas que creemos, sabemos, defendemos o pretendemos refutar. Otras disciplinas como la psicología cognitiva también han estudiado el concepto razón desde la óptica funcional y han concluido que la razón humana es instrumento. Funcionalmente hablando, la razón es intencional y teleológica porque apunta a fines, metas u objetivos deliberadamente, poniendo en marcha estrategias por las que se espera obtener lo que uno se propone. De ahí que para los cognitivistas la razón sea instrumental. Así que, si nos apoyamos en la concepción tradicional en filosofía e incluímos los aportes de la psicología cognitiva, decimos, pues, que la razón o racionalidad, puede ser entendida trimodalmente: como facultad, fundamento e instrumento.

Sabemos que pueden haber objeciones al concepto de razón trimodal, pero en este artículo no entraremos en esos líos pues no es lo que nos hemos propuesto. Entonces, cuando razonamos establecemos relaciones entre hechos o ideas que nos llevarán a unas conclusiones específicas que podrán ser verdaderas o falsas. A partir de premisas, arribamos a conclusiones. Pasemos a un ejemplo para graficar lo que hemos enunciado. Si decimos «va a llover»  hemos establecido una afirmación, por lo que, cualquier persona esperaría que demos razones por la que decimos que lloverá. Supongamos que es nuestra abuelita quien hace la afirmación y nosotros le preguntamos amablemente que cómo sabe que va a llover. Ella nos responde del siguiente modo: cada vez se acerca una nube negra por aquel cerro, lo cual indica que está muy cargada de agua y por lo tanto es seguro que sea una lluvia fuerte, ya que todas las veces que he visto la misma nube y su negrura avanzar por aquella montaña; llueve a cántaros.

Ahora imaginemos que salimos a la calle creyendo que no lloverá. Pero resulta que nuestra abuelita acertó en su razonamiento y nos olvidamos de llevarnos el paraguas. ¿Qué opciones tenemos para solucionar el problema de mojarnos? Buscar un refugio y esperar a que pase la lluvia. Pero si llevamos prisa, entonces deberemos encontrar un taxi o llamar a un amigo para que nos lleve a nuestro destino. Estos movimientos los hacemos sin pensarlos mucho porque en otras ocasiones, bajo las mismas condiciones, hemos hecho lo mismo y por lo tanto, hemos llegado a la conclusión de que sino llevamos paraguas, la estrategia que funciona, que es conveniente y razonable es encontrar un refugio mientras pasa el aguacero. Pero si ahora damos un salto más ámplio y menos cotidiano y nos planteamos la idea de producir lluvia de manera artificial (que ya se ha intentado en algunos lugares), entonces investigaremos el mecanismo de acumulación de agua en las nubes. Quizás echaríamos mano de alguna herramienta tecnológica y por medio del ensayo-error, podríamos hacer llover de manera artificial. Pero si de algo real se trata, los ejemplos de frutos modificados genéticamente, prueban la capacidad instrumental que posee la humana razón.

Pero si los grandes avances en la ciencia, en la tecnología, en la educación o en la salud son el fruto de la razón deliberada ¿Cómo es que hay progresos de la razón, de la estupidez y de la irracionalidad a la misma vez? Este es otro gran tema para la discusión filosófica. A nosotros nos basta con decir, que el conflicto es parte esencial del hombre; en la naturaleza humana está la tendencia al egoísmo, la lucha por el poder, la traición, el engaño, las fábulas y todas esa conductas irracionales que los periódicos se encargan de documentar todos los días. Nosotros le llamaremos concupiscencia…

Los fallos de la razón

Hablemos de cómo usualmente pensamos y de cómo en nuestra vida cotidiana nos puede fallar la razón. Las investigaciones en psicología cognitiva han descubierto que cometemos fallos sistemáticos a la hora de pensar y tomar decisiones. Estos fallos llevan el nombre de sesgos cognitivos o también son llamados heurísticos. Nos referiremos a ellos usando ambos términos. Piense el lector en lo siguiente. Un día usted se levanta, después de una larga noche de plácido sueño y con toda la energía necesaria para hacer sus deberes cotidianos. Después que ha desayunado, enciende la televisión y ve las noticias del día: unos atracadores se metieron a una casa, le dispararon a la propietaria y se le robaron las joyas que tenía en una caja en su habitación. La policía no los ha podido atrapar y por lo tanto, es posible que cometan nuevas fechorías. Después que acaba la noticia se pone a pensar que usted también vive sola, que tiene unas alhajas en su habitación y que no han atrapado a los ladrones ¿Es probable que crea que usted puede ser la siguiente víctima? Usted lo cree y se pone nerviosa, corre a ponerle el seguro a la puerta y cancela el viaje que tenía previsto para hoy porque tiene miedo de que usted sea la próxima víctima dada las condiciones tan similares en que ocurrieron los atracos en aquella otra casa.

Todo esto parece razonable. Pero ¿Qué pasa si al momento en que usted puso la noticia, los periodistas olvidaron decir que esos atracos no ocurrieron ni en su vecindario, ni en su ciudad ni en su país y que aparte de eso, usted no sabe que su país es uno de los más seguros del planeta? Usted desconoce esa información extra que si la hubiera sabido no le hubiera puesto doble seguro a las puertas ni cancelado su viaje de hoy. La información que hace falta nos hace creer cosas que probablemente no nos sucederan ni hoy ni mañana ni dentro de dos años. Pero como la información inicial era similar en muchos aspectos (una mujer que vive sola y tiene joyas en su habitación) usted deduce que es probable, dada las condiciones, de que le pase algo similar, de que entren ladrones, le disparen y se lleven sus joyas. Probablemente no le suceda nada de eso pero es probable que usted crea que sí.

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Consideremos otro caso. Usted se encuentra trabajando en su oficina como todos los días durante los últimos veinte años en la misma empresa. Usted es un señor de 50 años de edad. De pronto siente un dolor en el brazo izquierdo de intensidad alta ¿Qué es lo primero que se le viene a la mente? Que le va a dar un ataque al corazón. Y recuerda que hace dos semanas, un vecino suyo tuvo un infarto y hace media hora escuchó decir que cada año mueren «X» cantidad de adultos a causa de infartos y a parte de eso, que como usted ya tiene 50 años y ha escuchado decir que son edades de riesgo de padecer problemas del corazón, entonces con todos esos datos usted concluye que está sufriendo un infarto. Pero resulta que al llegar al médico le mandan a hacer un electrocardiograma y resulta que su corazón está tan bien como el de un joven de 35 años. Le pregunta el médico si en su familia hay un historial de enfermedades cardíacas y usted le dice que no. El diagnóstico del médico es que usted está altamente estresado o tuvo un fuerte sobresalto de enojo y esas reacciones por lo general, producen dolores musculares que se alivian con analgésicos y con relajantes. Entonces ¿Cómo es que creyó que era muy probable que estuviera sufriendo un ataque al corazón?

La respuesta para los dos casos descritos es un heurístico: la disponibilidad. Este sesgo hace que <<nuestra mente use ejemplos inmediatos para calcular la probabilidad de que algo está pasando. Para esto el cerebro trae a la memoria respuestas, usando lo que tiene a disposición más rápidamente>> . En el caso de la señora del primer ejemplo, lo que tenía a su disposición eran las noticias que había visto. Para el segundo caso, eran el recuerdo de su vecino y lo que media hora antes había escuchado sobre la cantidad anual de muertes por ataques cardíacos. Entre más fácilmente podamos recuperar ejemplos de casos, entre más fácilmente se nos vengan a la memoria y entre más fácil los podamos construir en nuestra imaginación; así de fácil creeremos que nos va a suceder algo que quizás tenga escasas probabilidades de que suceda. Será más probable que creamos que nos vamos a contagiar de una enfermedad por la facilidad con que dispongamos de ejemplos en la mente.

Ahora suponga este tercer ejemplo. Se encuentra en la parada del bus y de pronto ve que se le acerca un hombre fornido, con muchos tatuajes y aretes en varias partes de su cuerpo ¿Juzgaría que es probable que se trate de un ex convicto o de un delincuente activoEs probable que al menos lo considere. Sin embargo, cualquier persona perfectamente podría juzgar que se trata de un hombre que vive del crimen ya que se parece al esquema o estereotipo de lo que entendemos por delincuente. Sencillamente puede que el hombre en cuestión sea un aficionado a los aretes y a los tatuajes y que incluso se gana la vida pintando los cuerpos de clientes aficionados al tattoo y que además cuente con algún documento que lo avale como tatuador profesional. Pero como la descripción encajaba con el estereotipo básico de un atracador, entonces pensamos que es probable que en verdad se trate de uno de ellos. Este heurístico se conoce como sesgo de representatividad porque el estereotipo o modelo típico de un delincuente nos hace pensar que este hombre en cuestión es «representativo» de esa población conocida como criminal. O es representativo de alguna pandilla o representativo de la categoria «ladrones con tatuaje», etc…

Habiendo, pues, dicho lo anterior ¿Cómo es que habitualmente pensamos? Para ahorrarnos tiempo y esfuerzo, nuestra mente recurre a los recuerdos remotos o recientes que tengamos almacenados, a las imaginaciones, asociaciones, comparaciones, estereotipos o modelos típicos de una clase de cosas o personas y a partir de esas fuentes elaboramos nuestras cadenas de razonamientos o adjudicamos probabilidades de que suceda lo que es mucho menos probable que suceda en realidad. Mucha gente, por ejemplo, teme viajar en aviones y prefieren viajar en automóvil cuando en realidad, muere muchísima más gente en accidentes de tráfico que en vuelos comerciales. Pero la reticencia a los aviones seguramente viene del recuerdo de algún Boeing 747 que desapareció de los radares de vuelo de todos los aeropuertos mundiales. Otras personas creen en teorías de la conspiración tan absurdas como las que afirmaban que cantantes como Michael Jackson o Juan Gabriel no estaban muertos sino solo escondidos para evitarse las consecuencias de los escándalos que sus vidas habrían producido.

En fin; no cabe dudas de la capacidad de los seres humanos para idear edificaciones, solucionar problemas, innovar, componer una sublime pieza musical o un cuadro o una escultura. Pero también la capacidad para ser crueles, torpes, despiadados, estúpidos o irracionales. Dice el psicólogo Jordan Peterson que el ser humano es la única especie que inflige daño por el simple gusto de hacer daño. La semilla del conflicto es parte de nuestra naturaleza. Pero es posible ser racionales y razonables. Podemos comenzar identificando nuestros sesgos cognitivos para cometer menos errores y ahorrarnos muchos disgustos y aprendiendo a pensar en base a la lógica, cultivando el pensamiento crítico y tratando de no dejarnos llevar por nuestras impresiones inmediatas, por lo que vemos en las noticias o por lo que escuchamos repetir a los demás pero que no se apoyan en fundamentos reales.

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