Qué duda cabe que Arturo Pérez- Reverte es uno de los autores más leídos en España, y qué duda cabe que las novelas de ambientación histórica han sido claves en su éxito. He de confesar que aun siendo lector de novelas el género llamado histórico nunca me ha atraído, por cuanto normalmente, y con raras excepciones, estamos ante un género literario que no suele regalar ni buena literatura, ni buena historia.
No obstante lo anterior decidí leer “Línea de fuego” por cuanto para un carlista es suficiente reclamo la fotografía de los voluntarios requetés vascos y navarros que figura en las guardas (y que pertenece al archivo de los Baleztena) y merecía por tanto el abandono de las preferencias literarias y embarcarse en la lectura de casi 700 páginas, y no es casual que cita la extensión de la obra, por cuanto esta es precisamente el mayor inconveniente de la misma. Efectivamente Pérez- Reverte ni siquiera se basa en un episodio real, pues el argumento es un episodio ficticio desarrollado en el verano de 1938 y enmarcado en la real (y muy real) batalla del Ebro que supuso la mayor concentración de fuerza bélica por parte del criminal bando republicano, aunque como todas las acciones rojas acabó en la más estruendosa derrota, a pesar de haber movilizado a la conocida como quinta del biberón.
La novela narra los imaginarios 10 días de combate desarrollados en el también imaginario pueblo Castellets del Segre (situado entre Mequinenza y Fayón). Los 10 días de batalla para narrar la defensa del bando nacional de su posición sirven supuestamente al autor para relatar los motivos ideológicos que sustentaron durante tres años la cruzada de liberación de 1936 a 1939, así por sus páginas pasan desde los valientes requetés catalanes, a los bravos falangistas, los militares de profesión, los moros alistados en el ejército nacional, los anarquistas, los comunistas, las brigadas internaciones, los comisarios comunistas, e incluso las milicianas.
Resulta evidente que el episodio narrativo es irrelevante, tal y como presume el autor que fue irrelevante la guerra civil española, sin percatarse que en nuestra cruzada realmente se jugó el destino de España, por cuanto el proceso de disolución nacional se había acelerado durante la nefasta República, ya que el poder fue patrimonializado por parte de una minoría sectaria fuertemente influida por la masonería, que tenía por objetivo descristianizar a la nación española, y disolverla territorialmente.
Es verdad que es necesario reconocer que Pérez- Reverte domina a la perfección su profesión de narrador, por cuanto las escenas se suceden de forma trepidante, no obstante resultar excesiva la extensión del libro, pues la pobreza de la tesis que el autor quiere transmitir no necesitaba de dicha extensión, ahora bien, si analizamos la tesis mantenida por el autor el juicio ha de ser necesariamente negativo, por cuanto dota a los soldados republicanos de un ideal y unos supuestos principios morales que no tienen contrapeso en el bando nacional. En este sentido la bandera falangista sale mal parada, ya que Pérez- Reverte los viste de una falta de escrúpulos, y de una violencia gratuita, totalmente lejana a la realidad.
Bien es cierto que en el bando nacional salen bien parados tanto la figura del alférez provisional, hombre con formación, con espíritu de sacrificio, y responsable de la vida de los hombres encomendados a su mando, como la figura de los requetés del Tercio de Nuestra Señora de Montserrat, aunque en el caso de los requetés, si bien esta acertadamente reflejado su españolismo catalán y su fervor religioso, sin embargo el autor parece empeñado en transformar la valentía de los muchachos de la boina roja en temeridad en el combate.
Que ningún lector se llame a engaños, no estamos ante una novela, sino ante un panfleto ideológico en el que se defiende el feminismo más casposo a través de las milicianas comunistas, atentando además a la realidad histórica por cuanto es un mito el que las mismas lucharan en la primera línea de fuego, y en el que se trata de justificar que en el bando nacional militaba la gente humilde solo por haber tenido la suerte de estar en la España salvadora en julio del 36, pues ya se sabe que para el progresismo el pueblo llano no puede defender las ideas tradicionales. Igualmente, y como liberal que es, Pérez- Reverte ataca con justicia a los comisarios políticos comunistas, pero lo hace mediante personajes planos sin saber retratar con acierto la verdadera motivación de dichos comisarios, emisarios de Stalin en una guerra que sólo les importaba como factor geoestratégica en su lucha contra la civilización occidental.
En las últimas páginas el autor llega a su culmen ideológico tratando de justificar que en ambos bandos se luchó con heroicidad, sin reparar que nunca pueden existir héroes luchando en el bando equivocado.
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