Estamos presenciado los inicios de un gran despertar a lo largo y ancho de todo el orbe hispano, la gente está empezando a reconocer cada vez más la incuestionable realidad de que, desde México, hasta la Patagonia, así, como en la mismísima península ibérica, nos unen lazos de sangre, de cultura, de religión y, sobre todo, de una misma lengua que nos permite una profunda interconexión. La gente se está dando cuenta de que los pueblos hispanos tenemos un origen común que parte de una historia de grandeza y universalidad.
Así, pues, la lógica del devenir en la historia natural de los pueblos dicta que, dentro de relativamente poco tiempo, las naciones hispanoamericanas e hispanoeuropeas reconocerán que tienen un destino común, que son una sola gran civilización, diferente del resto de los pueblos de la tierra y que, en consecuencia, buscarán su reunificación. Primero en lo familiar, luego en lo geoeconómico y finalmente en lo geopolítico y militar. Dando, así, lugar a la muy real posibilidad del surgimiento de un nuevo gran poder sobre la tierra que reclamará su legítimo espacio en la esfera internacional.
Esta realidad, es algo que los enemigos y los rivales de la hispanidad tienen muy presente. Y en tal sentido, ya han iniciado acciones que apuntan a confundir, dividir y desarticular este futuro movimiento orgánico de nuestra evolución social natural.
Así, en el ámbito religioso, los angloamericanos vienen financiando desde hace décadas en Hispanoamérica, el despliegue de una miríada de sectas protestantes que, en los últimos años han cobrado una gran fuerza, nutriendo a sus filas, sobre todo, con miembros de las comunidades indígenas, así, como con elementos de los sectores más populares de las sociedades hispanas en general. Buscando con esto debilitar el ethos religioso de nuestra civilización.
En el ámbito político-ideológico, por un lado, los angloamericanos ahora mismo se encuentran tratando de dividir y confundir, incluso, a movimientos y organizaciones hispanoamericanas de un claro espíritu hispanista, mediante la infiltración de individuos provenientes de sectas neo-liberales o “libertarias” a las que éstos financian. Estas sectas han empezado a copiar, adoptar y tergiversar muchas de las tesis hispanistas mezclándolas y confundiéndolas con los dogmas liberales, con los que la hispanidad y el hispanismo nada tienen que ver y, ante los cuales, tanto en lo filosófico, en lo ontológico y lo moral, como en los temas propios de la geoeconomía, la geopolítica y la economía política, están totalmente contrapuestos y enfrentados. Y es que estas sectas libertarias no son más que una suerte de versión secularizada de las sectas protestantes ya mencionadas.
Por otro lado, tanto los imperialismos ruso y chino, como ciertas ONGs “Occidentales”, vienen financiando desde hace décadas en Hispanoamérica al pseudo indigenismo, al que han convertido en una suerte de comunismo racista que, entrelaza el odio de clase social con el odio racial, buscando con esto promover y profundizar las tenciones sociales y étnicas en toda la región hispanoamericana y, sobre todo, el odio hacia lo Hispano, en nombre de un identitarianismo indigenista falseado e inventado. Mientras que, en la península ibérica, han iniciado, curiosamente, un proceso de desinformación y alteración de las ideas y conceptos hispanistas mezclándolas con dogmas tanto liberales como socialistoides y materialistas que, como en el caso hispanoamericano anteriormente expuesto, son filosófica, ontológica, moral, económica y políticamente contradictorios y enfrentados, mediante la sospechosa aparición de autores y lideres de opinión que confunden, omiten y mezclan conceptos e ideas que, de tener éxito, desarticularían un resurgimiento genuino del ethos hispánico en la península.
Así las cosas, es nuestro deber recordar que solamente mediante una concepción monumental de nuestra historia que se preocupa por el futuro, pero con un futuro que tiene un potencial real de crecimiento debido a que está lo suficientemente arraigado en un suelo nativo, protegido por un horizonte histórico lo suficientemente acotado e impulsado por un Ethos y por una mitología viviente propia de nuestro ser, podremos reconstruir una identidad geopolítica común de grandeza, soberanía y prosperidad.
Debemos observar las expresiones políticas y filosóficas que nuestra sangre en el mundo ha dado, como punto de partida para la creación de un nuevo movimiento que abandere y responda al deseo primordial por una gran restauración que en el seno de nuestros pueblos empieza ya a despertar. Debemos mirar hacia la concepción de la vida que tenían los precursores y pensadores de las huestes de los grandes movimientos que lucharon por la restauración de la Tradición y de un orden político tradicional. Debemos mirar hacia movimientos restauradores como las Guerrillas Azules de Quito, como los Pincheira de Chile, como los Cristeros de México o como los Carlistas de las Españas Peninsulares para levantar un movimiento que, sostenido por una historia de pensamiento y de acción política sólidos, construya el futuro. Debemos, pues, pensar en una restauración arqueo-futurista civilizacional.
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