En un mundo sin brújula moral, la gente hace cosas que los derriban. Todo lo que se necesita son acusaciones de irregularidad o un rasgo políticamente incorrecto, y la confianza del público en una persona se evapora. Las masas que rápidamente aumentan las filas de partidarios de una persona abandonan el barco con la misma facilidad cuando los vientos cambian de dirección. Tal parece ser el caso del gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo.
Está bajo fuego por muchas acusaciones. Se le acusa de falsificar las estadísticas de muertes por COVID para encubrir su desastrosa orden que obligaba a aceptar a los pacientes infectados con COVID entre los hogares de ancianos altamente vulnerables. Al mismo tiempo, cinco mujeres han presentado denuncias de acoso sexual .
El caso de este gobernador célebre confunde a las filas liberales donde reinaba. De repente, debe ser juzgado por sus acciones. Cuando no hay una brújula moral, nada puede ser condenado en los términos de blanco y negro, del bien y el mal, verdadero o falso.
En cambio, todo debe encajar en las narrativas liberales. Por lo tanto, muchos liberales están modificando sus narrativas. Algunos piden la renuncia inmediata de Cuomo, mientras que otros buscan formas de salvar su carrera.
El escándalo del gobernador errante hace más que revelar iniquidades pasadas. El caso se reduce a girar los hechos para llegar a un resultado determinado. Revela la podredumbre de una sociedad sin moral, sin vergüenza ni sin Dios. El escándalo señala dónde Estados Unidos salió mal y perdió el rumbo.
Un mundo sin moral
Estados Unidos se equivocó al negar la moralidad de los actos. A pesar de la gravedad del escándalo del asilo de ancianos COVID , el foco principal del ataque al gobernador son los cargos de acoso sexual. Estas acusaciones son consecuencia de un orden social en el que se acepta la promiscuidad sexual en todas sus formas. El único delito es la falta de consentimiento. La naturaleza apasionada de estos actos suele conducir a escándalos inmorales cuando se cuestiona el consentimiento. Es por eso que un mundo normal requiere restricciones y pautas morales para salvaguardar la pureza y la reputación honorable de todos.
Sin embargo, no hay bien o mal en el mundo Cuomo sin moral. Son simplemente víctimas. La dinámica de la lucha es que uno sea víctima del otro. El gobernador entra en desventaja porque sus agresivas travesuras sexuales encajan en la narrativa liberal de los poderosos contra los débiles. En este caso, debe maniobrar para demostrar una falta de intención de victimizar a otro. Por lo tanto, se disculpa no por la ofensa, sino por hacer que otro «se sienta incómodo» involuntariamente. Incluso podría convertirse en la víctima alegando que los cargos provienen de intereses externos o de conservadores con una agenda.
Sus defensores liberales tienden a minimizar la seriedad de los cargos, argumentando que todos se involucran en un comportamiento sexual agresivo (lo que a menudo es cierto). Tales defensores condenan el «agotamiento de las virtudes» de quienes mantienen a los demócratas en estándares imposibles. Se arrepienten de haber forzado la renuncia del senador Al Franken por las acusaciones de #MeToo y temen el «frankening» de otro de los suyos en el gobernador Cuomo.
De hecho, dentro de este mundo sin una brújula moral, todos son vulnerables. Si el comportamiento de todos en este espacio surrealista fuera examinado bajo los estándares mínimos de decencia, ¿quién sobreviviría al veredicto condenatorio?
Un mundo sin vergüenza
Estados Unidos salió mal cuando dejó de atribuir un sentido de vergüenza a los malos actos. Una sociedad sin normas morales lleva a esta conclusión. La vergüenza es un mecanismo de defensa en todas las personas que las protege contra todo lo que es bajo, impropio y pecaminoso. Es la reacción de la naturaleza humana contra los ataques de los instintos más bajos.
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El alma ordenada naturalmente se levanta y clama contra los apetitos vergonzosos. Cuando las personas no logran cumplir con altos estándares debido a sus innobles actos o palabras, normalmente sienten vergüenza. Cuando traicionan la fe o la familia, despierta sentimientos de vergüenza y hace que la conciencia haga las paces.
Sin embargo, los mecanismos de la vergüenza se entorpecen y desactivan cuando no hay brújula moral. En el fondo, esas almas contorsionadas sienten frustración y depresión. Exteriormente, sin embargo, cuando están en público, se engañan a sí mismos pensando que sus actos vergonzosos no tienen consecuencias.
Dentro del mundo Cuomo, no hay bien o mal que provoque la vergüenza. De nuevo, solo existe la victimización por la cual las personas culpan a todos menos a sí mismos por sus acciones. Cualquier vergüenza que sientan surge no de reconocer la vileza de sus actos, sino de la inoportunidad de ser atrapados y expuestos al público. Sufren la vergüenza de ser traicionados por quienes viven vidas similares.
En este escenario cínico, los actores viven sus pasiones viles, sin importarles el inmenso daño al bien común.
Un mundo donde Dios está ausente
Finalmente, Estados Unidos salió mal cuando abandonó a Dios. Cuando no hay brújula moral, Dios está ausente. No puede ser de otra manera. Los generadores de escándalos se ven a sí mismos libres de todas las restricciones, incluidas las que Dios unió a la naturaleza humana. Terminan negando la autoridad de Dios para gobernar y gobernar el universo que él creó.
Cuando sus faltas conducen a la desgracia, estas figuras vuelven a ser víctimas y se presentan a sí mismas como «víctimas» del llamado amoroso de Dios al arrepentimiento.
En el mundo Cuomo, donde Dios está ausente, todos son autosuficientes. No es necesario recurrir a un Dios todopoderoso.
De hecho, esta actitud se refleja mejor en la declaración del gobernador Cuomo sobre sus esfuerzos con COVID cuando dijo: “El número ha bajado porque bajamos el número. Dios no hizo eso. Faith no hizo eso. Destiny no hizo eso. Mucho dolor y sufrimiento hicieron eso. . . . Asi es como funciona.»
Sin embargo, cuando las mareas de la fortuna cambian, el gobernador no se responsabiliza por sus actos vergonzosos. Se niega a ser humillado y reducido a su verdadera dimensión de ser contingente.
Si bien el enfoque actual está en las acusaciones sexuales , el escándalo del hogar de ancianos COVID revela los mismos defectos morales. Aquellos que todavía apoyan al gobernador demuestran la bancarrota moral que domina gran parte de la cultura. Expone el estado triste y divisivo de una sociedad que eligió vivir sin moral, sin vergüenza y sin Dios.
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Este artículo se publicó en ingles en tfp.org
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