La Constitución Española que hoy algunos celebran hirió de muerte la esencia de España. La Constitución era muy probable, por no decir enteramente cierto, que debía dividir los ánimos de los españoles, y la experiencia ha confirmado este fundadísimo temor, pues los padres de la constitución olvidaron que la sociedad es obra de Dios, y de la tradición y no de los hombres, y convirtieron a la clase política y a los partidos en los mayores déspotas que ha sufrido el pueblo español en toda su historia, pues una mayoría parlamentaria es capaz de imponer cualquier norma, aún las contrarias a la Constitución, ya que el Tribunal Constitucional no es un tribunal de garantías del pueblo, sino de las garantías de los partidos políticos que eligen a sus miembros.
La Constitución instauró el estado liberal progresista por lo que al gobierno le atribuye la dirección exclusiva de la enseñanza, y supone en él la posesión exclusiva de la verdad, y la infalibilidad, tal y como estamos viendo por ejemplo con las reformas educativas, la ley de memoria histórica, la ley de violencia de género y tantas otras. La Constitución supone que no hay verdad ni error, ni bien ni mal, y que el hombre no es otra cosa que una combinación mecánica dirigible por el gobierno cuya voluntad debe ser la única regla tal y como ha demostrado la gestión de la pandemia.
El mito del consenso, es una mentira más del texto constitucional pues no puede haber consenso sin dialogo, y la Constitución solo se sometió a la aprobación del pueblo español, pero no se sometió a su discusión, cuando además no cabe discutir sobre la esencia de los pueblos. Muchos vieron ya en 1978 que la redacción del texto constitucional llevaba el germen de muchos de los problemas políticos que, poco a poco han aflorado, así los nacionalismos, la falta de libertad del pueblo, el control de los medios de comunicación, el adoctrinamiento de la juventud, el revanchismo político, la instauración de una supuesta verdad oficial, el totalitarismo de los partidos políticos, el relativismo moral, la destrucción de la familia y la vida mediante el aborto y la eutanasia.
Vázquez de Mella ya dijo aquello de «ponen tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias»
Hoy tenemos en Tradición Viva Televisión el privilegio de poder conversar con el profesor Javier Barraycoa, y con Javier Pérez- Roldán sobre la maldad intrínseca de la Constitución del 78.
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