Por Eugenio Trujillo Villegas- Director: Sociedad Colombiana Tradición y Acción
Hay gran expectativa en la ciudad de Cali, sobre la minga indígena que debe llegar a la ciudad los próximos días 9 y 10 de diciembre.
Según los dirigentes indígenas, vienen a pedir perdón a la ciudad por la destrucción que realizaron durante el paro terrorista de los meses de abril y mayo pasados, cuando miles de ellos se pasearon amenazantes por la ciudad en sus buses escalera y en sus flamantes camionetas blindadas. Articulados con células terroristas, aterrorizaron a la ciudadanía durante varias semanas, destruyeron las estaciones y los buses del transporte público, derribaron la estatua de Sebastián de Belalcázar, incendiaron y saquearon numerosas empresas comerciales e invadieron y destruyeron las instalaciones de algunos conjuntos residenciales.
Con el pretexto de que en esas fechas se celebran los días nacional e internacional de los derechos humanos, entonces los indígenas vendrán a Cali a sembrar de nuevo el terror, asunto en el cual son expertos. Pero no vienen por iniciativa propia, sino porque han sido invitados por el alcalde de Cali, Jorge Iván Ospina, y también por el arzobispo, Darío de Jesús Monsalve. Ambos dignatarios fueron los artífices de la destrucción de la ciudad por cuenta de la llamada Primera Línea, que en realidad son ellos dos, y que en asocio con los indígenas del Cauca, promovieron la mayor destrucción de la región que se haya hecho en nuestra historia.
En realidad, lo que quiere esta peligrosa sociedad entre el alcalde, el obispo, la Primera Línea terrorista y los indígenas del Cauca, es imponer el caos, destruir el tejido empresarial, empobrecer a todos los habitantes y crear un estado de revolución social, que es la situación ideal para que el marxismo se pueda tomarse el poder.
Si ya lo hicieron una vez, todo indica que lo harán de nuevo, aunque los mencionados organizadores digan por todos los medios que no pasará nada y que los indígenas vienen en plan de paz. Pues no podemos creer en esa paz que anuncian, porque todo lo que hacen las comunidades indígenas del Cauca manipuladas por las FARC, por el ELN, y por la dirigencia subversiva del CRIC (Comité regional indígena del Cauca), es exactamente lo contrario de la paz. Con ese pretexto han invadido y destruido miles de hectáreas productivas en el Cauca, han bloqueado las carreteras por semanas y por meses, han ejercido la violencia terrorista contra ciudadanos inermes, han llevado a la ruina a los empresarios y han dejado sin empleo a miles de trabajadores.
¿Hasta cuándo el Gobierno permitirá que una minoría marxista radical, que se ha tomado la dirección al CRIC, amenace a todo el sur occidente de Colombia?
El arzobispo y el alcalde son los promotores del caos
Se habla de 10.000 indígenas que están por llegar a Cali, que serán alimentados por el Banco de Alimentos de la arquidiócesis y alojados por la alcaldía en las instalaciones de la Universidad del Valle. Cuando comiencen sus andanzas destructivas por la ciudad, protegidos por sus mujeres y niños como escudos humanos, no habrá autoridad alguna del Ejército y de la Policía que les impida hacer lo que se les antoje.
Si desean pedir perdón por los daños de la minga pasada, bien lo pueden hacer desde sus territorios. Ellos no tienen nada que hacer en Cali, ni esta ciudad es territorio indígena, ni aquí queremos que se repita el horror que vivimos hace algunos meses.
Si quieren que el obispo y el alcalde los acompañen en ese acto público, ellos estarán felices de ir hasta los cabildos del Cauca y acompañarlos en todas sus ceremonias de adoración de la Pachamama, para invocar a sus dioses ancestrales, y pedirles su ayuda para imponer la miseria socialista en Colombia. El arzobispo lo hará gustoso, aunque en eso no representa en absoluto a los fieles católicos de su arquidiócesis, que rechazamos sus coqueteos permanentes con los grupos terroristas de las FARC y del ELN, y que ahora se convirtió en el protector de los desmanes de los indígenas. Y también lo hará el alcalde, que tampoco representa a la ciudad, pues su índice de aceptación es el peor entre todos los alcaldes de Colombia, y entre todos los que ocuparon la alcaldía en toda la historia de la ciudad de Cali.
En realidad, los católicos de Cali, y los ciudadanos honestos que sostenemos la ciudad con nuestros impuestos, con nuestro trabajo y con nuestro respeto a las leyes y a las instituciones, rechazamos con indignación esta trama siniestra que nos quiere destruir. No podemos aceptar que algunos dirigentes políticos y religiosos nos quieran traer un conflicto que no es nuestro, queriendo crear un caos inducido por ellos, que no podemos aceptar.
En medio de la crisis mundial de la pandemia, que nos ha afectado a todos en forma muy grave, es indecente, arbitrario, injusto, y además en contra de nuestra legislación, que se quieran agravar los problemas que ya padecemos, creando una revolución social en nombre de un indigenismo radical, que solo pretende destruir nuestro orden social. La zozobra que pretenden crear, sólo producirá más pobreza, y eso en nada favorece a la población de Cali.
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