Si te pudieses conectar, de por vida, a una máquina que te diera la sensación de realidad produciendo sólo las mejores y más satisfactorias experiencias que te puedas imaginar. ¿Aceptarías conectarte, aunque supieses que lo que estás experimentando no es real?

Esta pregunta la hizo el filósofo Robert Nozick en los años 70 en su libro: “Anarquía, estado y utopía”. El filósofo, en su tesis, defiende que la gran mayoría respondería que no. Muy pocos, declaró, querrían conectarse a su imaginaria máquina de la experiencia. La gran mayoría prefiere vivir en un mundo real a pesar del sufrimiento que éste encierra. 

Sin embargo, después de décadas expuestos a un sinfín de estímulos artificiales, la situación en nuestra sociedad ha cambiado mucho.  

Megan Fritts, profesora de filosofía, comentó hace unos meses en una red social: “Acabo de enseñar la teoría de la maquina de experiencias de Nozick por centésima vez. Todos, excepto uno de los estudiantes, se declararon a favor de conectarse de por vida. ¡Nunca me había sucedido algo así!”.

Si esto les sorprende, más les sorprenderá que la mayoría de las respuestas a su comentario apoyaban la decisión de los alumnos, argumentando que la situación mundial proporciona actualmente razones suficientes para querer desconectarse de la realidad. Otros, profesores la mayoría, no se mostraban sorprendidos de la respuesta de los alumnos. Varios habían experimentado una situación similar.

Y es que, aunque las respuestas son teóricas y del dicho al hecho siempre hay un trecho en el cual, cabe la esperanza de que la cordura prevalezca; no podemos ignorar la creciente tendencia a desconectarse de la realidad, sobre todo entre los más jóvenes. 

¿Cuántos niños ya no juegan por vivir conectados a los videos? ¿Cuántos adolescentes pasan horas enfrente de Tik Tok o Instagram simulando muecas, bailes y hasta su propia vida? ¿A cuántos jóvenes ya no les interesa salir a tomar un café o unas cañas con los amigos, pues encerrados en su recámara acceden a una gran variedad de posibilidades de entretenimiento? ¿Cuántas personas pasan horas uno al lado del otro sin hablarse, sin mirarse siquiera, con la mirada fija en el móvil?

Llevamos décadas de condicionamiento. Si la televisión, al decir del filósofo de la Escuela de Fráncfort, Theodor Adorno, es el medio de condicionamiento y control psicológico más poderoso que se hubiese podido soñar. ¿Qué podremos decir del sinnúmero de plataformas que ofrece internet, que haciendo las delicias de grandes y chicos, se están convirtiendo en el soma, la droga con la cual nuestra sociedad es entretenida y también adormecida? 

Hemos sustituido los rituales sagrados, las tradiciones familiares, las conversaciones cotidianas por una actividad frenética y la búsqueda constante de entretenimiento. Niños adictos a los videojuegos, adolescentes atrapados en las redes sociales y jóvenes adultos encantados con la realidad virtual es el resultado. Al grado que muchos universitarios cuando leen “Brave New World” (El mundo feliz) de Huxley, no son capaces de entender el drama que encierra el vivir en un mundo sin sufrimiento, con placer y diversión constantes mas fría y duramente controlado, sin relaciones personales ni nada similar al amor. 

Estamos adentrándonos en ese mundo artificialmente feliz que anuncio Huxley hace ya varias décadas. Ese mundo en el cual el hombre no deseará ser libre para actuar, para pensar, para decidir, para amar.  Un mundo infantil y adormecido que sólo aspirará a divertirse; dejando al ser humano, deshumanizado, desalmado y sin esperanza.
Una cosa es innegable. Y es que en nuestra búsqueda por el progreso hemos emprendido un camino prometeico que, en nuestro optimismo y en nuestra soberbia, nos parece halagüeño. Sin embargo, la tecnología ya ha transformado profundamente nuestra manera de comunicarnos y relacionarnos. Ahora, también esta cambiando nuestra manera de percibirnos y de percibir nuestra realidad amenazando con hacer de nuestro entorno algo cada vez mas virtual y menos real. ¿Llegaremos las personas, como predijo Huxley: “a amar nuestra opresión, y adorar las tecnologías que suprimirán nuestras capacidades de pensar”?

Metaverso promete ser, como predicen sus promotores, el nuevo universo en el cual habite el hombre. Un hombre debilitado por el mínimo esfuerzo. Un hombre enajenado por la diversión, la gratificación y la inmediatez. Un hombre que voluntariamente ha renunciado a su libertad esclavo de sus caprichos y emociones. Un hombre cuyo virtuosismo, maestría, sapiencia, experiencia y habilidad, están siendo sustituidos rápidamente por la tecnología. La maquina que facilita todo. La maquina que arrasa con todo. 

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En este nuevo universo construido de espaldas a Dios no habrá limites ni barreras. Los placeres, las pasiones, las emociones y los sentimientos, que pocas veces serán buenos y nobles, imperarán. Quizá, como Ícaro, creyendo tocar el sol estaremos adentrándonos en un averno que nos deje solo una esperanza, tener el valor de escapar de él.

Metaverso nos seduce con la promesa de poner todos los reinos, conocidos e imaginarios, a los pies del hombre. Atrás de la tentación de vivir en un universo de posibilidades ilimitadas, en abierta contraposición con los limites naturales creados por Dios, se esconde un precio demasiado alto. 

Dios, además de crear al hombre a su imagen y semejanza, se hizo carne y habito entre nosotros para que el hombre pudiera vivir en El.  No permitamos que nuestra existencia se consuma en un pseudo paraíso digital. No nos dejemos arrebatar nuestro cuerpo primero y nuestra alma después. Recordemos que Dios nos ofrece el cielo, y que este es; aun mas real, hermoso y grande que cualquier paraíso que nos prometan en la tierra.

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