Había una vez unos frailes conquistadores, aventureros y sobretodo, enamorados. Tan aventureros, que se lanzaron entusiasmados a una odisea que los llevó a cruzar un océano; que se antojaba inmenso para los hombres acostumbrados al ancho mar e infinito para quienes por primera vez se adentraban a él. Su ambición, tan grande como el tesoro que sabían aguardaba en ese mundo desconocido, hacia valer tan temerario empeño. Tan enamorados, que cubiertos por sus ásperos sayos, los pies descalzos, rosario al cinto se lanzaron a una excepcional conquista en tierra inhóspita. 

Así, con la mirada fija en el azul horizonte en el cual el mar se une al cielo, aquellos frailes enamorados de Dios se lanzaron a la misión de llevar la luz del evangelio, a quienes vivían en la oscuridad de la idolatría. El ardiente espíritu evangelizador, el enorme celo por la salvación de las almas, inspiro a aquellos frailes a agustinos a crear, una de las tradiciones navideñas mas hermosas, profundas e imperecederas, las famosas posadas.

Estas, se originaron en el año 1587 cuando fray Diego de Soria obtuvo del Papa Sixto V, una bula en la que autorizaba la celebración, en la Nueva España, de las misas llamadas “de Aguinaldo” en preparación a la Navidad. Después de la Santa Misa, los frailes solían organizar una “verbena” en la que se representaba el viaje que hicieran José́ y María desde Nazaret hasta Belén para cumplir con el edicto de Augusto Cesar que ordenaba el empadronamiento de todos los ciudadanos.

A finales del siglo XVIII, las posadas eran ya una celebración independiente de las Misas de Aguinaldo, convirtiéndose en una festividad sumamente popular entre las familias de la Nueva España.

Tradicionalmente, las posadas comienzan con el rezo del santo rosario, a través del cual meditamos sobre los misterios que rodean el nacimiento, vida, y muerte de nuestro Salvador. Después de la oración, se procede con cantos a recrear la dificultad de María y José para encontrar alojamiento en la pequeña ciudad de Belén, tierra de Judá, de donde estaba escrito nacería nuestro Redentor. 

Simbolizando los 9 meses de espera de la siempre Virgen María, quien realizo el viaje encinta, las posadas comienzan el 16 de diciembre y terminan nueve días más tarde, el 24 de diciembre. 

Posteriormente a los cantos de la posada, los frailes introdujeron la piñata. No sólo para animar aún más la celebración, sino como instrumento de evangelización a través del cual les explicaban a los indígenas, de manera sencilla mas profunda, varias verdades teológicas.

Curiosamente la tradición de la piñata, fuertemente arraigada en el pueblo mexicano hasta la fecha, tiene su origen en China, en donde solían confeccionar figuras de animales que cubrían con papeles de colores. Se cree que fue, Marco Polo, quien las llevó a Italia en el siglo XII, después de uno de sus famosos viajes.

A Italia debemos el nombre piñata, así como la utilización de la tradicional olla de barro cubierta con papel de colores brillantes. Mas, al celo evangelizador de los frailes, debemos su evolución a la piñata tradicional que conocemos hasta hoy, así como su profundo sentido religioso.

La piñata representa al demonio quien, adornado bellamente, busca seducir a los hombres con falsas promesas. Las siete puntas que forman la estrella representan los siete pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Los colores brillantes que decoran la piñata simbolizan la tentación, que revistiéndose de vistosas galas nos hace olvidar la monstruosidad del pecado. La venda que cubre los ojos de quien golpea fuertemente la piñata, a fin de romperla, representa la fe del cristiano que cree sin ver. El palo, la fuerza de la voluntad, que nutrida por las gracias que Cristo nos regala a través de los sacramentos, nos ayuda a vencer el pecado y destruirlo. Antes de pegarle a la piñata, a la persona se le gira treinta y tres veces en recuerdo de los treinta y tres años que vivió Cristo. 

La piñata, cuando finalmente es rota, simboliza el triunfo del bien sobre el mal que llega a través del esfuerzo y del sacrificio. Los dulces y frutas que, al romperse la piñata, se esparcen generosamente, representan las riquezas del reino de los cielos que aguardan a quienes venciendo el pecado se mantienen fieles a Cristo.  

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Como vemos, la piñata encierra una profunda explicación teológica del combate espiritual contra: el mundo, el demonio y la carne, que representa la vida del cristiano. 

En cuanto a los canticos llamados villancicos, que se entonan durante la Navidad y de manera muy especial posteriormente a la celebración de las Posadas; se cree llegaron al Nuevo Mundo junto con otras tradiciones navideñas, en el siglo XVI. Si el canto gregoriano fue la joya musical del medievo, es en el renacimiento cuando se inicia la composición de la música secular, aunque no por ello se dejo a un lado ni la música sacra ni los temas sagrados. Así, como una espontanea expresión popular se fueron creando canticos sencillos que tenían como centro el nacimiento del Salvador. En México se considera el villancico: “Hoy nació el Redentor del mundo” como el primero. Este tiene su origen en la España del siglo XV. 

Como vemos, la tradicional posada encierra una bellísima y muy completa catequesis que hoy mas que nunca es importante mantener viva en nuestras familias. Que su celebración despierte en nosotros ese celo, esa pasión por la salvación de las almas, empezando por la nuestra y las de nuestra familia, familiares y amigos. 

En estos días de adviento en los cuales nos preparamos para la navidad, dejémonos guiar por el ejemplo de aquellos frailes que, sin utilizar términos modernistas e inclusivos, sin diluir la doctrina, sin maquillar la verdad y sin esconder el rostro de Cristo crucificado, conquistaron un Nuevo Mundo para Dios y ganaron, para muchas almas que aceptaron la Buena Nueva del evangelio, la eterna corona de la gloria. 

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