La historia de la que hoy hablaremos se destaca por el carácter extraordinario de su protagonista. Un personaje cuyas sombras han sido engrandecidas y ennegrecidas. Sus luces, mucho mayores que sus sombras, han sido minimizadas, cuando no distorsionadas. Su historia, digna de una odisea, ha sido convertida en leyenda. En esa leyenda negra que, desafortunadamente, impregna la historia de México desde su mismo origen, y que ha sido tan poderosa, como para ocultar lo grande y noble de su figura. Estos sencillos renglones tienen como objetivo disipar las nubes y reencontrar la luz de la verdad. Sin mitificaciones ni canonizaciones mas sin las deformaciones ni falsedades que, profundamente arraigadas en nuestra cultura; han dificultado, no sólo el conocimiento, sino el justo reconocimiento a mi padre, a tu padre y al padre de todos los mexicanos. 

El 13 de agosto del 2021, se cumplieron 500 años de la caída de Tenochtitlan y del nacimiento de México, bajo el liderazgo de Hernán Cortés, a quien el escritor y diplomático Salvador Madariaga, considero al mismo tiempo: “el primer patriota mejicano y el español más grande y capaz de su siglo”. Conozcamos un poco de su historia, que es la nuestra. 

Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano, nació en Medellín, España en 1485 en el seno de una familia de menor hidalguía. Estudió latín y leyes en Salamanca mas su carácter inquieto y aventurero, lo llevan a partir, con tan sólo 19 años, a la isla caribeña de La Española y posteriormente a Cuba; donde se gana el aprecio del gobernador Diego de Velázquez, con quien tendría, una relación marcada por rivalidades y desconfianzas. En 1518, Velázquez pone, en las nada experimentadas manos de Cortés, una expedición de ochocientos hombres a lo que hoy es México. Cortés, gracias a su carácter valiente y emprendedor, convertiría el viaje de exploración, cancelado a ultima hora por el mismo gobernador, en una auténtica epopeya; al ignorar las ordenes de Velázquez e introducirse en tierras habitadas por tribus enfrentadas entre sí. 

Al llegar a tierra firme, Cortés funda la ciudad de Veracruz y al ser reconocido por sus hombres como capitán, se deslinda de la autoridad de Velázquez. Este hecho, junto con la arriesgada y dificultosa empresa que tenían adelante los españoles, amedrentó a algunos de sus hombres que deseaban regresar a Cuba. Cortés, ante esto, decide eliminar toda posibilidad de dar marcha atrás al hundir los barcos en los que había llegado, excepto la que había de utilizar Portocarrero; a fin de mantener contacto directo con España, utilizándolos, además, de provisión en la conquista de la capital mexica. Con este determinante gesto, que ha pasado a la historia con la frase: “quemar las naves” Cortés dejo en claro a sus hombres que tenían sólo dos posibilidades: morir o salir victoriosos de una empresa que, a todas luces, parecía imposible. 

Cortés, derrotando a unos pueblos y formando alianzas con otros, como los totonacas, iba avanzando en su empresa. Además, Cortes contó con la invaluable ayuda de una mujer nativa, la famosísima doña Marina, mejor conocida como la Malinche; quien le sirvió de interprete y con quien tuvo, según su propio testimonio, al hijo más cercano a su corazón, Martin.

Así, con 300 soldados españoles y tres mil tlaxcaltecas, sufriendo un sin fin de aventuras y desventuras, Cortés siguió avanzando hacia su objetivo, la mítica ciudad de Tenochtitlan en la cual es recibido por el emperador Moctezuma, quien lo trata con prudente desconfianza. Por su parte Velázquez, furioso al enterarse de que Cortés ha desobedecido sus órdenes, envía tropas para detenerlo; mas para su infortunio Cortés no sólo sale victorioso del encuentro con los hombres de Velázquez, sino que logra convencer a muchos de ellos de seguirlo en los siguientes combates.

Cortés sufre su más grande derrota a manos de los mexicas en la llamada noche triste, cuando él y sus tropas se ven forzados a huir de la ciudad de Tenochtitlán, asediados por la población local. Aquella derrota, que hubiese hecho claudicar a cualquier otro, fue la espuela que aumento el brío del extraordinario Capitán; quien logra reconstruir, no solo su ejército, sino la moral de éste; continuando la lucha contra los mexicas que no ceso, hasta conseguir la captura de Cuauhtémoc, quien sucediera a Moctezuma como líder militar. 

La caída de Tenochtitlán el 13 de agosto de 1521, representó la caída del imperio azteca y una de las más grandes acciones militares de todos los tiempos. Con ello, se extinguía un mundo cuyo gran esplendor y riqueza eran oscurecidos por los sangrientos, crueles y frecuentes sacrificios humanos, amen del canibalismo. El mismo historiador de Harvard, William Prescot, reconoce que Cortés fue una suerte de libertador entre los pueblos indígenas y aún entre los aztecas, puesto que los sacrificios humanos no sólo incluían prisioneros de guerra, sino también mujeres y niños aztecas; quienes eran sacrificados de manera multitudinaria y de forma tan cruel, que dicho ritual helo la sangre de los aguerridos conquistadores. 

Con Cortés nacía otro mundo. Un mundo que unió no sólo al español y al indígena, sino a los indígenas entre sí; pues sus diferentes tribus, no compartían ni lengua, ni religión, ni costumbres. Un mundo que, con sus defectos pues no hay paraíso en la tierra; fue mucho más justo, más grande y mucho más bello que el anterior. 

La conquista trajo enormes progresos económicos, científicos, tecnológicos y hasta sociales. Los datos lo confirman. Los indígenas, como hombres libres que fueron bajo la Corona Española; se beneficiaron de la prosperidad. Las lenguas indígenas se conservaron y fueron materia de estudio en las primeras universidades de la América Española, en la cual estudiaron no pocos indígenas. Se construyeron excelentes hospitales que ofrecieron atención gratuita a los nativos. Además, se reconoció y conservó la clase noble indígena. El mismo Cortes pidió a Carlos V nombrar a su hijo predilecto, el mestizo Martín Cortés Malintzin, de siete años, caballero de la Orden de Santiago. Además, varios indígenas fueron nombrados gobernadores en el Virreinato de la Nueva España. Entre los varios gobernadores indígenas encontramos a: Juan Velázquez Tlacotzin, don Pablo Xochiquenzin, Diego de Alvarado Huanitzin, Diego de San Francisco Tehuetzquititzin, don Alonso Tezcatl Popocatzin, don Pedro Xiconocatzin, por nombrar sólo a algunos. 

Y, lo más importante que trajo Hernán Cortés a México, fue el cristianismo. Cortés personalmente se preocupó de que España mandara misioneros santos para evangelizar a los indígenas. Cuando llegan los franciscanos, vestidos con vastos y humildes sayos, los pies descalzos, rosario al cinto; Hernán Cortés, el gran conquistador desmonta su fastuoso caballo y humildemente se hinca ante los frailes besando con respeto y devoción sus ásperas manos. Con esta muestra de obediencia y humildad ante Dios, representado por los humildes frailes, Cortés empieza la evangelización. 

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Aún en España, Hernán Cortés nunca olvidó a su querido México. Tanto, que lo recordó en su testamento escrito desde Sevilla en el cual legó fondos para fundar y sostener un hospital, un convento y un colegio universitario. 

Pocos hombres han sido juzgados con tan grande injusticia e ingratitud como Hernán Cortés, a quien se reconoce como conquistador, mas se le niega el nombre de padre fundador de un México, que sin él no hubiese sido posible. 

Hernán Cortés fue un hombre excepcional. Vencedor no solo incomprendido sino vilipendiado. Civilizador y misionero que llevó la Cruz a un mundo ensangrentado por los sacrificios humanos y el canibalismo. Desafortunadamente, el odio a Cortés y el desprecio a la Malinche, ha hecho del mexicano un pueblo víctima, que reniega de su pasado y cuya espalda se dobla bajo el peso, no de una conquista que trajo la luz a todo un continente, sino de una leyenda negra plagada de falsedades. 

Es tiempo de rencontrarnos con nuestra historia. La real, grande y bella. Llena de hazañas y heroísmo, de pasión y de bravura. De recuperar nuestro orgullo y dignidad y recuperar con ello sueño del fundador de nuestra patria, construir una nación donde sus pobladores vivamos en armonía, paz y prosperidad.  

Recordemos que, a través de batallas y alianzas nació nuestra Patria. En ellas, la espada y la flecha lucharon entre sí para posteriormente unirse bajo la Santa Cruz. Que bajo Su protección y amparo reconstruyamos la gran nación que somos, la nación mexicana. Orgullosa hija de Cortés. Orgullosa hija de España. Y sobretodo, orgullosa de ser católica.

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