Aún cuando los elementos superficiales que rodean a la navidad empiezan a vislumbrarse desde noviembre, la navidad no comienza hasta el 25 de diciembre, día del nacimiento de Jesucristo quien, encarnado en la Santísima Virgen María, nace en un humilde pesebre.
Desafortunadamente, cada vez se extiende más la falsa creencia de que la celebración de la Navidad tiene un origen pagano. Esta se remonta al siglo XII con el obispo sirio ortodoxo, Jacob Bar-Salibi quien propagó el relato de que, a fin de contrarrestar la fiesta pagana del Sol invicto, los padres de la iglesia decidieron que la navidad se celebrara el mismo día.
Dicho mito vuelve a renacer con la llamada Reforma. Varios líderes protestantes, a fin de desacreditar a la iglesia católica, dedicaron sus esfuerzos a suprimir tan sagrada celebración, aunque sin gran éxito.
Esta creencia vuelve a resurgir a fines del siglo XIX y es, en nuestros días, que se ha puesto nuevamente de moda por ser muy conveniente a la ideología anticristiana que rige en nuestra sociedad.
Pero dejemos atrás los mitos y veamos como se estableció, realmente, la fecha de navidad.
Aunque los textos bíblicos establecen que Cristo nace en tiempos del emperador Herodes, no registra una fecha específica. Sin embargo, el evangelista San Lucas (discípulo de San Pablo) establece la anunciación del ángel Gabriel a la Santísima Virgen María; en el sexto mes del embarazo de Santa Isabel (madre de San Juan el Bautista). Esta fecha coincide con la creación del mundo de acuerdo con el calendario judío, que se celebraba el 14 de Nisán. Con estos datos, los primeros cristianos asociaron el comienzo de la Encarnación del Verbo, es decir, la concepción de Jesucristo, el 25 de marzo.
San Ireneo, padre de la iglesia, quien naciera alrededor del año 125 D.C. basándose en la tradición de la iglesia; estableció formalmente la virginal concepción de Jesucristo el 25 de marzo. Y fijo el nacimiento de Cristo, exactamente nueve meses después, el 25 de diciembre; durante el solsticio de invierno, precisamente cuando el sol, próximo a extinguirse, triunfa sobre las tinieblas y reaparece con un nuevo resplandor.
Sexto Julio Africano, considerado padre de la cronología cristiana y viviera entre los años 160 y 240 D.C. confirmó la fecha del 25 de marzo como el día de la concepción de Cristo y la vinculó con Su nacimiento, exactamente nueve meses después, el 25 de diciembre.
Como vemos, la tradición de celebrar el nacimiento de Cristo el 25 de diciembre proviene de la iglesia primitiva. El historiador William J. Thige sostiene que los cristianos en los primeros 2 siglos, establecieron el 25 de marzo como la fecha de la Crucifixión, fecha aceptada de su concepción. Agregando nueve meses, los cristianos llegaron al 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Cristo.
San Agustín, en el siglo IV, menciona que conforme a la tradición se esperaba que el Mesías fuera concebido alrededor de la Pascua judía. Y explica que el 25 de diciembre era el día más apropiado para celebrar la natividad de Cristo con las siguientes palabras: «De ahí que Él nació el día que es el más corto y a partir del cual comienzan los siguientes días a aumentar en longitud. El, por lo tanto, que se inclinó y nos levantó, eligió el día más corto, mas aquél, en el que la luz comienza a aumentar. Este día, efectivamente, en el que la luz comienza a crecer, era a propósito para simbolizar la obra de Cristo, quien, por medio de su gracia, renueva continuamente nuestro hombre interior. Habiendo resuelto el Creador eterno, nacer en el tiempo, convenía que el día de su nacimiento estuviese de acuerdo con la creación temporal”.
El obispo de Hipona, en otro de sus sermones sobre el nacimiento de Cristo, explica la frase de San Juan Bautista (Jn 3,30): “Hace falta que El
crezca, y que yo disminuya”. Dice San Agustín: «Juan vino al mundo cuando los días empiezan a disminuir, Cristo nació en el momento en que comienzan a crecer. De este modo, todo es misterioso: la salida del Astro Precursor en el solsticio del verano, y la aparición del Sol Celestial en el tiempo de las tinieblas”.
La celebración litúrgica de la Navidad se encuentra en el calendario filocaliano del año 336 D.C. En las Constituciones Apostólicas del año 380 D.C. se confirma, de acuerdo con la tradición de la iglesia, la celebración del nacimiento de Cristo el 25 de diciembre y la Epifanía el 6 de enero. Es, en el siglo IV que la celebración de la Navidad se extendió por todo Oriente y Occidente. En el siglo V, casi toda la Iglesia observaba el 25 de diciembre como la fiesta de la Natividad y la Epifanía el 6 de enero.
En cuanto a la celebración de la fiesta pagana, es importante enfatizar que varios historiadores, entre ellos, Thomas Talley, establecen que el culto al sol en la Roma pagana no era, ni una fiesta importante ni se celebraba en el solsticio de invierno. De hecho, fue hasta aproximadamente el año 270 D. C. cuando el emperador romano Aureliano, ante la imparable expansión del cristianismo por todo el imperio romano, a pesar de la cruel y cruenta persecución de éste; buscó, a través de una vistosa fiesta recuperar terreno. Así, establece el 25 de diciembre como Dies Natalis Solis Invicti (el cumpleaños del sol invicto) queriendo sustituir con un ídolo más y sin gran éxito, la fiesta cristiana que celebraba el nacimiento de Cristo, Hijo de Dios vivo; Cristo, luz del mundo; Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
Termino con la siguiente frase de San Gregorio Nacianceno: «Cristo nace; ensalzadle. Cristo baja del cielo; salidle al encuentro. Cristo está ya en la tierra; oh hombres, elevaos. Cante al Señor toda la tierra y para decirlo todo en una sola palabra: Alégrense los cielos y salte de gozo la tierra, por causa de Aquel que es al mismo tiempo del cielo y de la tierra. Cristo se viste con nuestra carne, estremeced de temor y alegría: de temor por razón de nuestros pecados, de alegría por la esperanza.
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