Se suponía que el confinamiento iba a ser temporal ya que, al principio, se informó que bastaba un par de semanas para «aplanar la curva», no obstante, ya pasaron casi dos años desde que empezó la pandemia de COVID-19 y no tenemos idea de cuándo va a terminar. La celebración del Día de Acción de Gracias se canceló una vez más en muchas regiones de Estados Unidos y diversas autoridades gubernamentales instaron a los residentes a cancelar sus celebraciones navideñas de la misma manera.
Lo que muchos no comprenden aún es que la respuesta global ante la pandemia de COVID-19 tiene muy poco que ver con que un virus real se esté propagando, ya que, en realidad, se trata de una estrategia para tomar el control global y ejecutar el plan tecnocrático que se conoce como el Gran Reinicio.
Los cubrebocas, el distanciamiento social, el cierre de empresas, el trabajo y el aprendizaje en línea, al igual que la cuarentena de personas que no presentan síntomas de la enfermedad, son formas de «adoctrinamiento suave» para que nos acostumbremos a una nueva e inhumana forma de vida sin derechos ni libertades.
El otro Klaus
Klaus Schwab es el presidente ejecutivo y fundador del Foro Económico Mundial. Schwab anunció la propuesta del Gran Reinicio del Foro Económico Mundial en junio de 2020,1 lo que implica despojar a las personas de sus bienes de propiedad privada.
Además de ser un exponente importante de la tecnocracia, Schwab tiene una fuerte inclinación transhumanista y una muestra de ello es el libro que escribió acerca de la Cuarta Revolución Industrial, cuya característica es la fusión del hombre con las máquinas, la biología y la tecnología digital.2
Winter Oak, una organización británica sin fines de lucro, señala que Schwab y sus cómplices están utilizando la pandemia «para eludir la responsabilidad democrática, anular la oposición, acelerar su plan e imponerlo en todo el mundo en contra de nuestra voluntad».
Se ha puesto en marcha la mayor transferencia de riqueza de la historia
Aunque se asegura que el plan del Gran Reinicio busca que todos vivan en condiciones justas y equitativas, los tecnócratas que manejan el sistema no tendrán que hacer los mismos sacrificios que se requieren para estos fines.
Por el contrario, como señaló Patrick Wood en una entrevista con James Delingpole, la distribución de la riqueza y las economías circulares que promueve la élite tecnocrática nunca beneficiarán a la población, ya que lo que buscan en realidad es que la riqueza de las personas se redistribuya entre ellos.
Una evidencia de esto fue la decisión de permitir que las grandes cadenas comerciales siguieran abiertas durante la pandemia y obligar a los negocios pequeños a cerrar, aunque no implicaran un riesgo significativo de contagio.
No existe ninguna razón, además de trasladar la riqueza a las corporaciones multinacionales. A más de la mitad de los dueños de empresas pequeñas les preocupaba que sus negocios no sobrevivieran.3
Desde el comienzo de la pandemia, la riqueza colectiva de 651 multimillonarios de Estados Unidos aumentó más del 36 %, lo cual equivale a 1 billón de dólares.4 Para poner en perspectiva la riqueza que tienen en la actualidad, el número de multimillonarios en Estados Unidos aumentó a 745 durante la pandemia y, además, sus activos crecieron en 2.1 billones de dólares.5
De acuerdo con el boletín digital Inequality, «la suma de 5 billones de dólares que representa la riqueza de los multimillonarios, que ahora son 745, es dos tercios mayor que los 3 billones que posee el 50 por ciento de los hogares en Estados Unidos, según estimaciones de la Junta de la Reserva Federal».
Como señaló Frank Clemente, director ejecutivo de Americans for Tax Fairness, «nunca antes se había visto dicha acumulación de riqueza en tan pocas manos».6
Eso es lo que significará para usted la redistribución tecnocrática de la riqueza. En última instancia, el Gran Reinicio dividirá a las personas en dos categorías: la élite tecnocrática, que tiene todo el poder y que gobierna todos los activos, y el resto de la humanidad, que no tiene poder, ni activos ni opinión sobre nada.
La pandemia de COVID-19 es una forma de guerra de clases, ya que es evidente la forma en la que se hacen cumplir las reglas. Quienes las establecen, las infringen en repetidas ocasiones sin tener repercusión alguna y, por el contrario, a los ciudadanos se les amenaza con multarlos o arrestarlos si no hacen lo que se les indica.
El rol de las vacunas
Si necesita más evidencias de que estamos en medio de una toma de poder tecnocrática, tome en cuenta el programa de vacunación masiva y la promoción de carne sintética, producida en un laboratorio. Bill Gates, otro tecnócrata de primera línea, ha declarado en varias ocasiones que no hay más remedio que aplicarle la vacuna antiCOVID-19 a toda la población.
Como era de esperar, ha invertido mucho en dicha vacuna y obtendrá una remuneración bastante generosa gracias a la campaña de vacunación masiva que ha tenido lugar en todo el mundo. Los tecnócratas no son más que egoístas que pretenden tener buenas intenciones.
Tarde o temprano, sus datos personales, registros médicos, finanzas, y quién sabe qué más, se juntarán y se introducirán en alguna parte de su cuerpo. Se podrá monitorear cada aspecto posible de su biología y sus actividades cotidianas durante las 24 horas del día, los 7 días de la semana, además de que estará conectado de manera digital al Internet de las cosas (IoT), lo cual dará origen a las ciudades inteligentes.
Las diferentes partes de esta enorme red de control de población encajan como piezas de un rompecabezas. El programa de vacunación global tiene conexión con el de identidad biométrica que, a su vez, se vincula con el de la sociedad sin efectivo, la cual se relaciona con el sistema de crédito social, que tiene que ver con la ingeniería social, y así sucesivamente.
Si este experimento se sigue desarrollando, al final, se esclavizará a toda la humanidad dentro de una prisión digital sin salida. A quienes se rebelen, se les restringirá el acceso a sus pertenencias e información digital.
La carne falsa también es parte del reinicio
El aumento de la carne sintética es otra de las piezas del rompecabezas del Gran Reinicio. De acuerdo con el Foro Económico Mundial, la carne cultivada en laboratorio es una alternativa más sustentable que el ganado convencional, por lo que la cantidad de carne que comeremos será mucho menor en el futuro. Como se indica en su sitio web:7
“A medida que el mundo busca restablecer su economía y los sistemas alimentarios de una mejor manera, una solución más sustentable es la carne sintética, ya que tarda mucho menos en crecer, se emplean menos recursos y no es necesario sacrificar animales».
Pero no crea que esto tiene algo que ver con preservar el medio ambiente. No es así, ya que se trata de controlar el suministro de alimentos y evitar la independencia alimentaria.
Las corporaciones multinacionales ya se apoderaron de la mayor parte del suministro de alimentos de todo el mundo por medio de sus semillas transgénicas y patentadas. Las carnes y los mariscos cultivados y patentados les concederán a las empresas privadas el poder de controlar el suministro de alimentos por completo, lo que, a su vez, les permitirá controlar países y poblaciones enteras.
Sin duda alguna, la salud pública se verá afectada por este cambio de alimentación, ya que tanto el aceite de canola como el de cártamo8 son fuentes principales de grasa en estos menjurjes de carne sintética. Los aceites vegetales contienen un tipo de ácidos grasos omega-6 que se conoce como ácido linoleico (LA), el cual actúa como un veneno metabólico cuando se consume en exceso, ya que genera una disfunción mitocondrial severa, resistencia a la insulina, menores niveles de NAD +, obesidad y una menor capacidad para generar energía celular.
Hace 150 años, nuestro consumo de LA era de 2 a 3 gramos por día, mientras que, ahora, es hasta 10 o 20 veces mayor y aumentará aún más si la carne sintética se convierte en un alimento básico.
En esta navidad, haga una promesa y no sea parte del gran reinicio
El Gran Reinicio está en marcha, pero todavía es posible detenerlo. Sin embargo, es necesario que un gran número de personas comprenda la situación y tome acción. Si queremos evitar que El Gran Reinicio acabe con la vida tal como la conocemos, es imperativo que veamos la desobediencia civil como un deber. Debemos resistirnos desde todos los ángulos.
Debemos reclamar nuestra soberanía, nuestro derecho a vivir en libertad, a abrir nuestros negocios y a trasladarnos sin restricciones. Debemos comunicarnos con los gobernadores que elegimos y exigirles que dejen de infringir nuestros derechos constitucionales. Tenemos que participar en los procesos políticos y ayudar a educar a nuestras autoridades locales sobre su responsabilidad de defender la Constitución. Asimismo, tal vez sea necesario brindar nuestro apoyo para impugnar las decisiones judiciales.
Un pequeño paso en la dirección correcta que puede tomar ahora mismo sería celebrar la Navidad como lo haría normalmente, y no permitir que Klaus Schwab y Bill Gates le roben su felicidad con familiares y amigos.
No hay garantías en esta vida, y para muchos, esta será su última Navidad. Entonces, pásela de lo mejor. La vida se aprecia más cuando se comparte con sus seres queridos. Negarnos a renunciar a nuestra humanidad es la forma en que nos resistimos al Gran Inicio.
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