Estamos en los primeros días del comienzo de un nuevo año. En esos días en los que todavía prevalecen los buenos deseos, los rectos propósitos y esa humana ilusión, que cada nuevo ciclo logra despertar en nosotros. Si bien cada año trae sus propios desafíos, problemas, esperanzas y anhelos; este año lo estamos empezando, una vez más, con la espada de Damocles pendiente sobre nuestras cabezas. La gran mayoría de los políticos, organizaciones no gubernamentales, líderes y filántropos millonarios se han afanado en agrandar los problemas, oscurecer el horizonte y hasta pronosticar, cual aves de mal agüero, el sinfín de males que nos aguardan.
Es probable que muchos de nosotros vivamos en una cómoda situación de libertad y pensemos que todos los expertos, varios de ellos vacunados, por cierto, que han alertado de la dictadura mundial que se nos viene encima son falsos profetas en busca de fama y atención. Sin embargo, basta asomarse a lo que está pasando en muchas partes del mundo para darse en cuenta que muchas de las predicciones tildadas por los líderes mundiales de “locuras conspiranoicas,” son hoy, una realidad.
Los ejemplos abundan. Biden ha advertido que su paciencia con los no vacunados se está agotando y varios estados se han sumado al requerimiento de la prueba de vacunación, la cual es exigida, en varios distritos, a partir de los 5 años. Trudeau ha acusado de racistas y misóginos a los no vacunados. Y a pesar de que en la gran mayoría de los estados en Canadá requieren el pasaporte de vacunación a partir de los 12 años, para realizar hasta las actividades más esenciales, los toques de queda, amén de otras limitaciones y restricciones, siguen vigentes. Macron, a pesar de haber vacunado al 90% de su población, ha dicho abiertamente que su estrategia consiste en hacerles la vida imposible a aquellos que siguen rehusando sus mandatos de vacunación. En Holanda, la persecución ha ido tan lejos que las personas que protestan contra las restricciones arbitrarias han sido atacadas con perros policiales. En Austria, a partir de febrero, quien rehúse pagar una multa, por cada vez que salga a la calle y no pueda mostrar su pasaporte de vacunación, podría ser penado hasta con la cárcel. En Australia, los no vacunados sólo pueden salir por razones estrictamente esenciales, mas salir a trabajar no se considera una de ellas.
Que el virus existe, es un hecho. Que es peligroso para varias personas, nadie lo niega. Que es mortal para algunas personas, es desafortunadamente cierto. Todos debemos cuidarnos, ser prudentes y sobre todo utilizar el sentido común. Ese gran ausente en esta pandemia en la que las medidas que se han tomado, prácticamente a nivel mundial, han sobrepasado el mal que se deseaba limitar. Nos han obligado a parar primero, y a transformar radicalmente nuestra vida, después; por un virus que tiene un índice de más del 99.7% de sobrevivencia; eso, de acuerdo con la gran mayoría de las páginas en internet.
Y es que esto no va de vacunas, ni de nuestra salud y mucho menos del bien común. Esto ni siquiera tiene que ver con la ciencia, que admite cuestionamientos y debates, hasta ahora prohibidos y silenciados, a pesar de las credenciales profesionales de los disidentes y las contradicciones constantes de nuestras autoridades. De los 15 días para aplanar la curva llevamos casi ya dos años. Primero, afirmaron que las mascarillas no eran necesarias, luego que si. Vacunas para los más vulnerables, luego para los adultos, los jóvenes y ahora hasta para los niños. Son varios los lugares donde el pasaporte de vacunación ya es exigido a los niños a partir de los 5 años. La dosis de refuerzo ya ha sido autorizada a partir de los 12 años y se cree en los siguientes meses se autorizará la vacuna a partir de los 6 meses. Primero, se exigieron dos dosis para hacer las actividades habituales, en varios lugares de Europa ya han empezado a exigir tres; Israel, ya va en cuatro. Moderna también ha anunciado que, no bastará la tercera dosis y que, en otoño, se deberá aplicar la cuarta. Como podemos ver, los mandatos y reglas no acaban, sino que se expanden y se extienden, incluyendo aún a los más pequeños.
Nuestros “líderes” nos prometen una y otra vez que veremos la luz al final del túnel si seguimos obedeciendo dócilmente sus mandatos, lo cual llevamos haciendo prácticamente ya dos años. Sin embargo, nos mantienen en la oscuridad fomentando la división y hasta incitando el enojo y la desconfianza de los vacunados contra quienes no lo están, aún dentro de las mismas familias, como si de ira santa se tratara.
Esta ha sido una pandemia única. Prósperos negocios de familia en la ruina, carreras y proyectos truncados, peleas familiares agravadas, lejanía de personas antes cercanas, depresión, ansiedad, soledad, miedo, impotencia y muerte. Además, por primera vez el mundo cristiano, si todavía le podemos llamar así, ante una gran necesidad cerró las puertas de las iglesias negando aún los sacramentos esenciales para la salvación de las almas. Las puertas se abrieron meses después, pero en general con más limitaciones y normas que un establecimiento cualquiera.
Hace décadas que retiramos a Dios de la plaza pública, de los colegios, de las instituciones gubernamentales y poco a poco lo fuimos arrinconando. Incluso, en nuestros “hogares católicos,” apenas recordamos que somos cristianos los domingos y eso, si acaso y por un rato. Aún en varias iglesias, los sacerdotes “Alter Christus”, buscando quedar bien con el mundo antes que, con Dios, lo han arrinconado y hasta callado. Hay dogmas y enseñanzas que molestan demasiado…
Rechazamos la revelación y ahora creemos a pie juntillas, con una ingenuidad pueril, sino fuese tan peligrosa, los dogmas del progresismo y de sus líderes que nos mienten y traicionan una y otra vez.
Una sociedad que niega a Dios acaba por adorar al César. Al desplazar a Dios hemos rechazado también la ley divina, y hasta la natural, legalizando crímenes, vicios y pecados por doquier. Hemos rechazado el Logos y ahora enfrentamos el caos.
Hemos sacado a Cristo de nuestra sociedad, lleva décadas destronado. Los grandes perdedores, nosotros, sus súbditos, que rechazando su suave yugo hemos acabado por rendirle pleitesía a un estado a cuál más corrupto, arbitrario e inmoral, al cual, además, mantenemos con gran lujo.
Hay motivos de sobra para preocuparnos. También, afortunadamente tenemos motivos para la esperanza. Son muchas las personas que de todos los continentes han salido a la calle a decir que no están dispuestos a perder una libertad que no le corresponde al estado otorgar, sino reconocer. Y en varios lugares también, ha salido a la calle, una pequeñísima minoría, rosario en mano pidiendo la guía, la protección y el amparo de María, Torre de David, Arca de la Alianza, Puerta del cielo. De María, Quien es capaz de obtener del mismo Dios, inmerecidos favores e imposibles victorias para aquellos que con total confianza, acuden a Ella.
Dicen que, a grandes males, grandes remedios. Es momento de abrir las puertas de todas y cada una de las iglesias de par en par y sin restricción alguna. Es hora de volver a esas prácticas, tradiciones y costumbres tan antiguas, tan sagradas y sabias a través de las cuales Cristo imperaba, no sólo en las iglesias y en las familias, sino también en las calles, en las escuelas, en las instituciones gubernamentales y en todo lugar. Es momento de deshacernos de ese laicismo vergonzante, y sin complejo ni vergüenza alguna, coronar a Cristo recuperando la esfera pública de la que fue injustamente expulsado.
Nuestra sociedad, profundamente herida, está cada vez más dividida. Nuestra unidad sólo la podremos construir bajo el reinado de Quien es el camino, la verdad y la vida. Cristo es Rey y sólo en El, está nuestra salvación.
“Christus vincit, regnat, imperat: ab omni malo plemem suam defendat”. “Cristo vence, Cristo reina, Cristo manda; que Él defienda a su pueblo de todo mal”. Papa Sixto V
Texto de nuestra colaboradora Hija de Cortes, puede ver el vídeo pulsando aquí.
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