A pesar del “invierno demográfico” que asola cada vez más naciones, el mito de la sobrepoblación sigue vigente. Constantemente escuchamos a varios “expertos” apoyando esta teoría, que ha dado origen a la ideología antinatalista. Ideología, que ha ido ganando adeptos en las últimas décadas, moldeando el pensamiento de muchas personas quienes afirman que, debido a los recursos limitados del planeta, es necesario controlar el crecimiento de la población. De lo contrario, se provocará una escasez catastrófica, de los recursos necesarios para sostener la vida.
El concepto de «sobrepoblación» se origina con Thomas Malthus, famoso clérigo anglicano quien, en vista de las predicciones del aumento de población y sin más fundamento que sus propias especulaciones simplistas, predijo, en 1789, que el rápido aumento de la población humana, pronto superaría la capacidad del planeta para producir alimentos, lo que provocaría una hambruna masiva en todo el mundo. Dicha hambruna nunca se materializó, en el tiempo que él lo predijo, y por los datos que posteriormente veremos, sigue muy lejos de materializarse.
Malthus publicó sus predicciones en un tratado llamado: “Ensayo sobre el principio de población”. A pesar de lo pomposo del título, el ensayo no tenía nada de científico. Sin embargo, debido a ciertos intereses del mundo intelectual, su teoría fue apoyada sin el más mínimo cuestionamiento. Su obra logró el efecto esperado, provocar una gran preocupación en el público general, que veía como inevitable la catástrofe que se avecinaba debido al rápido crecimiento de la población. Esto gracias, en gran parte, a que la tasa de mortalidad en Inglaterra estaba en franco declive. La vivienda, la nutrición, la sanidad y la salud pública mejoraban rápidamente, en todas las clases sociales, con grandes beneficios para toda la población.
Este prometedor panorama fue el que Malthus, por alguna desconocida razón, o sin razón alguna, encontró devastador. Se dice que, era tal su pesimismo sobre el futuro de la humanidad, que lloraba en los bautismos mientras celebraba los funerales con particular entusiasmo.
Malthus, quien no ocultaba su terror por el aumento poblacional de la clase trabajadora, era un abierto adulador de la clase rica y poderosa de quienes obtuvo un abierto e importante apoyo. La alta sociedad británica, que temía perder su poder e influencia ante una clase trabajadora cada vez más numerosa, no sólo aceptó con gran entusiasmo sus ideas, sino que apoyó y difundió su teoría.
Otro de sus mayores defensores fue Darwin, quien veía en la compasión cristiana un acto contrario a la «selección natural» y a su teoría, sobre la evolución humana. Recordemos que Darwin, en su obra magna: “Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural”, hablaba de la preservación de las razas favorecidas, en la lucha por la vida. Los pobres que, iban ganando terreno al reproducirse rápidamente, contradecían directamente su teoría. Además, Malthus creía que la caridad cristiana era culpable de la perpetuación de un número cada vez mayor de “defectuosos, delincuentes y dependientes” con un altísimo costo para la comunidad.
Por ello, propuso medidas no sólo drásticas sino inhumanas, sádicas y brutales. En lugar de promover hábitos de higiene entre los más pobres, propuso que se fomentara en ellos, los hábitos insalubres. Favoreció las condiciones malsanas dentro de los asentamientos así como los hacinamientos a fin de facilitar la propagación de las enfermedades. Y no contento con esto, el progresista anglicano, reprobó el cuidado y el tratamiento de enfermedades consideradas como devastadoras, sobre todo entre los pobres. Sus medidas de control poblacional fueron criticadas por su falta de sentido cristiano y hasta de sentido común. Aunque desafortunadamente, como podemos ver, el comportamiento de los progresistas de antes y de los de ahora, no es que haya cambiado mucho…
A pesar de que han pasado muchísimas décadas, la ideología maltusiana, fiel a sus orígenes, se ha seguido propagando ganando cada día más adeptos. No son pocas las poderosas instituciones internacionales, los políticos, las películas, los documentales y hasta los millonarios metidos a científicos, que nos recuerdan constantemente que somos muchos. Se nos dice constantemente, en todos los tonos, que estamos matando al planeta que en merecida vendetta, acabará con nosotros el día menos pensado. Porque como dice Chesterton, hay dos clases de personas: “los que aceptan dogmas y lo saben y los que aceptan dogmas y no lo saben”.
El mito de la sobrepoblación no admitió replica, a pesar de que la revolución industrial hizo posible un mejor aprovechamiento de la tierra, al grado de producir una mayor cantidad de alimentos en menos tierra.
Esta ideología maltusiana, junto con las teorías darwinianas, que promueven la propagación del «apto» y la reducción de los «no aptos», han producido la ideología antinatalista tan en boga en nuestros días. Esa ideología, que invirtiendo el orden natural, ha transformado profundamente a nuestra sociedad; que ha acabado, en gran parte, por maldecir la fecundidad y despreciar el don de la vida.
Hemos puesto nuestro corazón en los efímeros tesoros materiales y hemos perdido lo esencial y valioso. Es tiempo de alzar la voz y empezar a demostrar que esta ideología, basada en mitos y no en hechos, ha contribuido a crear un mundo donde la muerte campa a sus anchas ganando terreno día a día a través de sus formas más siniestras: el aborto, la eutanasia y la eugenesia. Es tiempo de recordar que no somos el producto accidental y sin sentido de una evolución guiada por el azar. Que cada uno de nosotros ha sido fruto del pensamiento de Dios, amado por Dios y con una misión única. Que cada vida que empieza nos vuelva a llenar de alegría y de admiración; y sobre todo de gratitud y de esperanza.
Próximamente, analizaremos la cifras actuales de población en el mundo y hablaremos sobre la eugenesia, movimiento que surge como consecuencia del pensamiento maltusiano, así como sus consecuencias hasta nuestros días.
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