«Malditos libertadores» supone una excelente reputación del mito de los supuestos «libertadores» que según la leyenda histórica lograron liberar la América española del injusto yugo peninsular para llevar a sus pueblos a la libertad, la luz, y la gloria, no obstante la verdadera aportación del libro de Augusto Zamora no consiste tanto en su análisis de los procesos de «independencia» sino en que el mismo se realiza desde posiciones izquierdistas.
El autor realiza una primera pregunta que trata de resolver en un ensayo más que destacable «¿por qué, después de más de dos siglos de independencia, sigue Latinoamérica atada al subdesarrollo y el atraso?»La leyenda rosa de los «libertadores» tiene su propia respuesta: La culpa del atraso de los países hispanoamericanos la tiene el imperialismo peninsular, y decimos peninsular pues es necesario recordar que no podemos hacer uso de la expresión «imperialismo español» pues tan españoles eran los habitantes de la Península Ibérica, como los habitantes desde río Grande a Tierra de Fuego. Sin embargo, la realidad es que la responsabilidad de la situación presente de la América hispana la tienen únicamente las oligarquías que dominan los diferentes países hispanoamericanos, y que herederas de los «libertadores» vendieron y siguen vendiendo a sus pueblos al capital anglosajón (y actualmente al capital chino). Efectivamente, las oligarquías han querido exculparse cargando las culpas sobre un «imperialismo» que nunca lo fue, pues los datos históricos demuestran que en muchos aspectos la España Americana estaba incluso más avanzada que la España Peninsular.
En este sentido el autor argumenta sobre la mentira de ese lugar común compartido tanto por los análisis liberales como marxistas, que trata de justificarse decretando injustamente que la responsabilidad del subdesarrollo del continente proviene de la época española. Según el propio autor «la Inquisición española y, en general, la leyenda negra de España son, quizá, uno de los mayores tópicos de la Historia moderna y, tal vez, la más exitosa campaña de propaganda contra un enemigo externo que haya habido jamás». El autor, y recordemos que desde la ideología izquierdista, recuerda que la «tenebrosa» inquisición española sólo condenó a la hoguera a 59 mujeres entre los siglos XVI y XIX, y sin embargo en el resto de la Europa protestante las autoridades civiles condenaron a más de 100.000 «brujas» de las que 50.000 fueron quemadas.
Resulta sumamente curioso como el autor para apoyar su tesis recuerda igualmente el horror de la Revolución Francesa, y nos recuerde que los regímenes liberales han sido los mayores genocidas de la historia, así evoca las palabras del jefe de los ejércitos revolucionarios, general Westermann, que en relación a los millones de católicos que se opusieron al impío proceso revolucionario llegó a afirmar que «¡La Vendée ya no existe, ciudadanos republicanos!» en relación al primer genocidio de la época contemporánea en las que miles de hombres, mujeres y niños murieron masacrados por la libertaria bota revolucionaria.
Augusto Zamora reconoce que la izquierda ha caída en las mentiras liberales, y ha replicado los mismos argumentos para justificar la situación de postración en que viven los pueblos hispanoamericanos: ¡mueran los españoles y su herencia!, sin darse cuenta que él mismo todavía no ha limpiado su espíritu de dichas impurezas, pues sistemáticamente menciona a Hispanoamérica como Latinoamérica sin darse cuenta que de esta forma sigue el juego del frustrado imperialismo liberal francés, que en el siglo XIX, y ante la derrota del Imperio Español, quiso realizar su sueño imperial adoptando como propio el legado occidental en América mediante el uso del término Latinoamérica para referirse a la América no anglosajona.
Es evidente que compartimos algunos de los puntos de vista del autor, pero no podemos suscribir todos por cuanto llega a afirmar que «en Latinoamérica debemos aherrojar con cadenas el pasado para poder construir nuestro futuro. Encerrar el siglo XVI en los libros de historia, para dedicarnos a construir el siglo XXI», cuando la realidad del subdesarrollo americano ha sido precisamente querer olvidar su historia del siglo XVI al XVII, historia que les constituyó como pueblo, que les constituyó en civilización, y que les dio la impronta de la verdadera fe, del idioma, y de la idiosincrasia hispana amante de la verdadera libertad, y enemiga del materialismo que inunda el mundo desde la revolución protestante.
«Malditos libertadores» anda certero al demostrar que durante el primer tercio del siglo XIX los pueblos americanos no consiguieron ninguna independencia, sino que renunciaron a formar parte de la primera potencia del mundo para convertirse en esclavos de la élite inglesa, pues las oligarquías se entregaron de forma gratuita a Inglaterra y la propia geografía americana les impuso un aislamiento geográfico del que nunca han sabido salir, es decir, que los conocidos como «libertadores» lo que en realidad fomentaron fue un proceso de autocolonización por el capital inglés primero, y de USA después. Ejemplo de esa colonización que sigue en la actualidad es la multitud de canales televisivos que emiten en los diferentes países americanos, y que aunque lo hagan en español, no hace más que difundir el liberalismo anglosajón (FOX, CNN, NBC, HBO, CNBC, MTV …).
El propio Augusto Zamora reconoce que Hispanoamérica se ha movido políticamente en los parámetros revolucionarios de izquierda y de derecha, es decir que ha caído en el materialismo más inhumano ya que «Latinoamérica es bidimensional, esta como en un túnel, dentro del cual es posible el movimiento de izquierda a derecha o de delante hacia atrás, pero no es posible mirar hacia arriba ni hacia abajo; por tanto no es posible imaginar ni pensar que pueda existir algo por encima» pues efectivamente las mal llamadas independencia americanas supusieron el derrumbe del cielo que siempre les ofreció su integración en la hispanidad, y una América sin cielo necesariamente tenía que transitar los duros caminos del infierno.
No obstante, en el fondo de «Malditos libertadores» late una interpretación histórica que compromete toda la tesis, pues Zamora llega a afirmar que «la independencia de España y Portugal terminó en fraude, pues solo significó cambiar el tipo de dominación y de amor. El blando imperialismo ibérico fue sustituido, casi sin transición, por uno más taimado, cruel y rapaz, como fue el imperialismo de Gran Bretaña, menos visible pero más incisivo e implacable», sin darse cuenta que dicha interpretación vuelve a suponer un tributo precisamente al imperialismo anglosajón. Efectivamente el autor parece suponer la existencia de las naciones hispanoamericanas previas a la evangelización española, naciones que supuestamente eran libres antes de la llegada de los peninsulares y permanecieron subyugadas después, pero la realidad es una muy otra, pues los habitantes originarios no vivían todos ellos libres, al estar sometidos a imperios precolombinos, e igualmente en ningún caso tenían la concepción de formar naciones, ni incluso de formar continente, por lo que podemos entender que la identidad hispanoamericana no se forma verdaderamente hasta la llegada de los peninsulares, y esta identidad, étnicamente está formado por el mestizaje, y religiosamente por el catolicismo. América, como España, la América en la que todos pensamos, y la verdadera España, ni fueron, ni serán sin el catolicismo, pues si se extirpa de sus venas la savia católica se diluirán en la oscuridad de la historia. En este sentido no existía dominación en la época hispana, pues no se domina cuando se forma parte de un todo, como fue el caso de la América Española, ya que para que exista una verdadera dominación han de existir dos realidades políticas diferenciadas, una que domina, y otra que es dominada, pero cuando se es parte de un organismo político y social vivo no se puede hablar de dominación, sino de pertenencia. Precisamente esa concepción de dominación fue la que alentó el movimiento secesionista, fue la trampa que permitió vender una guerra por la libertad, y que encubrió la entrega de América a los intereses británicos, «hasta el punto de renunciar, antes aún de haberse consumado la derrota de España, a cualquier planteamiento de construcción nacional autónoma», pues tal y como acertadamente refiere el autor «los estados emergentes pasaron a convertirse en simples apéndices de los intereses comerciales, económicos y políticos de Inglaterra, hecho que determinará su evolución posterior y explica parte sustancial de su fracaso actual como Estados».
En este sentido podemos decir que efectivamente, los estados hispanoamericanos, son estados fallidos, por cuanto desde el siglo XIX han vagado por la historia sin encontrar una identidad propia. Si esa identidad se busca, como está haciendo la izquierda, en el indigenismo, el resultado ha de ser fallido por cuanto el indigenismo es incapaz de concebir la idea de nación, y por cuanto el triunfo del indigenismo es un imposible dado que la realidad mestiza convierte dicha pretensión en una idea esquizofrénica obligando a los hispanoamericanos a renunciar a su fe, a su lengua, y su real identidad. La izquierda, como otrora hizo su hermano mayor el liberalismo, lo que realmente busca es la fragmentación, y la atomización que permita un más fácil dominio, y una mayor dependencia de la metrópoli, ya sea cultural, económica, o política.
No, las supuestas guerras de independencia no supusieron un cambio de poder colonial, sino el tránsito entre la libertad hispana, y la esclavitud anglosajona. Aunque Augusto Zamora hable de tránsito colonial, en realidad esta afirmación es de imposible sostenimiento, pues el colonialismo es una creación del siglo XIX, y los procesos de independencias se produjeron con anterioridad. En realidad tanto Hispanoamérica como la España peninsular sufrieron desde el siglo XIX un proceso de colonización, en el que todavía están inmersos, y sin bien es verdad que la España victoriosa del 36, y la Argentina de Perón trataron de transitar ese camino de descolonización ambos intentos se vieron frustrados, y además, en el caso español se vio frustrado por el mismo régimen que había iniciado el tan ansiado proceso de descolonización, pues el desarrollismo de los años 60 no dejo de ser un entreguismo a las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial, que a la largo nos llevó al callejón sin salida de la Transición. Lo que no se puede hacer es tratar de analizar la situación de los países hispanoamericanos sin ocuparse de la situación de la España Peninsular, pues es difícil estudiar las consecuencias de una guerra civil (eso y no otra cosa fueron las guerras de independencia), sin valorar el deplorable estando en que quedaron las dos partes desgajadas de una misma realidad política. En este sentido los «libertadores» hispanoamericanos son los verdaderos esclavistas y racistas que renunciaron a su herencia hispana, y los liberales peninsulares son los traidores al espíritu de una nación que supo ser grande entre las grandes. Hoy resulta imposible que se alce la hispanidad si los peninsulares no derrotan a los nacionalistas separatistas, y si los hispanoamericanos no cobran conciencia de que desde lo tribal no se puede hacer nación.
El verdadero problema de Hispanoamérica es que nunca existió un verdadero sentimiento independentista, y después de la «liberación» no se supo crear espíritus nacionales, solo en el mejor de los casos espíritus estatales, es decir, estructuras de poder al servicio de las oligarquías, pues aunque «en el siglo XVIII se había consolidado un fuerte sentimiento de identidad y pertenencia a un corpus político propio y singular, una patria grande, que llevaba a las autoridades y habitantes de aquellos extendidos dominios a defender sus territorios y la Corona con un ardor y empeño envidiables», sin embargo una vez rota la común identidad en mil pedazos, cada uno de los pueblos nacidos de esa destrucción se ha sentido extraños en su propia tierra, siendo imposible que las partes encuentren una vocación histórica que estaba creada para el todo.
Hace bien el autor en denunciar que «la deformación deliberada y perversa de la historia hispanoamericana hace que, cada 12 de octubre, como rito pagano, la mitología antihispana inventada por las oligarquías criollas sigan retumbando sobre los huesos disueltos de Cortés y Pizarro, demostración clara del anquilosamiento de ideas de buena parte de la población, y sobre todo y deplorablemente, en sectores dizque de izquierdas, que repiten como loros el momificado ideario de las oligarquías decimonónicas», y hace bien en denunciar que la izquierda prisionera de las mentiras liberales ha hecho seguidismo irreflexivo de tanta mentira, no obstante a la izquierda le queda mucho camino por recorrer por cuanto mientras sigan convencidos que ante el error materialista del liberalismo, la solución es el error materialista del socialismo, seguirán sin comprender que las personas, y las naciones son algo más que materia, que existe una realidad transcendente, y que ninguna gran civilización se ha sostenido únicamente con su progreso material, así Grecia no se hizo eterna por su desarrollo comercial, sino por su filosofía, Roma se hizo universal por su concepción jurídica, no por la riqueza de sus ciudades, y España se hizo eterna, no por la riqueza de sus mercados y plazas, ni por su oro y plata, sino por haber cumplido como ninguna nación el mandato evangélico “id y predicar el Evangelio”
EL AUTOR: AUGUSTO ZAMORA R.
Exembajador de Nicaragua en España, ha sido profesor de Derecho internacional público y Relaciones internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid. Ha sido, asimismo, profesor en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, además de profesor invitado en distintas universidades de Europa y América Latina. Fue director jurídico del Ministerio del Exterior y jefe de gabinete del ministro del Exterior de 1979 hasta 1990. Formó parte del equipo negociador de Nicaragua en los procesos de paz de Contadora y Esquipulas, desde su inicio hasta la derrota electoral del sandinismo. Abogado de Nicaragua en el caso contra Estados Unidos en la Corte Internacional de Justicia, ha participado en numerosas misiones diplomáticas. Miembro de número de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua, ha colaborado, tanto en España como en Iberoamérica desde hace más de una década, en diarios como El Mundo o Público y revistas como PAPELES de Relaciones Ecosociales y Cambio Global. Entre sus obras cabe destacar El futuro de Nicaragua (1995; 2.a ed. aumentada, 2001), Actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua (1999), El derrumbamiento del Orden Mundial (2002), La paz burlada. Los procesos de paz de Contadora y Esquipulas (2006), Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos (2016; 3.a ed. aumentada 2018) y Réquiem polifónico por Occidente (2018).
DATOS DEL LIBRO:
- Escritor: Augusto Zamora
- Título: Malditos libertadores. Historia del subdesarrollo latinoamericano
- Editorial: Siglo XXI
- ISBN978-84-323-1975-4
- Páginas: 320
- PVP: 22,00 €
- Comprar libro: https://amzn.to/31Y0v7M
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