Ni a los niños dejan tranquilos los muy perversos ingenieros sociales a sueldo del globalismo.

En este caso vía ideología de género, hipersexualizando a los más pequeños, alentándoles a que (sin estar en absoluto preparados psíquica ni físicamente) «exploren su sexualidad».

Para llevarlo a cabo es preciso destruir la autoridad paterna, la razón última por la que se aprueban «leyes del menor», las cuales deben repugnar a quienes aún se rigen por los principios y valores de la familia tradicional.

Tal cuestión no resulta, desde luego, baladí, pues si se sigue permitiendo avanzar a dicha ideología la aberración de la pedofilia acabará normalizada como otra opción sexual cualquiera, ahora en base a supuestos «derechos» legales y sexuales del menor.

Hablamos de un abuso infantil clarísimo que (al igual que el matrimonio homosexual o la eutanasia) podría autorizarse en algún momento gracias al proceso que lleva aparejado toda «ventana de Overton» que se precie: apertura del debate en los medios de comunicación (consiguiendo que algo descabellado pase a ser algo popular), utilización de «neolengua» (en vez de «pedofilia» lo llamarían «orientación sexual alternativa» para que no suene demasiado mal), abundantes dosis de buenismo, estigmatizacion a los opositores (tildados de «retrógrados», «reaccionarios», «intolerantes», etc.) y cobertura legal.

Al final, que semejantes planes no salgan adelante dependerá de nosotros mismos, de nuestra defensa a ultranza de la institución familiar (base fundamental de una comunidad sana y de una nación soberana), de nuestra capacidad de resistencia (unidos seremos invencibles, separados vulnerables), de nuestro firme propósito de luchar contra la tiranía actual (y sus parámetros contranatura).

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