El historiador Hubertus Knabe fue director del Memorial Berlín-Hohenschönhausen hasta 2018. En la edición de hoy del diario «Die Welt», critica los esfuerzos por cambiar el nombre de las calles en Alemania basándose en una ideología política identitaria como un «ataque a la memoria cultural de una nación» . Hasta ahora, este enfoque ha sido utilizado principalmente por regímenes totalitarios.

El motivo de las críticas de Knabe es un documento que el Departamento de Justicia, Protección del Consumidor y Antidiscriminación del Senado de Berlín preparó recientemente en nombre del Comisionado de Antisemitismo, Samuel Salzborn. En este documento, el politólogo Felix Sassmannshausen pedía el cambio de nombre de más de un centenar de calles de la ciudad porque sus nombres supuestamente tenían referencias antisemitas. El compositor Richard Wagner, el reformador Martín Lutero o los teólogos Otto Dibelius, Christian Carl Bodelschwingh y Martin Niemöller ya no son dignos de recordar. El primer canciller alemán Konrad Adenauer, el escritor Thomas Mann y el luchador de la resistencia Claus Schenk Graf von Stauffenberg están clasificados como sospechosos en el documento.

Según Knabe, tales intentos de limpieza de la memoria cultural impulsada por la ideología “hasta ahora han caracterizado principalmente a los regímenes totalitarios”. George Orwell describió el demonio detrás de este comportamiento en su novela distópica 1984, que describe un futuro totalitario en el que, según uno de los personajes del libro, «cada libro ha sido reescrito, cada cuadro repintado, cada monumento, cada calle, cada edificio ha sido renombrado” y que hay “un solo presente interminable” “en el que la fiesta siempre tiene la razón”.

Este «ataque a la memoria cultural de una nación» es potencialmente el primer paso en un desarrollo que históricamente condujo a delitos como la quema de libros o la destrucción de bienes culturales. Además de las ideologías radicales, esto también se basa en la «presuntiva idea de ser mejor que los propios antepasados», que «casi siempre lleva a la ruina».¹

Antecedentes y evaluacion

El tipo de lista a descartar, criticada por Knabe, ya se ha elaborado para muchas ciudades alemanas. La recopilación de nombres a menudo revela al menos motivos anticristianos latentes por parte de los autores, porque las acusaciones se dirigen repetidamente a cristianos que fueron particularmente activos contra el nacionalsocialismo. Además de los teólogos mencionados, la lista de Berlín también incluye al obispo Clemens August Graf von Galen de Münster, quien se opuso públicamente al programa de eutanasia de los nacionalsocialistas, y al padre Maximilian Kolbe, quien luego fue canonizado y asesinado en el campo de concentración de Auschwitz.

El comisionado de antisemitismo del gobierno federal, Felix Klein, ya había cambiado el nombre del Papa Pío XII. Se requiere la Pacelliallee de Berlín designada. El historiador Michael Feldkamp evaluó esta demanda como parte de una «lucha contra la propia cultura». Fue «aterrador con qué ignorancia» aquí «se pasaron por alto los resultados de décadas de investigación histórica». Pacelli ha salvado demostrablemente a varios cientos de miles de judíos de ser capturados por los nacionalsocialistas. La afirmación de Klein retoma afirmaciones falsas que la propaganda soviética ya había utilizado para desacreditar a Pacelli. Feldkamp sospechó que Klein quería usar esta medida para distraer la atención de su fracaso en el cargo y que estaba abusando de ella para «avivar resentimientos anticatólicos y servir clichés baratos».²

En su ensayo, Knabe señala que el comunista Karl Marx, de todas las personas, no figura en la lista de personalidades históricas que son acusadas de antisemitismo o racismo en el documento mencionado. En sus escritos, Marx explicó, entre otras cosas, cuán “repugnante” le parecía “la fe israelita”e identifica al judaísmo como «un elemento antisocial contemporáneo común». Marx llamó al socialdemócrata Ferdinand Lassalle el “negro judío Lasalle”, que se caracterizaba biológicamente por una “sustancia básica parecida a la negra”. Marx describió a su yerno, cuya madre era una criolla cubana, como “descendiente de un gorila”. Esta omisión, al mismo tiempo que denuncia a personas de las que no se conocen declaraciones igualmente extremas, subraya los probables motivos ideológicos del autor y cliente del documento criticado por Knabe, que no expresan abiertamente, pero presumiblemente con el pretexto de combatir antisemitismo y tratar de ocultar el racismo.

La científica cultural Aleida Assmann vinculó la devaluación del propio pasado practicada por razones cultural-revolucionarias principalmente con el trabajo del movimiento neomarxista de 1968, que describió toda la tradición “en el mejor de los casos como mohosa, pero en su mayoría como envenenada” y así prevaleció. El presente está marcado por “una apuesta por la discontinuidad”. El «movimiento cultural-revolucionario hacia un nuevo comienzo absoluto» se esfuerza por una «hora cero para la memoria cultural». Tales esfuerzos se ubican en el contexto de una tendencia hacia el “desacredito de las acciones mojigatas” y la “abolición del pasado como recurso normativo”, que ha estado presente desde principios del período moderno.³

Este artículo se publicó originalmente en alemán en renovatio.org

Fuentes

1. Hubertus Knabe: «Ataques a la memoria cultural», Die Welt , 18 de enero de 2022, p.7.
2. Michael F. Feldkamp: «Disparo rápido populista», Die Tagespost , 17 de septiembre de 2020.
3. Aleida Assmann: Tiempo y Tradición. Cultural Strategies of Duration , Colonia 1999, pp. 67-69.

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