Es un hecho, aunque las feministas lo traten de negar, que al menos en occidente y de manera muy especial en los países desarrollados, las mujeres gozamos no sólo de derechos y libertad sino de grandes privilegios. Las llamadas cuotas de género nos dan prioridad, al menos en un cierto porcentaje en el acceso a la universidad, a varios puestos ejecutivos y aún dentro de la administración gubernamental. En los divorcios, lo mas común es que sea la mujer la que se queda con la hacienda y la custodia de los hijos, gracias a unas leyes que nos favorecen plenamente. Las madres solteras y divorciadas, cuentan con ayudas del estado mientras que los padres, en la misma situación, no tienen acceso a dichas ayudas y hasta en los juzgados, la palabra de la mujer ha pasado a valer más que la de los hombres simplemente por el hecho de serlo. En los países industrializados la mujer no sólo ha logrado la igualdad sino tener una posición privilegiada. Y sin embargo… Sin embargo la mujer, que está más “empoderada” que nunca está también, más deprimida que nunca.
Porque es, desafortunadamente, un hecho que muchas mujeres de hoy sufren de depresión clínica en un porcentaje inimaginable en tiempo de sus abuelas y bisabuelas y al menos lo sufren el doble que los hombres actualmente. ¿A qué se debe esto? A varias razones que ahora analizaremos, pero todas tienen una raíz común, el feminismo.
Empecemos con las madres. Recuerdo que cuando era muy niña las madres solían dedicar su tiempo, de manera prioritaria sino absoluta, al cuidado del hogar. ¡Menudo tedio, ¿verdad?! Y sin embargo, a pesar de la monotonía en la cual vivían, tenían algo que las mujeres actuales valoramos más que nunca porque es el bien que más nos es escaso, el tiempo. Nuestras abuelas y bisabuelas y hasta nuestras madres tenían tiempo para el esposo, para los hijos, los familiares y hasta para las amigas. Y de repente, algo cambio. Las madres fueron ingresando en el campo profesional a medio tiempo primero y rápidamente a tiempo completo. Primero, fueron la excepción. Pero, poco a poco, por la llamada “realización personal” y rápidamente después, por una necesidad real, fue la mayoría de ellas. Actualmente, casi todas las madres en los países desarrollados, tiene un trabajo que demanda la mayoría de su tiempo y desgasta sobradamente sus nervios.
Otro aspecto que incide en la depresión de las madres es que, debido al ingreso de casi la totalidad de las mujeres al campo laboral en los países industrializados, la oferta profesional es altísima por lo que los trabajos se cuidan a fuerza de grandes concesiones y mucho tiempo extra. Además, es común que el principal proveedor de la familia siga siendo el hombre, por lo que también en general es él quien trabaja más horas fuera de casa. Así, al no haber una clara división de trabajo en el hogar, surgen de manera frecuente tensiones y peleas entre los matrimonios. Ambos están agotados, mas la mujer, al no poder dedicar el tiempo necesario, al hogar se siente dividida y frustrada.
Otro factor que incide en la depresión es que se está educando a la mujer, desde pequeña, con expectativas altísimas. El feminismo es el culpable de elevar las expectativas de las mujeres más allá de las estrellas y muchas de ellas acaban estrelladas. Antes, la mujer se consideraba agradecida y feliz si se casaba con un buen hombre y formaba una familia promedio mas bien avenida y temerosa de la ley de Dios. Ahora, la mujer quiere ser todo menos promedio. Y así, la mujer espera al esposo, los hijos, la carrera y el sueldo acorde, más a sus expectativas que a la realidad.
Las feministas alegarán que esto les da la razón. Que es necesario suprimir o al menos cambiar, la estructura familiar que esclaviza a la mujer. Pero la realidad es que la mujer tiene corazón de madre aunque a muchas se los hayan robado. Cada vez son más las jóvenes y aún las no tan jóvenes que se tragan la propaganda de que el esposo es algo accesorio del que pueden prescindir y los hijos una lata que obstruyen la carrera profesional de la mujer, amén de contribuir al calentamiento global. Así, la mujer va posponiendo hijos y matrimonio hasta que se da cuenta que la naturaleza no perdona, que el tiempo corre y que la vida no es el cuento con final feliz que les relataron. La mujer termina sola y algunas ellas hasta con una excelente profesión. Sin embargo, la felicidad y la tan cacareada realización están ausentes.
A la mujer se le aseguró que podía tenerlo todo sin sacrificar nada y ya no es capaz de elegir, menos de renunciar, por lo que vive en constante contradicción. La mujer, eterna víctima, exige varias leyes proteccionistas y privilegios laborales. Se sigue preocupando por la belleza superficial, son muchas las que se visten provocativamente y se someten a peligrosa cirugía estética mas se ofenden ante las miradas “cosificadoras”. Si un hombre es caballeroso, es acusado de macho, prepotente y fascista. Si son igualitarios y dividen la cuenta con la mujer son unos frescos. Si no ganan más que ellas son unos fracasados o simplemente no son interesantes. Se ambiciona lo inalcanzable en algunas cuestiones y se espera muy poco o nada del varón, en las cuestiones vitales. Antes, la mujer para estar con un hombre pasaba por el altar. Actualmente, en ocasiones, no espera ni la cena. Las relaciones sin amor y en ocasiones, sin el más mínimo compromiso, han dejado a muchísimas mujeres no precisamente liberadas ni empoderadas sino con el corazón roto y el alma destrozada.
La mujer a descubierto, a golpe de desengaños, que al ir contra el hombre se ha destruido a la mujer. También ha descubierto que se cuentan con los dedos de una mano, y sobran los casos de las madres que tienen la carrera profesional de sus sueños sin tener que sacrificar a su esposo y sus hijos. Quienes abogan porque la mujer se equipare al hombre en el campo laboral, son personas que no tienen idea de lo que es, para una mujer común y corriente, tener un trabajo de tiempo completo, o aun de medio tiempo, correr todo el día tras las horas que nunca parecen alcanzar y llegar a casa exhausta sin ganas de nada.
En los países en los cuales la mujer goza de plenos derechos la mayoría de los niños son educados, mejor dicho, indoctrinados en la escuela pública en la que permanecen prácticamente todo el día. Las comidas en familia en la semana son un lujo prácticamente extinguido y aún las cenas en familia durante la semana son cada vez menos frecuentes debido a los trabajos cada vez más exigentes y a la multitud de actividades, que encima, como sí hicieran falta se suman al día.
La familia, sagrado lugar donde se aprende lo más sencillo y a la vez lo más profundo y sagrado. El lugar donde se forman las virtudes y se corrigen las desviaciones, tiene cada vez menos importancia. Actualmente, la mujer manda como nunca fuera de casa pero la educación de sus hijos le ha sido arrebatada. Son muchas las mujeres que han perdido su palacio, su hogar. En su lugar tienen un frío, impersonal y descuidado hotel. El resultado lo tenemos a la vista. Familias rotas, disfuncionales, dependencia a las drogas, uso de pornografía y mujeres con depresión y ansiedad como nunca antes.
El feminismo dice defender a la mujer cuando en realidad ataca y destruye su bien más preciado, la capacidad de dar la vida y de formarla. Un verdadero movimiento a favor de la mujer empieza por reconocer, promover y apoyar el insistituible papel de la mujer en el hogar, lugar de la plena realización para la mayoría de las mujeres.
Termino con una frase de Alice Von Hildebrand: “Una cosa es cierta: cuando llegue el momento, nada de lo creado por el hombre subsistirá. Un día, todos los logros humanos se reducirán a un montón de cenizas. Pero cada hijo que una mujer haya dado a luz vivirá para siempre, porque se le ha dado un alma inmortal hecha a imagen y semejanza de Dios. Desde este punto de vista, la afirmación de Beauvoir de que ‘las mujeres no producen nada’ se vuelve particularmente ridícula «.
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