Lo mejor del amigo es el consejo, por eso no dude en leer “Hispania. La primera España” cuando Carlos X. Blanco me aconsejo su lectura. En una época caracterizada por una la globalización despersonalizada, y en la que tras varios siglos de liberalismo político y de capitalismo económico parece haber desaparecido toda diferencia entre los pueblos y las naciones, resulta necesario volverse a realizar la gran pregunta ¿qué es España?, y para responder a la misma es evidente que lo primero es indagar sobre el nacimiento de España.
Además, en el caso de España resulta especialmente interesante preguntarse sobre el origen, el ser y el estar del pueblo español, pues en la piel de toro no solo vivimos amenazados por un riesgo exterior, el globalismo, sino que también estamos amenazados por un riesgo interior, el nacionalismo destructor de la unidad. Efectivamente, aunque vestido con piel de cordero el nacionalismo no tiene por objeto la constitución de nuevos pueblos, o la liberación de los ya constituidos, sino que su objetivo es la disgregación mediante el fomento del odio y el cultivo de los fanatismos; su sueño no es la creación de una nación, sino de un estado propio como mejor forma de conservar una estructura de poder oligárquico y endogámico en la que el pueblo es desposeído de sus tradiciones y sentimientos verdaderos para ser más fácilmente manipulable. En este sentido «Hispania. La primera España» es una lectura más que aconsejable para espantar nuestros males y combatir tanto el globalismo esclavizante, como el nacionalismo mentiroso y luchar contra el actual fenómeno de tribalización de las comunidades.
En su obra Armando Besga realiza un novedoso planteamiento, y en lugar de buscar cuándo nació España, busca en la historia el momento inicial en que se pudo hablar de Hispania, pues descubierto este primer momento todo el resto de la historia tomará sentido como devenir histórico. Para el autor España «es una comunidad histórica, cuyo único carácter presente a lo largo de su historia –esencia, si se quiere- es constituir una población occidental» por lo que sin necesidad de indagar en la difícil e intrincada cuestión de la esencia de España, es posible descubrir el origen de la realidad que llamamos España simplemente identificando el momento en que dicha realidad apareció de forma distinta y separada de las realidades circundantes.
Resulta evidente que el comienzo de la historia de España ha provocado un gran debate doctrinal e historiográfico, así para algunos España se formó cuando se unieron en el reino visigodo la población hispana, la herencia romana y los invasores germánicos, para otros dicho nacimiento no se produce hasta el año 589, cuando en el III Concilio de Toledo el pueblo godo se convirtió al catolicismo, hay quienes defiende que el nacimiento de España hay que situarlo en el movimiento de resistencia frente a la invasión musulmana del siglo VIII, para otros el momento fundacional habría que situarlo en plena Edad Media, incluso para algunos la fecha clave sería 1212 y las Navas de Tolosa sería el acontecimiento histórico fundacional, igualmente no son pocos los que defienden el reinado de los Reyes Católicos como el momento fundacional, al igual que para una minoría de autores habría que esperar al reinado de Felipe V creador del Estado Español, e incluso para los más ignorantes las Cortes de Cádiz de 1812 serían el mito constitutivo del nacimiento de España
Frente a todas las anteriores tesis, y para Armando Besga Marroquín, España es ante todo un producto de la historia, que sólo debe definirse en cada momento como el resultado de una evolución,sin que ningún elemento o característica se puede considerar esencial para certificar su existencia o perduración, y desde este sentido resulta más evidente que esa continuidad histórica se ha producido desde que el Imperio Romano bautizó las tierras de la Península Ibérica como Hispania hasta la actualidad, existiendo en toda esta evolución histórica un único periodo de ruptura, un único momento en que no se puede hablar de continuidad histórica: la invasión mahometana del siglo VIII, aunque dicha continuidad histórica si puede constatarse en la España de Covadonga, esa España que garantizó dicha continuidad, y que garantizó que la España romana y visigoda continuara en los núcleos cristianos del norte, es más, precisamente esa continuidad es la que justificó esa tarea constante a lo largo de los siglos que llamamos Reconquista,y que demuestra la existencia de una realidad comunitaria preexistente que necesitaba de conservación y posterior recuperación de los espacios perdidos.
No obstante lo anterior, en la actualidad estamos viendo como algunos tratan de convertir lo español en un simple gentilicio que indica procedencia, así incluso se permiten negar la existencia de España, o reducen su territorio quitándole, según los gustos, más o menos provincias, más o menos regiones, olvidando esa evolución histórica que ha permitido la pervivencia de una realidad comunitaria innegable desde la ocupación peninsular por las legiones romanas, es decir, pretenden convertir la hispanidad en una mera cuestión administrativa, y a España en un ente ficticio útil únicamente para emitir certificados de nacionalidad según el interés de algunos.
A diferencia de estas erradas concepciones la tesis mantenida por el autor es que España no es un espacio étnico, sino una comunidad histórica, cuyo nombre ha producido el gentilicio y no al revés, pues antes de la ocupación romana entre todos los habitantes de la Península Ibérica no existía una concepción de pertenencia a una unidad mayor (fuera esta política, social o económica), y es precisamente la romanización de la Península, y la denominación de las tierras peninsulares como Hispania, la que configuró esa idea de identidad propia, la que creo un factor de hispanización, es decir, la que propició los elementos de integración que una vez aplicados fueron hispanizando a los diferentes pueblos, y dotándoles de una personalidad propia que a la larga determinaría la existencia real de España. Como refiere Armando Besga «la historia, formación o hispanización de España comienza cuando los romanos le pusieron nombre y la unificaron con su conquista […] hacia el año 200 a. C., poco después del comienzo de la conquista de Hispania», pues «en la historia de la hispanización, el nombre de “Hispania” ha tenido una importancia decisiva. Con su aparición, comienza realmente la historia de España, porque lo que tiene nombre existe, aunque no exista, y viceversa, dado que solo podemos pensar con palabras».
De la importancia del nombre da cuente precisamente que del extraordinario legado de Roma en Europa occidental es preciso destacar los nombres, como refiere el historiador británico Denys Hay al decir que «al transmitir a ciertas grandes regiones nombres en torno a los cuales, siglos después, se organizaron verdaderos programas políticos, ha sido como los romanos han ejercido mayor influencia sobre los acontecimientos políticos ulteriores».
Tal y como refiere el autor lo importante en el nacimiento de Hispania es que para los romanos Hispania constituía una unidad y no un mero agregado de personas, aunque lo fuera antes de que la unificación impuesta produjera sus primeros efectos, y lo importante es que comenzó a formarse una identidad, la primera de una historia que ha tenido continuidad hasta nuestro tiempo, por lo que desde esta perspectiva podemos decir que la mayor aportación del Imperio Romano fue precisamente el proceso de integración que puso en marcha, y que Hispania pudiera aparecer ya en época romana como una patria, como una comunidad, es decir, la romanización fue el primer capítulo de «la hispanización de España», y lo realmente importante fue «que la romanización proporcionó a Hispania un común denominador, lo suficientemente grande como para que pudiera continuar su historia».
- DATOS DEL LIBRO
- Título: Hispania: La primera España
- Autor: Armando Besga Marroquín
- Editorial: Letras Inquietas. Diciembre de 2021
- Número de páginas: 178
- ISBN: 979-8785-694-48-4
- PvP: 16,99 euros, para comprar pulse aquí
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