Recién el Papa recibió en audiencia a una representación del Consorcio Internacional de Medios de Comunicación Católicos «Catholic fact-checking», chiringuito ante el que el ínclito Bergoglio ha dicho que «difundir desinformación y noticias falsas sobre el COVID y las vacunas es una violación de los derechos humanos» (sic). 

Y es que últimamente la Santa Sede parece más preocupada por combatir presuntos bulos en torno a la presunta pandemia que por la salud del alma de sus fieles, como si para el Sumo Pontífice fuera más grave poner en duda el modus operandi de las farmacéuticas que la naturaleza de la antropología cristiana o fuese más importante combatir a los que dudan de la eficacia de las «vacunas» que a los que se burlan de los Díez Mandamientos.

¿Acaso la misión papal no era -al menos hasta hace poco tiempo- custodiar en su integridad los preceptos/dogmas de la Fe y confirmar con ellos a los fieles católicos, corrigiendo las posibles desviaciones que pudiesen sufrir tales preceptos/dogmas? 

Al respecto y al hilo del mutismo existente, diríase que muy poco se ha preocupado el Vaticano por afear a los sacerdotes que recientemente han «salido del armario» en Alemania o el pasado mayo bendijeron a decenas de parejas homosexuales…¿En este caso no hay que combatir la confusión? 

¡Ojalá Francisco dedicara la misma energía que emplea en predicar los mantras mundialistas (coronavíricos, climáticos, migratorios, multiKulturales, negrolegendarios, etc.) en aclarar la doctrina católica y desmentir las ‘fake news’ que rodean su pontificado!

Unas ‘fake news’ que, por desgracia, el propio Papa argentino alienta y consiente por mor de su incontinencia verbal amén de por su errático comportamiento.

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