Es para mí un honor –y también una gran responsabilidad– prologar la edición ampliada del Diario de un paciente de ictus, el novísimo libro de mi buen amigo y paisano don Ramiro Grau Morancho (eminente jurista en activo, quien desde mediados de los años 70 del pasado siglo ha puesto en pie una obra literaria de irreprochable calidad/entidad).
Con este nuevo libro, Ramiro quiere ponernos sobre aviso ante un problema que, de forma exponencial, amenaza a las nuevas generaciones de convalecientes: el ictus.
Conociendo como conozco a don Ramiro Grau, sé que la urgencia interior por publicar –en una edición mejorada– este librito (tan anómalo como resulta en el corpus de su obra literaria) es también una muy real necesidad por encender la alarma social ante la realidad ninguneada del ictus, ese enemigo silencioso, que Ramiro ha vivido –y todavía vive– en primera persona.
Tal y como con todo lujo de detalles narra el autor, Diario de un paciente de ictus es la memoranda descarnada de aquellos tremendos días de agosto y septiembre de 2021, en los que nuestro hombre, poco antes, durante y tras el ictus, pone negro sobre blanco sus reflexiones del día ante la realidad inexorable de la enfermedad. Sin afectaciones ni circunloquios, esta memoria personal trasciende con todo las limitaciones del relato personal, como veremos más adelante.
Ramiro Grau es una figura pública con una dilatada trayectoria al frente de las más variadas causas legales, privadas y públicas. Sin embargo, en esta ocasión prevalece la dimensión personal del hombre de carne-y-hueso sobre las intrincadas aristas metapolíticas de un problema harto silenciado en la España de 2021-2022: el ictus, sí, pero también los mecanismos protocolarios y la infraestructura médico-sanitaria que están detrás de los mismos, con sus pros y sus contras.
Pero viajemos al pasado: el 27 de septiembre de 2021, el medio Alerta Digital publicaba esta nota de prensa, firmada por quien aquí escribe; la nota decía así:
“Lamentamos informarles que el ex fiscal Ramiro Grau Morancho, colaborador de este medio, sufrió un ictus el pasado 15 de agosto mientras veraneaba en su villa natal de Laguarres (Huesca). Trasladado de urgencia al hospital de Barbastro, fue desviado (dada la gravedad de su estado) al central de Zaragoza, donde se recupera lentamente del referido infarto cerebral, que ha dejado al autor aragonés muy disminuido, pese a que su lucidez mental es plena.
Esperemos que tras los meses de rigor propios de una larga convalecencia, don Ramiro Grau pueda regresar a las trincheras de los muchos frentes contra la corrupción que asolan España: patriotas íntegros como el señor Grau son hoy más necesarios que nunca.
Rogamos una oración por su plena recuperación.”
En estas líneas, escritas de corrido ante la impactante noticia que me había hecho llegar el propio Ramiro desde el hospital, se condensaba la situación de nuestro hombre a mediados del mes de septiembre de 2021.
Confieso que al principio sospeché algo: tras varias semanas sin contestar a mis correos electrónicos, comprendí que algo podía haberle pasado a Grau… El resto, como quien dice, vino solo, y será el propio Grau quien les ponga al corriente en las sucesivas páginas del Diario.
Tras sopesar la posibilidad, no quiero realizar aquí una burda “pornografía emocional” en torno a mis visitas al convaleciente en el hospital, pues no se trata de derramar jarabe sensiblero para humedecer los pañuelos de los lectores: se trata de alertar de un problema. Mi misión así es muy otra: prologar con conocimiento de causa esta obra, y justificar su pertinencia en una contexto falto de libros de esta naturaleza.
Dicho esto, es lícito preguntarse: ¿qué singulariza este libro de otros ejemplares destinados a tratar parejo asunto?
Ante todo, y esto quizá sea lo más significativo para el lector, que no estamos ante un “libro de especialista” (es decir, ante el texto de un técnico que no ha vivido en primera persona la enfermedad, puesto que habla desde la distancia y el empirismo que dimana de la costumbre, instrumentalizada por una profesión basada en la repetición y el cotejo de la enfermedad en otros).
Grau, narrador de la enfermedad “en sí/en mí”, harto consciente de la importancia de su testimonio (un testimonio que puede salvar vidas), ha decidido ponerlo (casi) todo por escrito, elaborando así el que quizá sea el primer libro netamente biográfico de nuestro autor, “un Grau en alpargatas de hospital”, donde el intérprete del Derecho se difumina en beneficio del enfermo, muy mermado en un hospital de la Seguridad Social de Zaragoza –aunque también sea uno de los mejores de España–: el Hospital Universitario Miguel Servet.
Hay en este Diario de un paciente de ictus algo más que una memoria personal del ictus, desde su irrupción hasta la salida del túnel (tras casi frisar los pórticos de la muerte): el autor, consciente de que las cosas grises y sórdidas no resultan atractivas al gran público (si bien no las omite), ha optado con buen criterio por sazonar su historia de fino humor aragonés, y así lo testimonian las páginas de su obra, añadiendo a tal condimento una dimensión política en la que, ahora sí, aflora la perspicacia del jurista, cual hábil detector de un sistema que se hunde: el “hospital universal de España”.
Sin más preámbulos, deseamos al lector una provechosa lectura.
José Antonio Bielsa Arbiol
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