Benito Mussolini alertó en 1930: «Los masones que “duermen” pueden despertarse. Eliminándolos se asegura que dormirán para siempre”.(Ferrer Benimeli en “Masonería y Satanismo”)
Y así parece que sucede en España a pesar de cuanto repiten de que Franco no dejó a ningún masón vivo. Por si faltaba algún elemento destructivo en este mosaico en que han convertido a la Patria, han aparecido, dos importantes cargos del desgobierno de Sánchez, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares y Juan Fernández Trigo secretario de Estado para Iberoamérica y el Caribe y el Español en el Mundo[1] que según ABC, por sus actividades no parece que estuvieran “dormidos”. El ministro se jactaba de liderar un grupo que se denominaba a sí mismo Los Carbonarios, como se conocía a los miembros de la Carbonería, sociedad secreta fundada en Nápoles a principios del siglo XIX y muy activa en Francia, que fue responsable del asesinato de numerosos funcionarios públicos en su mayoría conservadores. De modo que es de suponer el terror que originaba su activismo en contra de los gobiernos del PP y su sectarismo político mucho antes de ocupar sus actuales cargos. Según fuentes diplomáticas, fueron responsables de numerosas filtraciones a la prensa algunas procedentes de la propia izquierda española que por una razón u otra acabaron chocando con Albares y los suyos[2].
Conozcamos algo sobre los Carbonarios:
Del gran tronco común que es la Masonería, han surgido infinidad de ramas o sectas cada una con sus propios objetivos y singularidades para conseguirlos. Se podría decir que las hay malas, peores y satánicas. Presumen que entre sus miembros se encuentran científicos y músicos de gran renombre, pero éstos dedicándose a lo suyo, no causan el daño que aquellos que se dedican a transformar los valores de la sociedad y el orden establecido en las naciones, sin olvidar su mayor afán por destruir la Iglesia, especialmente la católica.
Una de esas ramas es la de los Carbonarios una sociedad secreta llamada Carbonería fundada en Nápoles (se dice que por la mafia) en los primeros años del siglo XIX en el contexto de la invasión napoleónica de Italia (1805-1814), basada en valores liberales y fines nacionalistas. Su nombre deriva del gremio de los trabajadores del carbón, del mismo modo que los masones se inspiran en los trabajadores del gremio de la construcción y al igual que ellos, quién se inscribía en la sociedad desconocía en profundidad los objetivos y medios para cumplirlos; iban percatándose cuando alcanzaban un cierto nivel, como explican Maurice Caillet en Yo fui masón, o también Serge Abad-Gallardo en Por qué dejé de ser masón.
Las sociedades secretas del movimiento carbonario están en el origen de la primera gran ola de agitación contra el orden establecido en 1815 por el Congreso de Viena. A la demanda de liberalización del sistema político se suma, en su caso, el deseo de unidad o independencia nacional. Una vez Italia se hubiese unificado, se promulgarían libertades políticas y una Constitución de signo liberal. Después de liberada Italia, se confiaba en que ese mismo objetivo se cumpliese en el resto de naciones europeas y se enterrase definitivamente al Absolutismo en el continente.
Los iniciados en la Carbonería, que tomaron el nombre de “Buenos Primos” y no “hermanos” como en la masonería, se dividían en dos grados: uno inferior, de aprendices y otro, superior, de maestros. Ambos estaban organizados en secciones, divididas jerárquicamente, a su vez en Barracas, Ventas, Ventas matrices y Altas Ventas. Las complicadas ceremonias de iniciación eran más o menos copia de las masónicas. Los miembros divididos en dos sectores uno civil, orientado hacia la protesta pacífica y la propaganda y otro militar, destinado a la lucha armada que tuvo gran importancia porque sus dirigentes comenzaron cada vez más a optar por acciones violentas con estrategias de tipo guerrillero. Sus primeras revueltas antiabsolutistas se produjeron en Nápoles en 1820, inspiradas en la sublevación triunfante de Rafael del Riego en España. Pero, a diferencia de la masonería, los carbonarios, aprovechando la triste experiencia sanfedista[3], se presentaron con un ritual y un simbolismo de tipo católico, ya existente, por lo demás, en los Charbonniers, pero acentuado por los del Mediodía de Italia, llegaron a considerar a Cristo como el primer carbonario, y a San Teobaldo como patrón de la secta. Sin embargo, como condiciona el tronco matriz, era pura apariencia para ocultar su objetivo más innoble: atacar a la Iglesia.
En general, se consideraba que los carbonarios eran ferozmente anticlericales, y varios casos de la época ponen de relieve la gran oposición entre este movimiento y la Iglesia católica, el más famoso de los cuales sigue siendo la denominada «conspiración de grandes Ventas«. El documento La Formación Permanente de la Alta Vendita, fue un documento atribuido a los Carbonari en el que se trazaba todo un plan de infiltración y corrupción de la Iglesia Católica. Entre otras cosas se decía: «Nuestro fin último es el mismo de Voltaire y de la Revolución Francesa, la destrucción final del catolicismo e incluso de la idea cristiana”. Estos papeles cayeron en manos de Gregorio XVI pero fue publicado con posterioridad a petición del Papa Pío IX por Jacques Crétineau-Joly en su libro: L’Église Romaine en face de la Révolution. Por su auto de aprobación del 25 de febrero de 1861 dirigido al autor, el Papa Pío IX garantizó la autenticidad de los documentos revelados pero no autorizó a nadie a manifestar los nombres reales de los miembros de la Alta Vendita involucrados en los documentos. Después de este asunto, el padre Georges Dillon denunció los vínculos entre la masonería y los carbonarios. Entre los documentos puestos a disposición de Crétineau-Joly para escribir su libro se encuentra una carta atribuida a un miembro de la Haute-Vente, llamado Piccolo-Tigre.
El revolucionario francés Pierre-Joseph Briot, francmasón del rito de Misraïm[4] y “buen primo charbonnier” del rito del Gran Alejandro de la Confianza fue quien lo introdujo en Nápoles, a finales del año 1809. Se cree que unificó varios grupos italianos bajo el control de la Carbonaria. Del italiano Buonarroti, también heredero de la emancipación de la Ilustración, miembro del “cristianismo esotérico”[5] del siglo xviii con fuentes Rosacruces, hay que destacar que junto a Briot, a la cabeza de la Haute Vente, era el alma de las insurrecciones en Francia, Italia, Bélgica y en países tan lejanos como Polonia.
En julio de 1820 la insurrección dirigida por el general Guglielmo Pepé fue llevada a cabo en Nápoles por Carbonaria para conseguir de Fernando I una Constitución. Estos movimientos fueron condenados por los poderes conservadores, en el marco de la política de los Congresos: Congreso de Troppau en octubre de 1820 (que autorizó la intervención directa de Austria) y de Laybach en enero de 1821. En marzo del mismo año las revueltas liberales orquestan en Piamonte un nuevo levantamiento que llevó a la abdicación del rey Víctor Manuel I y, en tanto acudía a Turín su sucesor Carlos Félix, la Regencia recayó en Carlos Alberto quien aprovechó la presión popular para otorgar una Constitución avanzada, que seguía el modelo de la española de 1812 (la «Constitución de Cádiz»). Esta actitud de jugar a dos bandas, disgustó a los austriacos, que le hicieron retirar la Constitución y restablecieron el absolutismo monárquico con la llegada de Carlos Félix. La represión fue feroz. Silvio Pellico y Pietro Maroncelli, de Confalonieri, Andryane y Pallavicino, sufrieron tormento por sus firmes convicciones en las mazmorras de Spielberg (en Brno, Chequia).
Al morir Carlos Félix se extinguió la rama principal de los Saboya y la Corona piamontesa recayó de nuevo sobre Carlos Alberto quien aprovechó el estallido revolucionario de 1848, que sacudió a toda Europa, para otorgar al Piamonte una constitución moderadamente liberal -el Estatuto Real– que, en 1861, se convertiría en la primera Constitución de la Italia unificada. Al mismo tiempo, volviendo, de nuevo, a jugar a dos bandas, quiso asumir el protagonismo de la unificación y declaró la guerra a Austria, pero fue derrotado en 1849 en la batalla de Novara y se vio obligado a abdicar en su hijo Víctor Manuel II y exiliarse en Portugal. No obstante, el sistema político del Estatuto pervivió, convirtiendo al Piamonte en un modelo de monarquía constitucional para los nacionalistas, que apoyarían la unificación de Italia bajo su liderazgo en la década siguiente: Il Risorgimento que culminó en 1870 liderada en parte por el «buen primo» Garibaldi, también ilustre hierofante de Memphis Misraïm: lo que prueba, si fuera necesario, la estrecha relación entre la institución de la albañilería y los Carbonari , sirviendo la primera de caldo de cultivo para la segunda.
Los Carbonarios en España
Al comenzar el Trienio Liberal la masonería era la única sociedad secreta implantada en toda España. La historiografía antiliberal, y algunos de los que habían preparado el levantamiento de 1820 pero que renegaron finalmente de aquellos hechos, le atribuyeron un protagonismo especial de carácter conspiratorio en el retorno al constitucionalismo. El marqués de Miraflores por ejemplo, señaló que “la masonería minaba al gobierno y que, a pesar de ser sofocada la revolución de julio de 1819, esta tenía sólidos fundamentos y “estendidas (sic) por la Masoneria sus ramificaciones por toda la Península, solo esperaba en todas partes un pronunciamiento positivo por una fuerza militar”.
Las sociedades secretas experimentaron durante el Trienio un gran empuje pues, prohibidas las sociedades patrióticas a finales de 1820, los constitucionales desarrollaron aún más las secretas, organizadas para conservar y aumentar las libertades civiles. Se creó la Confederación de Comuneros en 1821 reivindicando a los héroes comuneros de hacía tres siglos Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado. Entre sus fines estaba llevar a término una revolución liberal. se extendió de manera rápida, existiendo el doble de torres comuneras que logias masónicas al admitirse en aquellas todo tipo de personas, desde moderados hasta los más radicales. Ambas sociedades ejercían su influencia en la política y tenían sus propios periódicos que en el caso comunero fueron principalmente El Eco de Padilla y El Zurriago.
Sin embargo, tras una primera crisis en octubre de 1822 y una escisión en febrero de 1823 debido al aumento de los elementos moderados dentro de la secta, pasó a la irrelevancia una vez derribado el sistema constitucional español. Se señalaba no sin exageración que ambas sociedades gobernaban la península bajo el reinado de la Constitución, pero sin ocuparse del bien de la patria porque ambas se disputaban el poder en un “conflicto de ambiciones opuestas”, aunque habitualmente salía victoriosa la masonería. Gil Novales destacó el odio que se generó entre ambas sociedades secretas al haberse escorado la masonería hacia la derecha y haber tomado la comunería el sentido inverso, destacando esta última por su cerrada defensa del cumplimiento de la Constitución en línea con los liberales exaltados que la fundaron. No tuvieron continuidad tras el retorno al liberalismo con la muerte de Fernando VII diez años después.
Surgen también otras sociedades secretas influidas por los mismos que habían alentado durante el siglo XIX revoluciones en toda Europa, como la llamada de Los Europeos, venida del extranjero y asentada en Barcelona, que se nutrió de italianos antiguamente carbonarios. Contaban con un cuerpo de mercenarios del que se llegaron a servir tanto la masonería como la comunería.
La Sociedad del Anillo, a la que pertenecieron ilustrados, sabios y patrióticos, nutriéndose hasta de masones y de quien fuera ministro, José María Calatrava. Fueron atacados y vencidos por masones y comuneros, especialmente tras la revuelta del 7 de julio de 1822, al haberles atribuido movimientos conspiratorios anticonstitucionales, con lo que decidieron disolverse.
Crearon también la Sociedad de Los Numantinos, liberal y progresista, con el objetivo de vengar la muerte de Rafael del Riego. Uno de los fundadores fue Espronceda.
En 1851, a través de Mazzini y el Comité Europeo radicado en Londres, los republicanos españoles solicitaron al Gobierno norteamericano dinero y asistencia para llevar a cabo una revolución democrática a cambio de la entrega de Cuba[6]. En Granada, hacia 1854, se creó una sociedad carbonaria llamada Venta Nacional que se extendió por Jaén, Almería, Málaga y Córdoba y que, al parecer, fue responsable de la sublevación de Loja de 1861. Sofocada ésta, las sociedades secretas volverían a proliferar en el bienio 1867-1868.
Tras la contrarrevolución de julio de 1856 y el paso a la clandestinidad y al exilio de numerosos militantes republicano-democráticos, el socialismo jacobino español, liderado por Sixto Cámara y Fernando Garrido, exacerbó su componente neocarbonario emprendiendo una espiral insurreccional. A finales de 1856, se creó una sociedad secreta de carácter republicano a iniciativa de Ceferino Tresserra, que se extendió durante el más permisivo período de gobierno de la Unión Liberal, porque el partido demócrata se fue confundiendo cada vez más con la sociedad carbonaria.
La masonería, el Gran Oriente de España, dominó a las distintas sectas que surgieron y en su breve existencia entre 1869 y 1887 causó en España sucesivas crisis institucionales provocadas tanto por progresistas como por demócratas-republicanos, ambos con ramificaciones internacionales que produjeron levantamientos en toda España hasta causar la pérdida de la Corona a Isabel II.
Los masones se multiplican. La masonería reconoce como masones a Amadeo de Saboya, al general Prim, a Ruiz Zorrilla o Sagasta. Amén de destacados ministros como Cristino Martos, Nicolás María Rivero, Eleuterio Maisonnave, Nicolás Estévanez, Manuel Becerra, José Carvajal Hué, Eduardo Chao. O multitud de diputados a las Cortes Constituyentes de 1869 y a las Republicanas de 1873, como Cipriano Carmona, Juan Contreras Román, Manuel Llano y Persí, José Malcampo, Enrique Pérez de Guzmán, Ignacio Rojo Arias, Federico Rubio Gali, Juan Moreno Benítez, Antonio Ramos Calderón. Por tanto, muchos masones participan en la aprobación de las constituciones de 1869 y la de 1873 aunque desde partidos diferentes dentro del mundo liberal. Masones encontramos entre los monárquicos y los republicanos (tanto unitarios como federales). Por eso, no sería cierto hablar de un “partido político de masones”, ni siquiera de ideas comunes a todos ellos, pero si que al final, unos y otros imponen a la sociedad sus contravalores.
Durante los últimos años del siglo XIX, la llamada “cuestión social” es otro tema importante. Asunto que se desarrolla desde la teoría, no desde la práctica, y donde se reivindica los derechos de los más desfavorecidos. En estos años, son acogidos en la masonería destacados miembros del movimiento obrero, del partido socialista, de partidos republicanos, de organizaciones anarquistas, de militares y de empresarios. Hasta 1881 se contabilizaron en España doscientas treinta y seis logias. Promediando el s. XIX, la conflictiva vida política que atravesaba España, los luctuosos enfrentamientos y la severidad de las medidas represoras, confirma la gran actividad desplegada por la membresía masónica que empujaba a muchos españoles hacia el camino del exilio.
No es objetivo de este artículo detallar pormenorizadamente la vinculación de las distintas variantes de la masonería con las revueltas que se produjeron durante el siglo XIX en España, pero sí resulta interesante de cara a la situación actual, recordar
un comentario de don Práxedes Mariano Mateo Sagasta[7]: “Mientras haya once millones de españoles que no sepan leer y escribir es imposible la libertad, ni el uso de los derechos individuales, ni el uso de la Constitución”.
Esta frase, pronunciada por don Práxedes en las primeras Cortes del Sexenio Democrático, testimonia la falta de preparación del pueblo español y la desconfianza que ello suscitaba a los políticos liberales españoles. Escepticismo que, en mayor o menor medida, se extendía desde la derecha liberal hasta el radicalismo democrático y que perduró hasta bien entrado el siglo XX. Después, a pesar de tantos planes de enseñanza, especialmente los habidos durante este período que engañosamente llaman constitucional y democrático, −o quizá por ello− los españoles, unos mejor, otros peor, saben leer y escribir, lo que no saben es pensar y deducir libremente.
Tal vez por eso, por esforzarse en que la sociedad, especialmente las nuevas generaciones, no sepan pensar, valorar ni deducir, sino que, como las ovejas de Rebelión en la granja de Orwell sigan las consignas que el poder les marca, consideran que la masonería y sus reuniones, si no benéficas, son algo similar a las celebradas en un Club inglés, sin mayor trascendencia que leer el periódico y comentarlo entre sus miembros. Y, de pronto, nos encontramos con que masones durmientes de distintas ramas se han despertado y actúan descaradamente en España desde los distintos partidos políticos, mientras la masa social sigue sin apercibirse del potencial peligro que entrañan.
- [1] En el mundo, en el cual no debe entrar Cataluña, puesto que no hace nada por restaurar la lengua española en esa parte de España.
- [2] Según Alexis Rodríguez en ABC el 17-01-22
- [3] Deriva de hecho de «Ejército de la Santa Fe», el ejército creado por el cardenal de Calabria Fabrizio Ruffo quien, entre febrero y junio de 1799, tomó parte activa en la restauración del dominio borbónico en Nápoles, poniendo fin a la República napolitana.
- [4] En 1881 Giuseppe Garibaldi promovió la unión de ambos ritos de MEMPHIS Y MIZRAÍM que se fusionaron en 1959. Destacados practicantes de este rito fueron Giuseppe Garibaldi, Gran Maestro del Rito, Helena P. Blavatsky y Annie Besant (teósofas y ocultistas) Theodor Reuss,(masón y rosacruz, creador del OTO) Gerard Encausse (Papus)( divulgador del ocultismo y fundador de la moderna Orden Martinista)
- [5] Según la teosofía el cristianismo está directamente relacionado con movimientos esotéricos espiritistas de finales del siglo xviii como gnósticos, rosacruces y masónicos.
- [6] Eduardo González Calleja: Política y Violencia en la España Contemporánea I: Del Dos de Mayo al al Primero de Mayo (1808-1903)
- [7] Práxedes Mariano Mateo Sagasta y Escolar (Torrecilla de Cameros, La Rioja)( 21 de julio de 1825-Madrid; 5 de enero de 1903) Ingeniero civil, masón (‘Hermano Paz’, Gran Maestre y Gran Comendador de la masonería en España ) y político español, miembro sucesivamente de los partidos Progresista, Constitucional y Liberal-Fusionista. Varias veces Presidente del Consejo de Ministros en el período comprendido entre 1870 y 1902, fue famoso por sus dotes retóricas.
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