Los requetés nos `parecen tan distantes como los soldados que acompañaron a Hernán Cortés, no por los años transcurridos, sino por sus creencias y su aceptación del sacrificio supremo(Pedro Fernández Barbadillo en Libertad Digital)
Con el Pacto de San Sebastián de 17 de agosto de 1930, al que concurrieron representantes de las más importantes fuerzas políticas y personajes de la oposición al sistema monárquico, −entre las que es fácil destacar una nutrida participación de masones−, se aprobó el derrocamiento de la Monarquía, sentando las bases y principios de lo que sería el régimen republicano, entre los que se incluía una profunda descentralización territorial y el Estado Laico con medidas profundamente contrarias a la moral, costumbres y tradiciones de la sociedad.
Ya antes de la Constitución de 1931, se proclama en un Decreto de 15 de abril la decisión de respetar de manera plena la conciencia individual mediante la libertad de creencias y cultos, sin que el Estado en momento alguno pueda pedir al ciudadano revelación de sus convicciones religiosas». Proclaman libertad de creencias y cultos al tiempo que por orden dada a los Gobernadores Civiles el 17 de abril, se prohíbe la presencia oficial de militares en las ceremonias religiosas, ni representación militar en las procesiones. Es fácilmente apreciable cierta similitud con la situación actual de España.
Mucho antes del primer uso moderno del término anticlericalismo, como referencia a violencia política originada por un partido revolucionario, venían produciéndose brotes de violencia cada vez que se producía una disminución en el control del gobierno por efecto de una revuelta o incidente social similar; incluso la proclamación misma de la Segunda República vino acompañada de la quema de unas 20 iglesias, sin víctimas mortales. En octubre de 1934, la Revolución de Asturias fue fuertemente anticlerical e implicó violencia contra 37 sacerdotes y religiosos y la destrucción de 58 iglesias. En total, según los estudios de Juan Blázquez Miguel, las víctimas en España ascendieron a 444 muertos y 1.593 heridos en 2.019 incidentes del 16 de febrero al 17 de julio. Las acciones de los revolucionarios iban dirigidas contra aquellos a los que percibían como sus enemigos de clase que en España incluía tanto a empresarios, industriales, terratenientes y políticos de la derecha como a miembros de la Iglesia católica, personas vinculadas y sus bienes, a quienes tradicionalmente las fuerzas de izquierda había visto siempre como alineada junto a las clases capitalistas y reaccionarias actuando siempre como un factor necesario para la alienación del obrero.
Tras las elecciones de febrero, se patentizó la profunda división de una sociedad que sufría el enrarecido ambiente que producían los constantes atentados y asesinatos fruto de la confrontación entre los diversos grupos políticos. La proclamación de la república en 1931 y sobre todo su clara derivación antirreligiosa, patente ya en la quema de conventos del 11 de mayo, llevaron a los carlistas a organizar la oposición que empezó con la reunión en Leiza de jefes carlistas navarros y vascongados que acordaron la reorganización del requeté, confirmando el 5 de septiembre de 1934 a Antonio de Lizarza Iribarren en el cargo de delegado regional de los requetés de Navarra. La organización de requetés de Navarra, que no había tenido carácter militar en manos de Generoso Huarte, de Agustín Tellería y de Ignacio Baleztena, dio un cambio espectacular. En marzo de 1935 había encuadradas trescientas boinas rojas en la capital y 5.394 en la provincia.
No fue Franco, sino el general Mola, quien entre abril y julio de 1936, fue el principal responsable de la organización del levantamiento militar que, iniciado el 18 de julio, puso fin a la Segunda República española y sus desmanes y desencadenó la Guerra Civil. Mola (el director) llevó a cabo en esos meses lo más urgente: ultimar contactos con jefes y oficiales comprometidos, ampliar la conspiración, motivar a los renuentes, calibrar la situación, definir objetivos, fijar fechas… Entre 1934 y 1936 llevó a cabo una dura tarea para organizar el requeté, hasta contar en junio del último año citado con 8.400 hombres dispuestos a movilizarse en cuanto se les indicara. Durante la primavera de 1936, se celebraron arduas negociaciones que llevaron al acuerdo entre los carlistas y los militares que a la sazón, preparaban su propio levantamiento en torno al pamplonés Sanjurjo y al general Mola, destinado por el Gobierno de la república en Pamplona.
La reacción emocional de los sectores más conservadores de la sociedad española se tradujo en un paulatino despegue de la militancia carlista. Favorecido por las circunstancias políticas, el Requeté se transformaría en pocos años en la milicia armada más potente y sólidamente estructurada del momento, dispuesta a defender los tradicionales valores morales, base de su sociedad, entre los que se encontraban luchar hasta perder la vida por defender la Iglesia católica y la de sus miembros: monjas, sacerdotes y religiosos. Y con ese afán, 60.000 soldados, requetés, dio el carlismo desde un primer momento a la España nacional. La décima parte de ellos, 6.000, murió. Estaban distribuidos en 42 tercios: diez de ellos fueron navarros, ocho vascos, ocho castellanos, siete andaluces, seis aragoneses, dos asturianos y uno formado en su mayoría por catalanes. Este lo pusieron bajo la advocación de su venerada Nuestra Señora de Montserrat y amparados por Ella lucharon con valor en distintos frentes, invocando a Cristo Rey mientras los contrarios gritaban FAI, FAI, FAI.
Por su heroica defensa de Codo le fue concedido al Tercio de Montserrat la Laureada colectiva, reconociendo el sacrificio que supuso para la unidad al quedarse sólo con 46 hombres (de 182 tuvo 136 muertos). Reorganizado el tercio, fue mandado a Villalba de los Arcos donde combatieron de nuevo en inferioridad numérica, durante tres días. Cuando se les relevó el 9 de agosto de 1938, tenían 223 bajas.
Terminada la guerra y después del magnífico desfile de las tropas nacionales vitoreadas con gran fuerza en Barcelona, carlistas catalanes y supervivientes del Tercio ofrendaron la bandera con la que habían luchado, a la Moreneta, y por suscripción popular se construyó una cripta en el monasterio para acoger los restos de los caídos del Tercio. Enfrente de ella, una magnífica escultura representaba un requeté herido.
Esta situación perduró hasta que llegó lo que llaman democracia y se produjeron, en todos los órdenes, ciertas infiltraciones destructivas. Una de ellas, la organización llamada Acció per la Independència[1], la cual ha reivindicado con fecha 2021-07-18 la destrucción de banderas históricas del Tercio de Montserrat, por haber luchado en contra de la República. Este es el mal que cometieron los requetés. El material (símbolos, insignias y banderas), se encontraba teóricamente custodiado en la cripta del monasterio de Montserrat dedicada a honrar la memoria de los voluntarios catalanes.
Poco después, la misma organización difundió orgullosamente imágenes de la quema de dichos símbolos y banderas sin importarles su alto valor histórico. Sin embargo, no les ha debido de parecer suficiente porque no han tardado en emitir un comunicado en el que anunciaban una campaña «para derribar toda la simbología franquista que todavía está de pie en el territorio». Un poquito de estudio sobre su país les hubiera evitado actuar como los talibanes en Badmiyan. Considerar la escultura del requeté simbología franquista, es no tener ni idea de, al menos, ese período de la historia de España. Quizá por ello, con nocturnidad y alevosía la han robado. Por cierto, ¿Quién se la ha apropiado? ¿Con qué derecho?
Cuenta La Razón que el pasado 28 de octubre, la Comissió de in− Justicia del Parlament[2] aprobó una resolución en la que instaba a «hacer las gestiones necesarias para retirar, lo antes posible, la escultura figurativa, conservarla ymuseizarla». Según fuentes de la abadía benedictina, «la propuesta iba en la línea de la retirada y como al final iban a pedirlo, la hemos quitado” (y nos la hemos apropiado), acatando las órdenes de la masonería.
Don Juan Chicharro, presidente de la FNFF, comentó: «Una vez más, al amparo de una ley sectaria como la de Memoria Histórica, aquellos que deben su existencia al Generalísimo Franco y a los valientes requetés catalanes –que lucharon a sus órdenes–, unos monjes benedictinos, en contubernio con el independentismo catalán, se prestan a cometer semejante tropelía con total desparpajo ymaldad». Ese contubernio les impide objetivar la situación política actual hasta el punto de no valorar a quienes, porque una España católica siguiera existiendo, dieron su vida.
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Se olvidan los monjes de que los que clamaban por retirar la escultura del requeté pueden ser los nietos o biznietos de aquellos que, formando parte de los comités izquierdistas, al poco de producirse el Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936, se adueñaron de los alrededores y comenzó el incendio de iglesias y la caza de sacerdotes, religiosos y seglares católicos. La evidencia de la inminente persecución religiosa llevó a los monjes de Montserrat a decidir en capítulo el abandono del Monasterio y la dispersión de la Comunidad, formada por 240 personas. Al poco, los revolucionarios subieron al Santuario y se fueron incautando de algunas dependencias, pero providencialmente quedó a salvo del intento de incendiarlo.
La imagen de la Virgen fue escondida por los monjes que fueron saliendo en varios grupos y a distinto tiempo; ninguno fue asesinado allí mismo. El abad del monasterio, Antonio María Marcet, pudo escapar de la Cataluña revolucionaria gracias a la ayuda de los cónsules de Francia e Italia en Barcelona. El prior del monasterio, Roberto Grau Bullich, se instaló en dicha capital y trabajó intensamente para salvaguardar la vida de los miembros de la comunidad que se dispersaron por diversos lugares. El obispo de Pamplona, monseñor Marcelino Olaechea, S.D.B., consiguió el edificio del balneario de Belascoain, a 22 km. de Pamplona, para que pudiera reunirse allí parte de la Comunidad y rehacer la vida regular. Sin embargo, a pesar de tantos esfuerzos, un total de 23 monjes (de los que uno estaba en el monasterio de El Pueyo, en Barbastro) fueron detenidos y martirizados entre el verano de 1936 e inicios de 1937. Sus martirios no se produjeron en el santuario, sino en distintos sitios, como siempre, tras ser reconocidos como religiosos, apresados y posteriormente asesinados:
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*Tres monjes aparecieron abandonados en el depósito de cadáveres del Clínico de Barcelona (29 de julio).
* Siete monjes del monasterio, muertos en la Ronda de San Pedro (20 de agosto de 1936), más un padre benedictino visitante, el padre Plácido María Feliú, llegado horas antes.
* Un monje benedictino asesinado en El Pueyo, Barbastro (27-8-1936).
* Once monjes asesinados en diversos lugares y en fechas que van desde el 23 de julio de 1936 a 21 de febrero de 1937.
Según la causa de beatificación, los monjes fueron asesinados por odium fidei; los jóvenes requetés dieron su vida por defender esa fe y a quienes la profesaban. Llama por eso la atención la connivencia de perseguidos con perseguidores antes que con sus defensores. Se olvidan, además, de la responsabilidad en que han incurrido al no haber actuado con la debida diligencia en la custodia de aquellos símbolos que los requetés colocaron en la cripta, una dependencia del monasterio, acogiéndose al amparo de la Santa Madre Iglesia por la que ellos lucharon hasta perder la vida.
A estos monjes benedictinos, bien que de la rama de Subiaco, podría aplicárseles el versículo de la Biblia que dice:
..porque los guardianes de mi pueblo están ciegos, no se dan cuenta de nada. Todos ellos son perros mudos, que no pueden ladrar; se pasan la vida echados y aman el dormir…. (Isaías 56:10)
- [1] Acció per la Independència , brazo ejecutor de la masonería catalana que ha reivindicado públicamente estar a favor de la independencia de Cataluña.
- [2] Por lo menos, dos miembros de dicha Comisión: Jordi Orobitg i Solé- miembro del Consejo Nacional de ERC y Ana Balsera y Marín también de ERC, ambos son socios de Omnium Cultural, la sociedad que junto a ANC promueven el independentismo con dinero de Open Society, es decir del multimillonario masón Georges Soros.
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