Laureano Benítez Grande-Caballero
«Al encender la luz, las cucarachas se esconden», rezaba una frase publicitaria que vi durante un tiempo en el Metro de Madrid, en mis tiempos mozos ―bueno, ya de paso confieso que otro de mis récords «Guinness» es el de ser la persona que menos ha usado el Metro en los últimos 10 años―, frase inserta en un cartel donde se veía a un individuo con pinta de facineroso asustarse ante una luz que parecía haberse encendido súbitamente, de lo cual cabría concluir que la cucaracha realmente era ese ratero, y no el insecto repugnante.
Y no, no me estoy refiriendo al sátrapa psicosociópata de Trudeau, en paradero desconocido ante la revolucionaria marabunta camionera, ni a esos búnkeres donde la plutocracia espera salvarse del apocalipsis, ni a los corruptísimos y tiranísimos politicastros que se esconderán dentro de poco en las moncloacas, compartiendo pestilencia con ratas y cucarachas.
Sucede que hace ya tiempo que he llegado a la conclusión de que nunca, en ningún país, en ninguna época, ha habido verdadera democracia, sino satrapías latentes, tiranías larvadas, diktaduras disfrazadas que solmente esperaban una oportunidad para travestirse, para quitarse el taparrabos de la solidaridad-libertad-derechos humanos-blablabla y mostrar su espantoso rostro de Mr. Hyde, de Mefistófeles luciferino, de Elm Street-pesadilla, de Alien fagocitador de intestinos y libertades.
Y, damas y caballeros, es tal mi hastío, mi hartura, mi asqueo con la «democracia», que confieso que ya no soy demócrata, y, me he alistado con gozo en las filas de la democracia isabelino-católica, recibiendo como un avatar un luminoso corazón de requeté irredento.
Así que estamos en la democracia de las cucarachas porque, si damos la vuelta a la frase del principio, «con la oscuridad, salen las cucarachas». Democracia gótika, que no tiene nada que ver con las cucarachas kafkianas, puesto que no estamos ante una democracia que se acuesta liberal y amanece convertida en un repugnante insecto totalitario, por arte de birlibirloque, tras haber experimentado una prodigiosa y trágica metamorfosis: no, damas y caballeros, ya que siempre hemos estado gobernados por escarabajos peloteros, por cucarachas cum laude.
No es que las carrozas se hayan transmutado en prosaicas calabazas: lo que creíamos palacios de libertad no eran sino decorados, trampantojos que escondían en sus tocomochos a hediondos sapos que nos parecían príncipes, a verrugosas y pedorras brujas que en nuestra ensoñación creíamos que eran bellezones epatantes.
¿Alguien cree realmente que Trudeau, Satánchez, Maricron, Draghi, Boris Johnson, Merkel ―y la madre que los parió a todos― han sido alguna vez demócratas-de-toda-la-vida? Emperadores desnudos, arlequines de Monte Pelado, déspotas carnavalescos… que limitan al norte con las cucarachas, y al sur con los perfectus detritus.
Como es arriba es abajo,y como era ayer es hoy… porque hubo una era en la que el mundo fue gobernado por gigantescos reptiles, por los dinosaurios, engendro de mentes reptilianas, de esos seres con ojos de cocodrilo y boca de víbora ―de dientes como jeringuillas―, criaturas escamosas que se sacaron de sus probetas el triceratops, el velociraptor, el pterodonte, el ictiosaurio, el plesiosaurio, y la joya de la corona: el Tiranosaurio Rex.
Así que estamos gobernados por saurios, que han surgido de sus pantanos cenagosos de Monte Pelado, politiquillos de lameculeo convertidos en Tiranosaurios, al servicio del Rex: o sea, El Señor de las Moscas, y el Anticristus Rex ―su profeta―.
Tiranos-lo-juro-por-mi-madre, con pezuñas y todos, y una cornamenta que cualquier día enseñarán sin remilgos. Nada que ver con los tiranos de Bergerac, o lo tiranos banderas estos impresentables saurios, pertenecientes a la estirpe de los Pol Pot, Idi Amin Dada, Vlad el Empalador, Lenin, Stalin, Maduro, y el demonio que los parió.
Total, que por aquí andamos, por aquí sobrevivimos, en un Jurassic-Vac, que no es el día de la marmota, sino el día de las cucarachas.
Y, cuando llegue el alba, cuando la luz se descuelgue de los collados y penetre audaz en las cloacas, los sótanos mohosos, las cavernas iluministas, los hemiciclos pestilentes y las madrigueras de los saurios, no habrá lugar donde puedan esconderse, pues ese alba justiciero se abatirá sobre la sauría como meteorito vengador.
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