El 11 de febrero celebramos la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes quien, se apareció a Bernardita varias veces. En la novena ocasión, un 24 de febrero, la Virgen le pidió cavar con sus manos en el fondo de la gruta de Lourdes, de la cual brotó el famoso manantial. Un día después, tendría lugar la primera curación en las aguas de Lourdes, seguida de muchas otras.
Como es sabido, dichas apariciones ocurrieron en el año de 1858 en Francia, en pleno auge del positivismo, corriente filosófica que sostiene que el único conocimiento auténtico es el conocimiento empírico a través de la aplicación del método científico. El Santuario de Lourdes, con sus curaciones milagrosas, representaba una afrenta para los científicos e intelectuales ateos que se regían sólo por la ciencia experimental. Dos historias nos sirven para ejemplificar esto.
La primera, corresponde al famoso escritor francés creador de la corriente naturalista, Emile Zola, quien movido por una gran curiosidad visitó el famosísimo Santuario de Lourdes decidido a probar la falsedad de las curaciones ahí ocurridas. El novelista no podía comprender la devoción de las personas que visitaban la famosa Gruta y menos creer en las milagrosas curaciones de las que todo el mundo hablaba. El Dr. Boissarie, médico oficial del Santuario, le abrió las puertas de su consultorio al importante escritor, quien tuvo la posibilidad de ser testigo de las curaciones milagrosas de dos jóvenes gravemente enfermas. Sin embargo, Zola vio pero no creyó.
Zola regresó a Paris donde escribe su novela, Lourdes, en la cual cuenta de manera detallada los 2 milagros de los que fue testigo. Sin embargo, falsea la realidad alegando que ambas jóvenes, después de un tiempo, recayeron en sus respectivas enfermedades y murieron poco después. En Paris, en una conferencia abierta al público, el mismo Dr. Boissarie cuestionó abiertamente a Zola, reclamándole que hubiese cambiado deliberadamente la verdad. El escritor, sin inmutarse lo más mínimo, respondió que por algo era novelista y que como tal, tenía el derecho de escribir, sobre sus personajes, lo que él deseara.
La realidad, que está bien documentada, como lo están todas las curaciones que han habido en el Santuario de Lourdes; es que ambas jóvenes gozaron de salud durante muchos años y murieron de avanzada edad. Así es el hombre. Reconoce humildemente la verdad o lleno de soberbia la rechaza, modificando la realidad a sus deseos.
Otro caso interesante, alrededor de las milagrosas aguas de Lourdes, es el del médico francés Alexis Carrel quien, en sus años universitarios se hizo ateo abrasando la filosofía materialista positivista. Carrel, como Zola, era un asiduo asistente de los círculos científicos e intelectuales franceses en los cuales el tema recurrente, eran las curaciones en Lourdes. El médico, estaba convencido de que las curaciones no se debían a milagros sino que, en el mejor de los casos, eran el resultado de una fortísima autosugestión. En 1902, buscando comprobar su teoría por sí mismo, decide viajar a Lourdes.
En dicho viaje conoció a Marie Bailly, a quien tuvo oportunidad de diagnosticar de una peritonitis tuberculosa, en estado tan avanzado; que la dio por desahuciada, prescribiéndole morfina para sus dolores. Al llegar a Lourdes, Marie pidió ser llevada a la Gruta. Los médicos, que temían que muriera en el camino, accedieron ante su gran insistencia. Al llegar, le vertieron un poco de agua de los baños sobre su abdomen enfermo. Carrel mismo fue testigo, de cómo su abdomen enormemente dilatado y muy duro comenzaba a aplanarse. A la mañana siguiente, Carrel volvió a ver a Marie completamente sana y lista para marchar. Marie se unió a las Hermanas de la Caridad y dedicó toda su vida al cuidado de los enfermos.
Este evento gozó de gran notoriedad, tanto por lo prodigioso del caso como porque Marie nombró al mismo Carrel como testigo de su curación. El doctor dio fe de la inexplicable curación mas, al igual que Zola, descartó la mano milagrosa de Dios como explicación de tan extraordinaria curación. Sin embargo, era tal el clima de anticlericalismo entre los intelectuales franceses, que sólo por el hecho de haber atestiguado el hecho, a Carrel se le cerraron casi todas las puertas importantes en Paris. Tanto, que decide emigrar a los Estados Unidos. Ahí, siguió trabajando y negando la posibilidad del milagro durante años. Dios estorbaba demasiado a su visión materialista del hombre.
Durante mucho tiempo, Carrel intentó atribuir la curación de Marie a «fuerzas psíquicas» y otras explicaciones poco convincentes. Sin embargo, la duda lo perseguía, por lo que decidió regresar a Lourdes una y otra vez; buscando razones para explicar las múltiples curaciones presenciadas.
Casi al final de su vida, su razón se rindió a la evidencia y aceptó lo que habían presenciado sus sentidos más de una vez. En 1942 se convierte, y el mundo científico deja de considerarlo un genio. Dos años más tarde, moría, después de recibir los últimos sacramentos en su lecho de muerte.
Un dato sobre las curaciones, que es importante resaltar, es que, de acuerdo al Dr. Patrick Theillier, quien fuera médico responsable del Santuario de Lourdes por más de una década y Presidente de la Asociación Médica International de Lourdes; las curaciones aceptadas por el cuerpo médico son, hasta cien veces más, que las reconocidas por las autoridades eclesiásticas. Esto se debe a que, el método que utiliza la Iglesia para verificar los milagros, es un método mucho más riguroso que el utilizado por el cuerpo de médicos.
Ante estos casos podemos concluir que, para quien rechaza a Dios en lo profundo de su alma, no hay milagros que basten y que la fe no requiere de milagros. Actualmente, gracias precisamente a los desarrollos tecnológicos y científicos se ha podido profundizar en el conocimiento de los fenómenos extraordinarios que no pueden ser explicados por la ciencia. Esos fenómenos ocurren porque Dios, siendo Creador y Señor de las reglas físicas y naturales, se permite modificarlas de cuando en cuando en un guiño lleno de amor y ternura, a través del cual, nos muestra su presencia.
Termino con una frase de Blaise Pascal: “Dios da siempre suficiente luz para creer, pero deja suficiente sombra para dudar. Lo que significa que la fe no es un imposición sino una propuesta, de modo que también en los milagros, Dios deja sitio para la duda, precisamente para respetar nuestra libertad, para no obligarnos a creer”.
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