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LUIS HERNANDO DE LARRAMENDI MARTÍNEZ, HOMBRE DE UNA PIEZA, POR CARLOS PÉREZ- ROLDÁN SUANZES

Llevar el apellido de Larramendi no es tarea fácil, pues la fidelidad a unos principios de estirpe ya no es algo acostumbrado.

«Se ha utilizado siempre de manera encomiástica la frase de un hombre de una pieza, para referirse a las personas cabales, sin doblez, cuya trayectoria es predecible por su íntimo respeto a unas convicciones asumidas como propias que le marcan el camino» así decía don Luis Hernando de Larramendi Martínez de su padre en la introducción del libro «Tinta, Tierra y Tradición. Ramón María del Valle-Inclán y el carlismo», y como en tantas otras ocasiones Luis atribuía a su querido padre virtudes, hechos y esfuerzos que en realidad eran suyos. Ante su fallecimiento el día de ayer no puedo más que decir que yo si he conocido a uno de esos hombres de una pieza, don Luis Hernando de Larramendi Martínez, y como hombre de una pieza es acreedor del máximo respeto, y merecedor de admiración.

Llevar el apellido de Larramendi no es tarea fácil, pues la fidelidad a unos principios de estirpe ya no es algo acostumbrado, y sin embargo él, como buen tradicionalista, aceptó la herencia familiar y acrecentó los ya sobrados logros de una dinastía de insobornables carlistas. Nieto de Luis Hernando de Larramendi (1882-1957), secretario del rey don Jaime I y activísimo político carlista, e hijo de don Ignacio Hernando de Larramendi y Montiano (1921-2001), creador de MAPFRE, Luis Hernando de Larramendi (1952- 2022) supo continuar el legado familiar facilitando mediante la Fundación Ignacio Larramendi la conservación y difusión del legado tradicionalista.

En muchas ocasiones es difícil acordarse de cuando se tuvo el primer contacto con una persona, sin embargo siempre recordaré que el viernes 10 de marzo de 2000 mi difunto padre me presentó a don Ignacio Larramendi y a su hijo Luis en la Misa que los carlistas madrileños aún hoy siguen organizando en la festividad de los Mártires de la Tradición. En aquel lejano 2000 las celebraciones fueron organizadas como siempre en San Fermín de los Navarros por el inolvidable Francisco Javier de Lizarza Inda (1927- 2007), hijo de Antoni de Lizarza Iribarren (1891- 1974), quién era el animador de cualquier acto o velada carlista que se desarrollara en Madrid. Ambos, Javier y Luis, constituyeron en la década de los 90 y primeros años del siglo XXI, un dúo perfecto siendo el alma y el corazón de carlismo. En esa celebración coincidieron las tres personas a las que debo mi fidelidad carlista, mi padre, José Antonio Pérez- Roldán y Rojas (1931- 2016) que me enseño que la nobleza reside en la fidelidad a los principios, Javier Lizarza, quien me introdujo en el carlismo militante, y Luis Hernando de Larramendi quién con su contribución en la Fundación Ignacio Larramendi siempre me inspiró seguir adelante con la labor cultural de la Asociación Editorial Tradicionalista.

De Luis Hernando se pueden decir muchas cosas, no obstante, solo resaltaré alguna de sus muchas virtudes.

La humildad en el era nota definitoria. Humildad que el conjugaba con la generosidad. En el 2020 la Asociación Editorial Tradicionalista proyectó publicar un libro sobre las reinas carlistas, y el proyecto nunca encontró problemas en Luis Hernando que generosamente contribuyó realizando la biografía de doña Mª Beatriz de Austria- Este y Saboya. Por motivos que sería largo detallar la edición se demoró mas de lo previsto, y cuando ya culminaban los trabajos de impresión, y ante la justa impaciencia de los autores, recuerdo que Luis supo disculpar el retraso y me envió un cariñoso mensaje en el que decía «quién piense que hay cosas fáciles…», que resume a la perfección su talante respetuoso siempre con la falta ajena y exigente con la obligación propia. Quien me iba a decir a mí, que me crie esperando todos los años a la Feria del Libro para adquirir en la caseta de Actas Editorial las últimas novedades sobre el carlismo, que iba a ser el editor de un libro en el que el mismísimo Luis Hernando de Larramendi escribía uno de los artículos, y es que Luis Hernando de Larramendi nunca reparaba en las faltas de sus colaboradores, sino en la virtud de las obras.

Luis además estaba caracterizado por la jovialidad. En las comidas siempre era un gusto compartir su mesa, pues siempre tenía la anécdota precisa, el dato histórico que a los demás nos faltaba, y como verdadero hombre de mundo demostraba que el viajar no solo consiste en el estar, sino en el comprender dónde estas, por eso sus impresiones siempre estaban dotadas de ese marchamo de verdad y belleza que solo los grandes espíritus saben encontrar en los lugares más recónditos.

Ante todo Luis Hernando era un organizador nato. Como un nuevo Zumalacárregui supo levantar milicias donde solo había un grupo desordenado de fieles, aunque a diferencia del general sus milicias no eran militares, sino intelectuales. Como ejemplo, podemos citar el último libro patrocinado por la Fundación Ignacio de Larramendi «Tinta, Tierra y Tradición», como siempre la genial idea de recoger en un volumen el legado carlista de Valle-Inclán fue suya, pero para ponerla en práctica coordino la labor de don Alfredo Comesaña, de doña Marta Monedero, de doña Olga Prado y doña Patricia Juez, siendo su contribución imprescindible para convertir cualquier proyecto en realidad. Sabía ser un buen director de orquesta que afinaba la nota discordante y sabía encargar cada instrumento al mejor ejecutor. Como buen organizador sabía alentar, sabia animar al desanimado y dar esperanzas al desesperanzado. Todavía recuerdo como hace años, en una cena en la Casa de Castilla la Mancha, ante una copa de un mal vino que nos sirvieron (y que paradójicamente se llamada «Libertario») me animaba a seguir con las actividades del Centro Jurídico Tomás Moro en defensa de la fe católica, y es que para él no existía mal soldado, sino malos generales que no saben valorar a cada uno según sus cualidades.

Puede leer:  Dispuesto para reñir la batalla
Visita al Museo Carlista en mayo de 2019.

En este repaso no podemos olvidar sus cualidades como orador. La primera vez que le escuche fue en la presentación del libro «Carlos V de Borbón», de Antonio Manuel Moral Roncal, y a diferencia de lo que se estila en este tipo de actos Luis Hernando de Larramendi no solo se limitaba a presentar al autor, sino que el mismo hacía un maravilloso bosquejo del libro, pero trufado de historias, de anécdotas personales y familiares, y de comentarios traídos al hilo de la actualidad, y todo eso sin papeles, citando de memoria versos, obras, y autores, todo un prodigio de sabiduría. Y tras los actos siempre el consabido vino español, acompañado de animada conversación en la que los nuevos proyectos le hacían olvidar los logros pasados. De esas presentaciones nunca se me olvidará la entrañable presentación del libro «Requetés», en mayo de 2010, en la que Luis supo realzar el acto con la presencia de don José Álvarez Limia (1922- 2019) veterano requeté que hizo las delicias del público explicando el espíritu que anidaba en los miles de jóvenes carlistas que se alistaron en el Requeté en la última cruzada del 36. Nunca asistiré a presentaciones de libros como el hacía, pues en cada una desbordaba ilusión por el proyecto finalizado, amor por la criatura recién nacida, y esperanza por los nuevos proyectos, pues como buen soldado nunca se retiró del campo de combate, y cada proyecto finalizado, implicaba un nuevo proyecto por iniciar.

Siempre recordaré el último acto en el que le vi, la comida en la que la Comunión Tradicionalista Carlista (CTC) le hizo entrega del merecidísimo premio«Hispanidad Capitán Etayo» en su edición 2021. El acto se celebró el 17 de octubre de 2021, y ya su estado de salud le impidió acudir a la entrega floral que hicimos, junto  al argentino Marcelo Gullo y al ecuatoriano Francisco Nuñez del Arco, en el monumento a la Reina Isabel la Católica, sin embargo en la comida nos dejó su último regalo, una maravilloso discurso recreando la travesía que en 1992 realizó Carlos Etayo emulando el primer viaje de Cristóbal Colón.

Con el fallecimiento de Luis Hernando de Larramendi se cierra un ciclo que hizo transitar al carlismo del siglo XX al siglo XXI, ahora solo cabe esperar que un nuevo boina roja recoja el testigo de mariscal de campo que Luis nos ha dejado en herencia.

Como homenaje dejo los versos de Martín Garrido Hernando que tantas veces recitó:

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Los demandó el honor y obedecieron,
los requirió el Deber y lo acataron,
con su sangre la empresa rubricaron,
con su arrojo la Patria redimieron.

Fueron grandes y fuertes, porque fueron
fieles al juramento que empeñaron.
Por eso como púgiles lucharon,
por eso como mártires murieron.

Inmolarse por Dios fue su destino,
salvar a España su pasión entera,
servir al Rey su vocación y sino.

¡No supieron querer otra Bandera!
¡No supieron andar otro camino!
¡No supieron morir de otra manera!.


Carlos Pérez- Roldán y Suanzes- Carpegna

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Abogado, académico de la Academia Internacional de Ciencias, Tecnología, Educación y Humanidades y colaborador de numerosas publicaciones y revistas, exdirector de la sección cultura del periódico digital Minutodigital, e impulsor de numerosas iniciativas de la sociedad civil para fomentar la participación ciudadana real en la vida política y social, como el Centro Jurídico Tomás Moro, el Centro de Estudios Históricos General Zumalacárregui, o la Asociación Editorial Tradicionalista. Actualmente es director de Tradición Viva

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