Acaba de terminar el recuento de los votos depositados en la región española que ahora llaman Castilla y León y no dejo de darle vueltas a un dato que me parece estremecedor: aproximadamente el 70% de los votantes han elegido votar a partidos que llevan casi dos años vulnerando sus derechos fundamentales, quitándoles la libertad que tienen por ser personas y por ser ciudadanos españoles.
Alguno de esos partidos lo han hecho estando en el gobierno nacional, caso de los de izquierda, otros lo han hecho apoyando a ese gobierno, dándole los votos necesarios para llevar a cabo sus ilegalidades durante meses o perpetrando similares atropellos dictatoriales desde sus gobiernos regionales y apoyando también al gobierno central en sus delirios tiránicos.
El caso es que antes estas cosas las decíamos “cuatro gatos” que no estábamos asustados detrás del sofá porque viniera un bicho malo malísimo, que seguíamos teniendo la cabeza útil para hacer lo que se debe hacer con ella, que es pensar.
Pero ahora lo dicen también los tribunales, que aunque no son fiables ni tienen que ser la fuente de la verdad, de vez en cuando fallan con algo de sentido común. Lo dijo el Constitucional varias veces, declarando ilegales los dos estados de alarma, verdaderas orgías totalitarias sin sentido alguno para proteger a una población de una enfermedad.
Y lo ha dicho recientemente el Supremo, declarando ilegales las medidas de limitación de aforo que el revalidado hoy como presidente de la región castellana perpetró contra los templos católicos de su región.
En resumen, casi dos años de vulneración de la legalidad vigente, de ilegalidades cometidas repetidamente, sin conseguir además resultados apreciables en lo sanitario (y puede que contraproducentes, ya veremos), sin consecuencias en las urnas.
Sospecho que casi todos los que han votado a esos partidos que han cometido las más graves ilegalidades contra ellos son lo que se conoce como “constitucionalistas”. Es decir, que consideran a la sacrosanta carta magna como el hito máximo de la cultura democrática y la ley que les confiere libertades y derechos y les protege de tiranos.
Pues bien, con lo de esta jornada comprobamos como, en realidad, les importa un bledo la constitución y sus derechos y libertades, pues entregan su voto, tozudamente, a sus carceleros. Los mismos que les han encerrado ilegalmente en casa, que les han privado de libertad de reunión, de circulación, de residencia, de culto, que les han impedido procurar el sustento de su familia, que les prohibían visitar a sus familiares o amigos, que les obligan a pincharse para hacer una vida medio normal, imponiendo el pasaporte nazi de los pinchazos y hacen que sus hijos sean cobayas humanas de un vil experimento, además de someterlos a la ignominia de llevar un bozal en el rostro a diario, han obtenido su aval para seguir gobernando.
Para seguir pastoreándoles, pienso yo, pues no he visto nunca rebaño más entregado que éste.
Poco nos pasa, poco.
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