Una gélida brisa zigzagueaba entre los innumerables arces que colonizan los bosques canadienses. Esta, que iba cobrando una inusual fuerza, hizo que una hoja de roble que dormitaba sobre una bandera se posara sobre el frontal de un camión que abría el camino a un ingente convoy que transportaba aires de libertad. 

El sonido del paso de miles de camiones empezó a elevarse y a expandir su llamada desde Ontario a Minnesota, al este con Terranova, al sur hasta Florida y al sudoeste con Texas. Los valientes camioneros enfilaban con arrojo y determinación una monstruosa tormenta fraguada en unos laboratorios que viven del terror y la muerte. Pero en esta ocasión no contaron con la determinación de los ciudadanos a los que pretenden esclavizar; estos, curtidos en desafiar terribles temporales contra la nieve, el frio y el hielo, no se iban a dejar amedrentar contra la amenaza que atentaba con dejar sin sustento a sus familias, menoscabar su dignidad ,y eliminar la verdad,  y la libertad.

Una densa niebla no pudo impedir que los faros de sus camiones la atravesaran y hacerse visibles ante una multitud de canadienses que flanqueando los márgenes de las carreteras y puentes, mostraban su apoyo ya sea con gritos, pancartas, y suministros varios. Emocionados por ese aliento anónimo, el convoy llegó “ a  la orilla del mar” que en esta ocasión se transformó en las principales capitales de su Nación.

Y allí sustituyeron sus camiones por las piedras como base de una muralla fortificada que intenta frenar la dictadura del N.O.M.

El telón de la vida se abre en la que pudiera ser una película donde no hay ficción ni interpretes; pronto, un enorme set de rodaje se llenó de multitud de personas anónimas que desafiantes a unas irracionales sanciones, les daban aliento, comida y cuantas cosas necesitaban. Y con ellos aparecieron un ejército de operadores de cámara amateur que, con sus móviles como notarios del instante, grababan unas escenas que  un conocido director utilizara para su próxima producción.

La irrupción de unos 300 ganaderos montados a caballo portando la bandera de Canadá y la de un numeroso grupo de indios que ataviados con sus mejores galas cantaban y bailaban como lo hubiesen hecho sus antecesores trasladándonos al  Far west.

Ese camión cargado de comida que la comunidad polaca repartía entre los allí acampados como recuerdo a la acogida que les dieron cuando tuvieron que huir de su país invadido por los comunistas como  contaba la propietaria de este.

Ese recio camionero que descubrió emocionado un sobre que contenía una carta y una galleta que una niña de corta edad había depositado en el asiento de su vehículo o aquel niño que unía su firma a tantas otras en la cabina de los camiones.

¡ Son terroristas ¡ braman los medios de desinformación y los gobernantes, entre el que destaca el presidente Trudeau, que forma el triunvirato de los Déspotas junto con Pedro Sánchez y Macron, asalariados de una élite de mentes podridas que ansían poder esclavizarnos.

Extraños terroristas que utilizan las palas para limpiar las aceras de la nieve acumulada en la ciudad, que en vez de volcar contenedores de basura los llenan de los desperdicios que pudieran haber ocasionado; Que comparten cantos, bailes y partidos de jockey sobre el asfalto helado de las calles y que ofrecen no solo información sobre su postura sino que invitan con calma a dialogar y compartir mesa y comida a aquellos ciudadanos subvencionados por “sus amos” que les acusan de aquello que desconocen.

Hay que mencionar que desde que llevan allí resistiendo como jabatos,  mirando las fotos de sus familias que dejaron en sus casas por ofrecer un futuro más digno a sus hijos , y ver de soslayo de vez en cuando alguna foto, o hablando con ellos por el móvil  han desaparecido los vagabundos que malviven en las ciudades tomadas pues esos terroristas han compartido con ellos las ayudas que la gente les aporta.

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Como en toda película también hay escenas en las que aparecen los malvados como esa imagen en la que una joven policía de paisano fue a dar un primer aviso a una mujer que vivía en una casa apartada del bullicio de que estaba siendo controlada por medio de su Facebook por apoyar desde la página web de los insurrectos camioneros y que  los acontecimientos derivaran en contra de la dictadura Trudeliana, la volverían a visitar. O aquella en la que este siniestro personaje pretende congelar las cuentas bancarias  de aquellos particulares que apoyan económicamente al movimiento; o aquellas en las que los ciudadanos de bien son multados por abastecerlos.

Lo que estamos viendo en Canadá es la verdadera Revolución; Coincidia con mi mujer en esa apreciación; Es la que impregnaba las películas de Frank Capra, porque en ese tranquilo país convive “Juan Nadie”, el “Caballero sin espada”, los compañeros de pobreza de “Un gánster para un milagro”, esa entrañable familia de “Vive como Quieras” o la amistad en “Qué bello es vivir”;( también, se echa de menos en algunas ocasiones a las a las dulces ancianitas de “Arsénico por Compasión”); hoy el espíritu de ese genial cineasta pasea entre las calles de Canadá, reuniendo todos los instantes grabados por esos operadores de cámara amateur para realizar un montaje donde quede reflejada una insólita aventura donde conviven El Compromiso, La Hermandad, El Buen Humor, la Camaradería, términos en vías de extinción en el diccionario globalista.

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¿Y mañana que hacemos? “…seremos como lirios en manos de Dios” decía uno de los protagonistas de “Vive como Quieras”

Juntos en esta batalla, vacunados con no vacunados, sin distinción de raza, sexo, religión ni ideología; sin trincheras. Hoy Canadá, es el centro de las miradas del resto del mundo, donde sus ciudadanos libres desafían la amenaza global del N.O.M. Su llama se ha extendido a Israel, Nueva Zelanda, Australia, Dinamarca, Austria, Alemania, Francia, Suecia, Suiza, Italia, España, Portugal y hasta el infinito. Su noble causa hoy llegara al epicentro de una Europa de Mercaderes vendida a intereses ajenos a su ciudadanía.

En esta historia inacabada, cuyo The End espero que coincida con el mejor de los sueños, con permiso de Calderón de la Barca, en el que solo faltaba la colaboración de Tolkien transportando hasta los bosques de Canadá a los Ent en apoyo de los arces.

Todas esa escenas vividas serán obviadas por los medios de desinformación, que dado a que se han erigido en los poseedores de la verdad, mandaran al ostracismo cuanto no convenga a los amos que llenan sus bolsillos y tapan bocas.

Y Mientras por Canadá, Frank termina de hilvanar todas las secuencias de tan magna producción, en España se hallan en pleno rodaje del “Silencio de los Corderos”.            

               Sergio Dugenest

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