La guerra interna en el Partido Popular es un espectáculo bochornoso, sí, pero aún más lamentable es el planteamiento que realizan para solucionarlo.  Volveré sobre ello.  

Que la política actual es un nido de aprovechados no genera apenas dudas, aunque son muchos los votantes que legitiman y convalidan los aprovechamientos en base a caras más o menos amables y empáticas, de ahí que las técnicas de “marketing” sean tan importantes a los efectos, cuestión de primar las apariencias sobre las aptitudes. Opio para el pueblo. 

La ciudadanía despierta por morbo publicitario y es capaz de echarse a la calle en masa  pancarta en mano, sabiendo porqué, pero no para qué. Ello no es sino consecuencia de herramientas percutoras para hacer ver  las bondades de unos frente a otros, y porque cuando nos invaden de patógenos publicitarios hay quien enseguida compra y agita el jarabe sin saber lo que cura o deja de curar y sin cuestionarse quien se lo ha recetado, aunque algunos se  auto medican, porque  llevan años ejerciendo de curanderos. 

El planteamiento al que me refería en el primero de los párrafos es el de solucionar el bochorno con alucinógenos,  tratando de alterar la realidad de los enfervorecidos, de modo que el objetivo es  convencer al incondicional con propuestas de cambios,  más o menos atractivas,  para que la sensación sea diferente,  cuando el único fin  es que todo siga igual. 

El Partido Popular no es muy diferente al Socialista en las técnicas que utiliza respecto a los engaños, falsedades y artificios, sin embargo las consecuencias del descubrimiento son más llamativas en los primeros que en los segundos. Cuestión de guante, encaje y aguante. 

Lo que acaba de suceder en Populares es cuestión de guante, sí y de formación. La suavidad y milimetrismo con las que se llevaban a cabo las operaciones de acosos, derribos y falsedades  no se han transmitido como se solía entre generaciones, lo que ha afectado sin lugar a duda a la precisión. La torpeza ha venido agravada por no haber ejercitado la habilidad, pero lo que es una desgracia para ellos debe ser una alegría para todos los demás,  refiriéndome a los españoles de bien, sean o no votantes del Partido Popular. 

Que haya acontecido todo esto es una suerte para lograr instaurar la  democracia y la transparencia en un estado de derecho libre de peajes y servidumbres, aunque es más una ilusión de comienzo que una realidad.  “The Economist”, publicación semanal en lengua inglesa,   no hace mucho   nos cambiaba el rango de democracia plena a democracia defectuosa, y muchos miraban sólo al socialismo y a Pedro  Sánchez como causante. Ello es cierto en parte, pero no es justo, porque en la perversión democrática existe una concurrencia de culpas, y no se puede dejar al margen al Partido Popular, más aún teniendo en cuenta  lo que les gustan los reconocimientos y la  exhibición. 

Como hoy el artículo va de Populares, es de justicia que el lector conozca algunos ejemplos, como aquel cargo del partido de gobierno en 2016 que tuvo en cuenta en planes públicos a una fundación que no existía, como aquella operación de dimisión de un Magistrado del TC, por un escándalo en la Castellana, y que hoy es Consejero de Presidencia, Justicia e Interior de la Comunidad de Madrid, o como el nuevo Magistrado del Tribunal Constitucional, otrora letrado del dimitido, cuya propuesta de nombramiento por Pablo Casado fue tan escandalosa que la mismísima Cayetana Alvarez de Toledo, salvo su voto, rompiendo la disciplina del rebaño (Y sin equivocarse en el botón), lo cual es más que meritorio y de agradecer. 

Señores y señoras, no crean vds.  todo lo que les cuentan en los medios, porque puede ser que nada sea lo que parece, tal es así, que pongo en su conocimiento  un detalle sobre el que ahondaré en otro artículo.  El trasfondo de la fundación que no existía y el patrocinio de una falsedad de alguien de Populares, fue publicitado a bombo y platillo, en una cadena como LA SEXTA…

Ahí es nada, rizando el rizo de la perversión comunicativa. Cuestión de intereses.

 Continuará…

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