Por Vinícius Almeida
Todos estamos acompañando atentamente la orquestada ola abortista que se ha levantado desde septiembre del año pasado (2021) en varios países de América Latina. No es nuestra intención, en este texto, señalar las causas de la nueva estrategia que los promotores de la cultura de la muerte están empleando para avanzar en su agenda.
Este texto está especialmente dirigido al Sr. Guillermo Lasso, Presidente de la República de Ecuador. Los ecuatorianos están a la espera de ver si el presidente electo será lo suficientemente varonil para cumplir su palabra y vetar la inicua ley que, en el día 17/02/2022, aprobó el aborto hasta las 18 semanas (en algunas circunstancias) en el país.
Todos hemos aprendido de niños, de nuestros padres y abuelos, que es proprio del honor y la dignidad de un hombre cumplir su palabra, una vez que la ha dicho. Esto se vuelve aún más grave cuando un hombre se reviste del poder de gobierno sobre toda una nación. Un hombre que no cumple su palabra, especialmente en materia tan grave, se dice que es pueril y sin honor. Ahora, el 18 de febrero, el Presidente reiteró públicamente su intención de vetar la ley: «La postura del presidente se va a expresar como manda la Constitución a través del veto. Yo respeto la vida desde la concepción», dijo Lasso al visitar el cantón de Montalvo.
Presumiendo que el Presidente sea un hombre de honor, estamos seguros de que en los próximos días recibiremos la noticia de un veto total a la ley, y no sólo parcial, como quieren insinuar algunos medios revolucionarios.
Cabe subrayar el hecho notable de que, a diferencia de otros países, Ecuador ha demostrado poseer un pueblo y una Iglesia muy dispuestos a movilizarse en defensa de la vida. Es imposible no darse cuenta de la gran cantidad de movimientos que, en todas las instancias, se han pronunciado en contra de esta maquiavélica ley y del teatro pseudodemocrático de la Corte Suprema y de los asambleístas de izquierda en su jueguecito de declarar «inconstitucionales», según el criterio subjetivo de los jueces, cláusulas absolutamente sanas de la Constitución.
Cabe subrayar, señor Presidente, el gran movimiento realizado por la Iglesia Católica presente en el Ecuador, que a través de varios obispos, sacerdotes y movimientos laicos, ha reiterado su posición en defensa de la vida, desde la concepción hasta la muerte natural. Véanse, por ejemplo, las encomiables cartas abiertas que, con la firma de obispos y sacerdotes, se dirigieron al Presidente de la República y a la Asamblea Nacional.
No es necesario recordar al Presidente y a otros representantes políticos la fuerza que posee la Iglesia para combatir incluso a sus enemigos más fuertes, cuando lo que está en juego es la defensa de los inocentes y la dignidad de la vida humana. La historia ya ha dejado claro que, en todas sus luchas, la Iglesia de Cristo siempre ha triunfado, incluso cuando era numéricamente inferior a sus opositores. El propio Imperio Romano, después de tres siglos de sangrienta persecución de los cristianos (desde Nerón hasta Diocleciano), se postró finalmente ante Cristo, con los edictos de Constantino (313 d.C.) y de Tesalónica (380 d.C.). Los primeros cristianos, en estos siglos de martirio sangriento, además de condenar explícitamente el aborto (como consta en la Didaquê) salían a las calles de Roma a recoger a los recién nacidos que, salvados por Dios del aborto, eran arrojados como basura a las puertas de los conventos y de lugares insalubres. Incluso cuando han sido perseguidos, torturados y llevados a los tribunales para ser ignominiosamente asesinados, ¡los cristianos siempre han defendido la vida de los no nacidos y indefensos! Y al final, el Goliat romano cayó; ¡y Cristo volvió a triunfar sobre la muerte!
El Sr. Lasso no querrá repetir los errores de los dictadores del pasado y masacrar la ley natural con pretextos ideologizados y financiados por grupos internacionales multimillonarios, sabiendo que con ello hará la guerra a todos los cristianos de este país.
Señor Presidente, los nombres de los 75 asambleístas que votaron a favor del genocidio intrauterino que puede tener lugar en Ecuador están ya muy bien anotados por los ecuatorianos y serán recordados en las próximas elecciones como enemigos de la vida y de la naturaleza humana. La pregunta es: ¿habrá que anotar también lo suyo? Esperamos sinceramente que no.
Su pluma, estimado Lasso, tiene el poder de salvar a millones de inocentes. Si es negligente y aprueba esta masacre humana, actuaremos como se debe actuar contra un hombre injusto que sube al poder. De lo contrario, si cumple su palabra y defiende la vida de los no nacidos, los cristianos ecuatorianos estarán con usted en esta lucha.
Señor Lasso, que Dios le ilumine para que tenga la fuerza necesaria, propia de los grandes hombres, para actuar con rectitud a favor de los más indefensos, aunque ello suponga enfrentarse a los Goliat jurídicos y a las militancias internacionales de estos tiempos.
Y que nadie desprecie nunca la fuerza que poseen los cristianos cuando, conscientes de los males de su tiempo, deciden unirse para luchar por Cristo, por la verdad y por la vida.
¡Christus vincit!
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