Nunca he defendido la libertad de prensa, pues dicha libertad es una más de las libertades de perdición. La única libertad que existe es la libertad de la verdad, pues el error no tiene ninguna derecho a la libertad, es más nuestra obligación es amordazar al error, neutralizarlo y desterrarlo.

Sin embargo el liberalismo funda su legitimación en el reconocimiento de la libertad del error, por eso entre sus dogmas figura la libertad de prensa, es decir la libertad para que cada cuál pueda propagar los errores.

Con estos antecedentes he de ser claro: creo en la censura, siempre que lo censurado sea el error, la falsedad, la mentira y la manipulación.

Pues bien, ahora resulta que los medios liberales occidentales han censurado a los los medios estatales rusos Sputnik y Russia Today (RT) en territorio comunitario. Para justificar dicha censura la Comisión Europea señala que estas plataformas «son parte de la maquinaria de guerra de Rusia», y las hace responsables de difundir las «mentiras de Putin». Igualmente las redes sociales también han decidido silenciar en Europa a Sputnik y Russia Today. YouTube ha bloqueado los dos medios de comunicación vinculados al Kremlin y Twitter, se ha sumado a la medida y ha bloqueado las cuentas de ambos.

Es evidente que no es la primera vez que la guerra se libra en los medios de comunicación, pues recordemos que ya en el siglo XVI, y XVII se hizo una guerra contra la Monarquía Católica Hispánica haciendo uso de la imprenta, que era el medio de comunicación de la época.

Las democracias liberales han decidido jugar a la desinformación imponiendo un relato único, relato sumamente peligroso pues recordamos que en Ucrania se está librando una guerra globalista en la que no hay buenos contra malos, sino que ambos bandos tratan de imponer su propio globalismo, por lo que es necesario luchar tanto contra el globalismo anglosajón, como contra el globalismo ruso de matriz china. En este sentido queda patente una vez más el engaño del liberalismo, pues bajo la supuesta bandera de la libertad impone incoherentemente con sus principios la censura y el ostracismo como forma de combate.

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