Hoy día se juega una guerra propagandística por cualquier cuestión. Incluso aquellos que saben que están en el lado equivocado tienen a esbirros que los protegen, aclaman y justifican. Véase el caso de Pablo Casado que todos sabíamos lo que había hecho, y aun así hubo gente que defendió tal comportamiento.
Esta guerra propagandística también llega a la guerra actual de Ucrania. Los medios occidentales juegan su papel y, por supuesto, los rusos el suyo. Pero en esta sociedad de “libertad”, ¿era necesaria la cancelación de todos los canales rusos? Personalmente, lo considero algo desmedido y que atenta directamente contra el derecho a la información que tenemos todos.
Está claro que la invasión es un hecho reprobable. Las bajas civiles y militares son reales y la entrada militar de Vladimir Putin en Ucrania es una apuesta demasiado alta, incluso para él. Eso es evidente y creo que todos lo tenemos claro. Lo que sucedía en la región de Donbass hubiese justificado, quizás, una intervención en aquel territorio, pero una invasión global de todo un país no.
Sin embargo, los gobiernos occidentales nos tratan como menores de edad. Ellos consideran que este juicio que cualquiera puede realizar nos supera y, para ello, deciden suprimir todos los medios rusos, digan lo que digan sin excepción, lo cual facilita que nuestros periódicos, radios y televisiones mediocres puedan decir lo que quieran sin ningún tipo de réplica. De este modo, se ha llegado al punto de decir que Putin sencillamente es un loco y ya está.
Incluso hablan con psiquiatras, psicólogos y especialistas en salud mental sobre la personalidad de Putin. Sin duda, presentar al presidente ruso como un loco facilita el análisis. Pero la realidad no es esa. Independientemente de cómo esté este hombre de la cabeza que ni lo sé, ni me importa, Putin ha ganado el relato, al menos dentro de su pueblo. En Rusia es aclamado y querido y ha sabido presentar su agresión internacional como un elemento defensivo al que no le ha quedado más remedio que acudir.
Su pueblo se lo ha comprado, una buena dosis de orgullo y nacionalismo implementado durante años en las mentes eslavas han conseguido que Rusia se vea así misma como la salvadora del escenario internacional, frente al imperialismo estadounidense.
La cuestión ahora es que no podemos acceder, siquiera a saber que puede pensar el líder ruso, y eso sienta un peligroso precedente. Nada, ni nadie puede restringir el acceso a la información, las personas ya son lo suficientemente inteligentes para distinguir entre la basura y la realidad.
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