El 18 de julio de 1986 se cumplía el 50 aniversario del conocido como Alzamiento Nacional. La Comunión Tradicionalista recordó este hecho de diversas formas, que recogemos aquí gráficamente.

El día siguiente 19 de julio, se celebró en Pamplona la reunión de la Junta de Gobierno de la Comunión Tradicionalista Carlista, y tal como estaba anunciado, quedó constituido el Consejo Nacional de la Comunión ante el Notario don Javier Nagore, tomando posesión personalmente, catorce Consejeros.

Por acuerdo conjunto de la Junta de Gobierno y del Consejo Nacional, se otorgó a la Bandera de Combate de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, una banda blanca con la Cruz de San Andrés bordada en rojo, conmemorativa del 50 aniversario del Alzamiento Cruzada.

En homenaje a don Manuel Fal Conde, por su participación en la preparación del Alzamiento-Cruzada, se entregó a sus familiares un escudo esmaltado de Navarra, con la Laureada de San Fernando, ofrecido por antiguos combatientes, margaritas de Frentes y Hospitales, y miembros de la Junta de Gobierno. Hizo el ofrecimiento Don Joaquín Martínez Ubeda, ex-combatiente del Tercio del Rey, y con sentidas palabras lo agradeció, Don Domingo Fal-Conde y Macias.

La Junta de Gobierno y los Consejeros, asistieron a la Misa conmemorativa celebrada a las 8 de la tarde en el Monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada, que resultó insuficiente para acoger a los numerosos fieles que acudieron al acto.

Se hizo pública la «Declaración del Carlismo ante el 50 Aniversario de su participación en la Cruzada de 1936» que publicamos más abajo.

Y al día siguiente la Junta de Gobierno prosiguió sus actuaciones en la mañana del día 20.

Declaración del Carlismo ante el 50 Aniversario de su participación en la Cruzada de 1936

La sistemática desinformación a que han sido sometidos los acontecimientos de 1936-1939, no puede borrar la autenticidad de la historia y menos para los que fueron partícipes y testigos de lo que ocurrió y dan fe de ello.

La paz, bien inigualable, sólo es posible si se apoya en la verdad y la justicia. El sectarismo antirreligioso de los dirigentes; la política antiespañola de la España roja o de la España rota; la inseguridad ciudadana del asesinato oficialista por la espalda; la pérdida absoluta de la confianza en el derecho y la justicia; la anarquía imperante en todos los órdenes de la vida hicieron evidente que no se podía seguir así, que la paz ya no era posible.

El ejército comprendió que debía restablecer el orden perdido. Pere el fracaso de la intentona militar del 32 presagiaba que cualquier alzamiento no saldría victorioso sin la ayuda y apoyo del pueblo.

Partidos políticos recientes, minoritarios en un principio, estaban dispuestos a prestarla.

El Carlismo, avezado por su historia a que «tronos en las premisas» traigan «cadalsos en las consecuencias» se había preparado para la guerra. El requeté estaba organizado. Los acontecimientos que se sucedían eran graves y urgían la acción. Sin embargo estaba dispuesto antes a combatir por su cuenta que a participar con el simple objetivo de restablecer el orden republicano. Negoció con el Ejército e impuso condiciones. Quizás había llegado la hora que España pudiera recuperar su ser tradicional.

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El Carlismo quería combatir en defensa de su concepción tradicional:

1.° Para que Dios fuese el fundamento de la vida familiar, social y política.

2.° Para que la Patria recuperase su organización foral, de modo que se hiciese imposible la fragmentación separatista, tanto como el uniformismo del centralismo liberal.

3.° Para que desaparecieran todos los partidos políticos que imposibilitaban el bien común por el medro personal o el interés de grupo.

4.° Para que España recuperase su configuración monárquica tradicional.

El Carlismo no podía renunciara su cuatrilema: Dios, Patria, Fueros y Rey. No fueron fáciles las negociaciones. La urgencia de los hechos impidió asegurar el cumplimiento de los pactos, y, bajo la consigna de «Ante Dios nunca serás héroe anónimo» los tercios de requetés comenzaron sus gestas de heroicidad y nobleza, saliendo al frente aún a costa de poner en peligro su misma identidad, no sólo sus vidas, prefiriendo la lucha cara cara en las trincheras, antes que las manipulaciones y los trapicheos de la retaguardia.

Cincuenta años después el Carlismo se siente heredero del espíritu y de los ideales por lo que combatieron sus tercios. No puede olvidar ni renunciar a una de las páginas más admirables de su historia. Pero sí quiere dejar constancia del incumplimiento de los pactos por los que se incorporó al Alzamiento. Esta es su denuncia:

l.’ El Carlismo no salió a luchar por una España centralista y uniforme que amenazase la rica vida de los viejos reinos, señoríos, etc.. en sus configuraciones étnicas o lingüísticas tradicionales.

2.’ Si rechazaba los partidos políticos, con más razón lo hacía del partido único oficial.

3.’ Salvó la bandera bicolor, como símbolo de España; «una», sí; pero plural y varia.

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4.’ Salvó la monarquía; pero no para que fuese la parlamenaria-liberal.

5.’ Salvó el nombre de Dios; pero no para que quedase constreñido a la caricatura de un catolicismo nacional, sino como fundamento de la libertad de todos y la salvaguarda del derecho de los que menos pueden.

Así que, a pesar del derroche de sangre y heroísmo, el restablecimiento del orden no significó para el Carlismo la paz. Perseguido, difamado, acosado con golpes terroristas como el de Begoña entonces, y el de Montejurra, ahora, proscrito, traicionado, dividido y disperso, no cejaron hasta creerlo exterminado y olvidado. Sin embargo, aquí estamos. El Carlismo no tiene otra razón de ser que la de su fidelidad a la España de siempre. Tarde o temprano se encontrará consigo misma. No es otra la responsabilidad de la Comunión Tradicionalista Carlista. El Carlismo desaparecerá el día que desaparezca España.

Hoy, 19 de Julio de 1986, el Carlismo se une a los actos conmemorativos del Alzamiento-Cruzada de 1936 organizados en Navarra. Lamenta el silencio oficial de instituciones políticas y religiosas que deben su subsistencia a quienes lo dieron todo para salvar la Religión y la Patria. No se trata de remover un pasado con afanes de violencia ni de simple recuerdo. No es esa la tarea del Carlismo. Pero el olvido tendencioso que propicia la deformación de la verdad no puede favorecer la identidad de un pueblo como el navarro cuya gloria mayor y su señal de identidad más clara ha sido su constancia y energía en defenderse, siempre que estuviesen en peligro sus libertades y su Dios. Podrán sus políticos de hoy, vergonzantemente, quitar la laureada de su escudo pero no podrán acallar el heroísmo y generosidad de todo un pueblo, ni la verdad de una historia que realizaron, nada más que ayer, sus propios padres, y sin otra recompensa que la de haber cumplido con su deber.

El Carlismo sigue teniendo como lección la gesta de Navarra, expresión cumbre de lo que se vivió y supo realizar España entera.

En Pamplona, a 19 de Julio de 1986.

LA JUNTA DE GOBIERNO DE LA COMUNION TRADICIONALISTA CARLISTA

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