En la manifestación del 8M en Madrid, en el recorrido entre Atocha y la Plaza Colón, las miradas avispadas pudieron ver a un hombre caracterizado como un gran virus morado, con terminaciones de símbolos «feminazis». Este virus pretendía ser una alegoría del origen de la «Plandemia», el 8M de 2019, y una reivindicación de los derechos de los hombres que han sufrido y sufren en primera persona las consecuencias del feminismo radical: falsas denuncias, devastación psicológica, económica y social, pérdida de la custodia de sus hijos, y un largo etcétera de las consecuencias nefastas que se han instaurado en la sociedad española, desde 2004, con la mal denominada Ley de la Igualdad.
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