En 1872 estalla la que la historiografía conoce como Tercera Guerra Carlista, aunque para algunos sería la segunda guerra carlista al no considerar la Guerra de los Matiners como auténtico conflicto nacional. Los carlistas, en esta ocasión bajo la bandera de don Carlos VII, lograron mantener vivo el conflicto hasta 1876, sosteniendo una guerra que hizo peligrar al estado liberal creado tras el triunfo de la revolución.
No se puede comprender la III Guerra Carlista sin estudiar la situación política de la Europa de los 70, y sin estudiar el apoyo internacional que el carlismo logro suscitar. Precisamente ese apoyo internacional es el tema abordado por Alexandre Dupont en un imprescindible libro publicado por la Universidad de Zaragoza «La internacional blanca. Contrarrevolución más allá de las fronteras (España y Francia, 1868-1876)»
Para comprender la guerra con la que los voluntarios de don Carlos VII lograron preocupar a la mayoría de las cancillerías europeas, y con la que pusieron en peligro el orden liberal impuesto por Bismarck tras la guerra Franco- Prusiana, es necesario partir del escenario que se abrió en España tras la revolución de 1868. Una vez expulsada de España doña Isabel de Borbón, el estado quedaba en manos de los más progresista y exaltados liberales, con lo que el pueblo español vio a Carlos VII como el único salvador posible en una España en estado revolucionario. Igualmente, los legitimistas franceses encabezados por Enrique V, conocido como el Conde de Chambord, consideraron que el conflicto español podría suponer un vuelco del estatus quo europeo y propiciar en los diferentes países la vuelta al antiguo orden. En esta situación Carlos VII parecía el hombre idóneo: joven, con iniciativa, con un grupo de leales capaces de levantarse al grito de Dios, Patria y Rey, y con un prestigio entre los legitimistas europeos que a la larga le granjearía un gran número de apoyos.
En este contexto revolucionario el carlismo llevaba años trabajando los contactos personales con los legitimistas europeos, y muy especialmente franceses, por lo que cuando estalló la guerra en el norte de España en 1872, el legitimismo español contó con el apoyo de la contrarrevolucionaria transnacional. No es posible entender el conflicto armado sin esa ayuda contrarrevolucionaria, pues el bando carlista, al no ser reconocido internacionalmente, no podía contar con la ayuda de ningún estado, teniendo que conformarse con la ayuda de las redes sociales y personales que se extendían por media Europa.
Centrándonos en la ayuda francesa, que fue la más intensa y duradera, hemos de decir que la misma se estructuró en torno a dos polos, por un lado, las clases trabajadoras rurales de la frontera, que apoyaron a los voluntarios carlistas por cuanto ellos mismo veían peligrar su forma de vida con el avance y control del estado liberal, y por otro lado con el apoyo de los nobles y los grandes burgueses franceses que veían en la victoria de Carlos VII una esperanza para su propio país y para el continente.
Los carlistas lograron articular una importante red de apoyo capaz de proporcionarles dinero, armamento, voluntarios y medios de comunicación para entablar la guerra mediática. Sin esa red de apoyo los carlistas no hubieran podido hacer frente al ejército gubernamental, y no hubieran podido poner en jaque todo el sistema de equilibrios diseñados por Bismarck. Efectivamente, en el fondo de la guerra carlista estaba la lucha contra el totalitarismo del los Estados contemporáneos que trataban de controlar a los individuos en sus territorios, y trataban de imponer un orden liberal contrario al sentir popular.
Dupont dedica gran parte de su libro a estudiar la red de contrabandistas que ayudaron a los carlistas y a los voluntarios europeos a pasar la fronteras, y que posibilitaron la adquisición de material bélico en los diferentes países, aunque no solo los contrabandistas dispensaron ayuda al movimiento contrarrevolucionario, sino que los carlistas supieron granjearse el apoyo de los funcionarios que se negaban a aplicar las directivas estatales y que, bien colaborando activamente, o bien mirando a otro lado, permitieron el apoyo de las comunidades fronterizas.
La larga duración del conflicto permite constatar el poder económico de la contrarrevolución, que fue capaz de mantener redes de apoyo estables escapando de los sistemas de represión estatal a todos los niveles, y la capacidad de los monárquicos y católicos para adaptarse a los tiempos en que vivían, y a los desafíos que enfrentaban. En este mismo sentido los legitimistas lograron estructurar y disponer de una amplia red de periódicos y publicaciones en Francia que facilitaban la recaudación de ayuda para el ejército carlista, y que ejerciendo su influencia lograron introducir en el debate público cuestiones y demandas comprometidas para la organización de los nuevos estados liberales, pues el carlismo no sólo se defendió mediante la espada, sino que la pluma jugó un papel importante en la opinión pública.
Las redes de la internacional blanca demuestras como España ocupó el lugar central de la política europea, y como el carlismo fue la esperanza contrarrevolucionaria de toda Europa, por cuanto tanto Pio IX, como el legitimismo francés, tenían puestas todas sus esperanzas en los voluntarios de don Carlos. La revolución que se extendía por todo Europa parecía no tener freno, no obstante, el carlismo fue la llama que animó la esperanza del pueblo europeo deseoso de acabar con los inestable sistemas políticos implantados artificialmente tras la Revolución Francesa.
La pujanza del carlismo, sin bien no permitió a don Carlos VII ocupar el trono de sus mayores, si supuso un importante freno a la revolución, por cuanto el movimiento de Cánovas de Castillo proclamando rey a don Alfonso (XII) aunque maligno, fue inteligente, al tener como intención despojar a la revolución de su traje más cruel, pero dejando incólumes los principios revolucionarios. Cánovas del Castillo (y el liberalismo conservador) volvió a engañar al pueblo español haciéndole creer que se podían mantener los principios revolucionarios pero limitando sus consecuencias desastrosas para el bien común. El fracaso del liberalismo lo volvería a pagar el pueblo español con su sangre en la guerra de 1936- 1939, en la que otra vez el carlismo jugó un papel importante.
- Datos del libro:
- Título: La internacional blanca. Contrarrevolución más allá de las fronteras (España y Francia, 1868-1876)
- Autor: Alexandre Dupont
- Editorial: Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2021
- Nº páginas: 496
- PVP: Papel 28,00 €, digital
- ISBN: 978-84-1340-104-1
- Comprar: https://amzn.to/3I76Ht6
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