La vida se nos presenta en un dilema insoportable: lo que vale no dura; lo que no vale se eterniza. (Ramiro de Maeztu)
Llevaba razón Maeztu: lo que vale no dura; lo que no vale se eterniza. El problema en España es que entre los miembros del desgobierno no hay quien merezca el mínimo calificativo de validez, pero, sin embargo, todo el equipo con el jefe a la cabeza, nos abocan a ese “dilema insoportable” de aguantar lo inaguantable porque su afán está en perpetuarse al estilo Maduro.
En este momento el desgobierno está formado por un nuevo Frente Popular (socialistas y comunistas), bien que disminuido con la salida del comunista Iglesias, pero cuya corte continua anclada en él, desarrollando una gestión que, benévolamente calificaríamos de nula, a pesar de lo cual, el ingente gabinete de 22 miembros, más secretarios, asesores, etc. resulta insoportable para los españoles, sin que aquellos se planteen el menor dilema, la menor duda.
¿Para qué sirven entonces? Para compadrear con los nacionalismos. Vean si no, lo realizado por este equipo en esta su etapa de gobierno. En realidad desde la transición, las izquierdas han formado equipo con lo peor de nuestra nación: independistas, independistas radicales y asesinos como los etarras que son el claro prototipo de la aversión de la izquierda española al patriotismo más elemental, algo que no sucede con sus pares de otras naciones.
Su aversión militante a cualquier símbolo que la represente como el Himno, −con pitidos en contra para evitar que sea oído−, o la Bandera con la habitual quema de ellas por parte de los independentistas. Es muy triste ver que la actitud gubernamental respecto a estos actos que ningún país consentiría, es la misma que mantuvieron en tiempos de la II República los frentepopulistas de entonces con respecto a la quema de iglesias y objetos sacros, es decir, miran para otro lado y no hacen nada.
Nuestro «progresismo» también parece acomplejarse de España. Se empeñan en buscar eufemismos para evitar decir España o español y las sustituyen por “este país”, «Estado» y «estatal»; cualquier día hablarán de «tortilla estatal» para referirse a la tortilla española, o de una copa de «vino estatal», o aún peor, el mote de “roja” con que llaman a la selección de fútbol por no llamarla española y mucho menos nacional.
Esa aversión del mal llamado «progresismo» al orgullo nacional lo acaba de llevar el Ministerio de Defensa, a la Armada, a la que quizá para dar satisfacción a sus socios, Rufianes, Oteguis, Junqueras, Echeniques y podemitas de pelajes varios, que, con seguridad, prefieren Armada antes que Armada Española, resultando así la única Armada inclusera, sin apellido.
Los demás países se sienten orgullosamente representados por su milicia naval y así lo expresan en su título:
- FRANCIA: Marina Nacional Francesa
- DINAMARCA: Real Armada de Dinamarca
- BÉLGICA: Armada Belga
- HOLANDA: Armada Real de los Países Bajos
- REINO UNIDO: Marina Real Británica
- NORUEGA: Armada Real de Noruega
- SUECIA: Armada de Suecia
- ALEMANIA: Marina Alemana
- IRLANDA: Marina de Irlanda (Es parte de las Fuerzas Armadas Irlandesas, como en España la Armada depende del Ministerio de Defensa, sin embargo hace constar el país del que procede).
En este pequeño ejemplo de países europeos, los hay con gobiernos republicanos y monárquicos, en ambos casos democráticos, y todos hacen constar la procedencia de su marina y, en algunos, orgullosamente lo de Real, aunque todos, excepto Reino Unido, descienden de monarquías recientes, surgidas con el amparo del Imperio Napoleónico.
La monarquía española, la segunda más antigua del mundo tras la de Japón, es la primera de Europa, pues sus orígenes se remontan, según algunos historiadores, a los años 788 y 791 con Bermudo I de Cantabria, sin embargo, por el desgobierno frentepopulista no solo no puede hacer constar lo de Real Armada, siendo como todavía es una monarquía, sino que se la deja sin país de pertenencia.
La ministra de Defensa ha explicado que debe de ser así, porque así consta en la
Constitución. Otras cuestiones más importantes también vienen determinadas en la Constitución y se las saltan a la torera y, en cualquier caso, desde su aprobación en 1978 han pasado 44 años sin que haya habido problema por llamarse Armada Española. El problema ha surgido ahora con estos socios a los cuales han tenido que darles un caramelito para que sigan prestándole los votos necesarios para que el gran jefe pueda seguir disfrutando de palacios y Falcon, que es lo que mejor hace.
¿Qué problema hay en dejar las cosas como están? Los cambios suelen hacerse para mejorar así que, con la salvedad mencionada anteriormente, nos preguntamos si esto de ir quitando nombres de España, no es un ninguneo a la nación, en su afán por verla desaparecer, en cuyo caso ¿a quién beneficia este cambio?
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