Para los mundialistas occidentales -así sean de izquierdas o derechas, todos narcisistas miserables, materialistas amorales, hedonistas inanes únicamente obsesionados con la satisfacción individual y las ganancias ilimitadas, auténticos psicópatas en potencia- resulta imposible de entender que Rusia pelee en Ucrania por otra cosa que no sea dinero, interés, conquista territorial o simple venganza.

No comprenden, en su cortedad de miras y mezquindad mental, que podamos estar ante una pugna que tiene también mucho de escatológico.

Al fin y a la postre, Occidente hoy ya ha dejado de ser una civilización propiamente dicha, convirtiéndose en un gigantesco negociado de características superpredatorias levantado sobre los vestigios de la verdadera civilización europea y sus antiguos valores.

Es por ello que este decrépito y corrompido Occidente -cuya existencia gira en torno al ego, al deseo, al sexo, al libertinaje y a los dividendos de la masas cada vez más amorfas que lo conforman, en absoluto en torno al espíritu, la virtud o la trascendencia- no puede permitirse una derrota en Ucrania, pues tal cosa sería una muestra de debilidad ante aquellos sometidos a su antinatural y/o antitradicional cosmovision del mundo.

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