Pues no, no todo están siendo malas noticias últimamente: Netflix acaba de anunciar una considerable merma de suscriptores por primera vez en una década, lo que ha supuesto que sus acciones hayan caído en picado en la Bolsa neoyorquina.

Sí, es verdad, la crisis económica mundial…pero tal cosa no puede ocultar otra realidad: y es que no pocos empiezan a estar ya hartos de las muy políticamente correctas, multiKulturetas y «cancelativas» series emitidas por tan postmoderna cadena televisiva, protagonizadas por actores negros interpretando a personajes de la cultura clásica occidental, feministas histéricas, adolescentes neuróticos o varones emasculados.

Desgraciadamente, en este mortecino Occidente -en el que victimizarse se ha convertido en el deporte favorito de demasiada gente, lo mismo que sobredimensionar problemas irreales ha pasado a copar las agendas políticas de turno- lo de sacarse de la manga términos contrarios a la propia naturaleza empieza a ser visto como algo «normal».

No por casualidad la Ventana de Overton se ha sido abierta de par en par para toda suerte de microideologías extravagantes, parafilias sexuales, comportamientos aberrantes, etc., los cuales son difundidos a través de los mass media, también a través de ese entretenimiento espurio convertido ahora en una suerte de adoctrinamiento de la peor especie.

Así las cosas, que en medio de tamaño sinsentido todavía exista gente que rechace tal lavado de cerebro invita a no perder la esperanza en que -poco a poco- cada vez más personas se vayan dando cuenta de que lo verdaderamente importante en la vida se encuentra fuera de una pantalla y no dentro de ella.

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