Es de todos bien sabido como el movimiento ambientalista endiosa a la naturaleza, humaniza a los animales y acaba, en consecuencia, no sólo animalizando al hombre sino viéndolo como el origen y causa de todos los males del mundo.
En esta concepción se apoya el antinatalismo, postura perversa, que parte de que la vida, incluso en las mejores circunstancias; no es un don sino un evento adverso que causa daños irreversibles, innecesarios, indefendibles y duraderos en el planeta.
El mito de la sobrepoblación no sólo ha sido desmentido una y otra vez, sino que hoy en día, casi la mitad de los países del mundo enfrentan el problema contrario una población que disminuye aceleradamente dando como resultado una tasa de fertilidad por debajo del nivel de reemplazo; con consecuencias devastadoras tanto a nivel económico como sociales. A pesar de esto, son muchos quienes aún creen que “somos muchos”, debido a la continua y astuta “propaganda” de los medios, al servicio de siniestros intereses.
Debido a ello, los movimientos antinatalistas han crecido rápidamente, de manera especial en los países anglosajones a través de grupos como: deja de tener hijos (Stop Have Kids), huelga de nacimiento (BirthStrike) o el llamado rebelión de extinción (Extinction Rebellion). De esta manera nuestra sociedad, que tan descaradamente rechaza la virtud de la pureza y la castidad, ha aceptado y adoptado el actualmente tan común, control de natalidad (birth control) a quien Chesterton, con su característico humor siempre tan atinado, denominó como; no nacimientos y no control (no birth and no control) y del cual dijo: “Lo que los periódicos capitalistas llaman control de la natalidad, no tiene nada que ver con el control. Más bien es la idea de que la gente debería estar por completo y absolutamente sin control alguno, siempre que pueda esquivar todo lo que es positivo y creativo, inteligente y digno de un ser libre.”
Y es que, como siempre que la sociedad legaliza, normaliza y acaba por aceptar un acto que, a pesar de ser un mal intrínseco; se considera un mal menor, debido a la pérdida de la moral objetiva, dicho acto degenera rápidamente en males aún mayores. Así, a nuestra sociedad ya no le basta la anticoncepción y ahora promueve el aborto como “control natal”. Y aunque la mayoría de los movimientos antinatalistas, establecen claramente que estar en contra de «cualquier medida forzosa de control de la población», la realidad es que ya hay muchas iniciativas destinadas a “limitar los partos”, que están ganando terreno a través de programas “educativos”, así como propaganda de los medios, celebridades y gobiernos. Además, es necesario sumar a esto, la precaria situación financiera que sufren no pocos jóvenes, quienes enfrentan grandes dificultades económicas que les impide, no pocas veces, casarse y formar una familia.
Por experiencia sabemos que estos movimientos comienzan proponiendo y terminan imponiendo, una vez que, a través de una muy bien planeada y agresiva agenda, han logrado convencer a una parte importante de la población; tornándose agresivos contra quienes no apoyan su “estilo de vida”, y obligando a los disidentes, través de leyes y normas “coercitivas”, a transigir con su estilo de vida. Basta con ver lo que ha pasado en la guerra abierta desencadenada contra personas que se oponen al llamado matrimonio homosexual, a la ideología de género y aún al aborto, ante el cual, el único “crimen” que la “ley reconoce” en varios lugares, es rezar frente a las clínicas abortistas. Desafortunadamente, son cada vez más las voces influyentes que sostienen que tener hijos es un «crimen contra la humanidad» y varios políticos ya han cuestionado públicamente; si la maternidad es actualmente moralmente aceptable. Además, son muchos los organismos internacionales, que tienen como objetivo reducir el crecimiento de la población, principalmente en África y en los países pobres y de ingresos medios a través del acceso a la anticoncepción y la planificación familiar incluyendo el aborto; alegando con ello “detener las enormes pérdidas de biodiversidad”.
Y ahora que, hemos dejado a los jóvenes; sin Dios, sin patria y en ocasiones hasta sin familia, varios de ellos han encontrado en “su adhesión a las causas del momento” que han sustituido a las virtudes, un falso refugio a través del cual mostrar públicamente su “buena voluntad y solidaridad” con los seres vivos (entre los cuales parece que el hombre esta excluido) y el planeta.
Aún cuando los movimientos antinatalistas están estrechamente ligados a las causas ambientalistas, hay otro grupo jóvenes que han decidido no tener hijos por causas prácticas. Es de resaltar que, en países considerados “conservadores” como México y varios países de Centro y Sudamérica, cada vez son más los jóvenes, sobre todo aquellos con un nivel universitario y buen nivel económico que se unen a la corriente de; doble ingreso, no hijos (double income, no kids) que tiene como principal objetivo el éxito profesional y el vivir de la manera más lujosa y placentera posible sin los sacrificios, dedicación y responsabilidad que implican los hijos.
Chesterton, con su habitual agudeza describió dicho comportamiento con las siguientes palabras: “La gente que prefiere los placeres del capitalismo al milagro de tener un hijo está agotada y esclavizada. Prefiere la escoria antes que la fuente primigenia de la vida. Prefiere la última, torcida, subalterna, copiada, repetida y muerta creación de nuestra agonizante civilización capitalista a la realidad que supone el único rejuvenecimiento verdadero de cualquier civilización. Son ellos los que abrazan las cadenas de la esclavitud”.
El movimiento antinatalista, en cualquiera de sus vertientes, ya no sólo trata de deformar la imagen de Dios en el hombre sino de aniquilarlo, destruyendo en el hombre el deseo innato de conservación de su propia especie. De ahí que, muchos ya no puedan ni definir lo que es un hombre y una mujer, que cada vez menos parejas heterosexuales contraigan matrimonio mientras que los homosexuales “celebran” sus nuevos derechos, que los contraceptivos artificiales imperen entre las parejas heterosexuales mientras que los métodos antinaturales de procreación aumentan entre los homosexuales, que se “proteja” hasta el absurdo a los animales mientras que se destrozan a los niños en el vientre materno aceptándose ya, en algunos lugares, prácticamente el infanticidio. Trocando la bendita fertilidad en maldición, negamos al hombre la compasión, que actualmente parece estar reservada a los animales.
La agenda antinatalista pretende extinguir al hombre de la faz de la tierra alimentándose del malestar que impera en una sociedad que, habiendo rechazado a Dios y con Él, el sentido trascendente de la vida; ve la existencia humana como algo completamente insustancial. Parafraseando a Dostoievski podemos decir que, sin Dios, no sólo todo está permitido, sino que toda vida se torna inútil, estéril y vana. De ahí que el hombre se contente, como las bestias, a buscar el placer y huir del dolor.
Rechazando la vida nos estamos acercamos peligrosamente al averno del cual Dante nos advierte: “dejad toda esperanza los que aquí entráis”. Sin embargo, y a pesar de la oscuridad, Dios no abandona a Su grey. Un pequeño remanente que ha permanecido fiel a Su ley sigue iluminando el camino, sigue siendo la sal de la tierra, sigue contra viento y marea, al pie de la Cruz. No son tiempos para la tibieza, tengamos el valor de ser parte de ese remanente, pues como Dante nos recuerda: “de una pequeña chispa puede estallar una llama”. Esa llama, a través de la cual Dios, transformará las tinieblas en luz, en una sociedad que vuelva a valorar la vida.
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